Hay muchas cosas que discutir. El Oriente Medio está en todas las portadas, ya sea por el ataque contra Gaza o la situación en Túnez, la toma del poder de Morsi en Egipto o las amenazas contra Irán. Comenzaré por una pregunta sobre la apreciación general de la primavera árabe, de lo que se ha llamado la primavera árabe, que comenzó casi exactamente hace dos años, el 17 de diciembre de 2010 en Túnez [esta entrevista fue realizada en diciembre de 2012].
-¿Puedes indicarnos algunos elementos para una comprensión general de lo que ha significado todo esto para la región?
-Gilbert Achcar: El comentario más general que puedo hacer es que, por primera vez en la historia de la región, las cosas están realmente cambiando y moviéndose, y a un ritmo muy rápido, de forma que la región ha entrado en lo que llamo un proceso revolucionario a largo plazo. Se trata de un cambio enorme en la historia de la región. Bloqueos de todo tipo están estallando. Pienso que esta situación se mantendrá numerosos años.
-Mencionas bloqueos, ¿piensas en parte en la existencia de regímenes dictatoriales esclerotizados y envejecidos? El primero sería Túnez. ¿Puedes decirnos algo sobre este tema así como sobre la situación presente en ese país?
-Sí, pero debo decir que no se trata sólo de regímenes dictatoriales. Por supuesto, éstos constituyen la parte más visible del bloqueo, la que ha sido más directamente afectada por los levantamientos de los países que han obtenido victorias hasta ahora. Pero es sólo una parte de un bloqueo más general, que incluye un bloqueo económico. La región sigue a la cola en términos de crecimiento económico en relación al resto del mundo y, más en general, de desarrollo, a pesar que posee recursos naturales muy importantes. Tiene el récord mundial de tasas de paro y esto desde hace decenios. Estamos así en presencia de un bloqueo social, por no hablar del muy evidente bloqueo ligado a la condición de las mujeres. Hay pues todo un conjunto de bloqueos y no he mencionado hasta ahora más que algunos de ellos, los más llamativos. Todo esto está estallando en una gigantesca explosión que comenzó en Túnez.
Todo comenzó en Túnez el 17 de diciembre de 2010. Es la fecha en la que Mohamed Bouazizi se inmoló quemándose, incendiando así el conjunto del país y luego a toda la región.
El hecho de que esto comenzara en Túnez está ligado a las luchas que se desarrollaron en ese país durante los años 2000, luchas ligadas a la existencia de una importante tradición de izquierdas, principalmente activa en la central sindical del país, la UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo). Es esta situación específica la que explica porqué fue en ese país antes que en los demás donde tuvo lugar la explosión, pero esto no significa que en Túnez las condiciones estuvieran más maduras que en las otras partes, como lo demuestra el hecho de que la explosión de Túnez desencadenó una serie de explosiones en diferentes países. No hay casi ningún país de lengua árabe que no se haya visto afectado por el levantamiento, de Mauritania a Marruecos en el oeste de la región hasta Siria e Irak en el este.
-Ha parecido, en un determinado momento, sin duda debido a los resultados electorales en Egipto y, antes, en Túnez, que los vencedores inmediatos de la primavera árabe han sido organizaciones islamistas como los Hermanos Musulmanes en Egipto. ¿Puedes decirnos algo sobre esto, en primer lugar referido a Túnez y luego a Egipto?
-Sí. Era completamente previsible. La previsión más compartida sobre la región era que habría o que habrá explosiones sociales, explosiones políticas: leyendo los informes de las embajadas de los Estados Unidos en la región, hechos públicos por Wikileaks, se puede ver que los Estados Unidos no se hacían muchas ilusiones. Se sabía hasta qué punto la situación era tensa y peligrosa. En relación con ésto, la previsión más común era que esas explosiones propulsarían el movimiento integrista islámico al primer plano, en una época en que –visto desde Washington– esto era considerado como una amenaza para los intereses americanos. Pero una vez que el levantamiento comenzó, hubo tendencia a tomar los deseos por realidades y creer que, por algún tipo de milagro, nuevas fuerzas emergentes serían capaces de dirigir y conducir el conjunto del proceso, empujando a las fuerzas islámicas a un segundo plano.
Es cierto que han emergido nuevas fuerzas, en particular entre la nueva generación, entre los jóvenes. Es cierto que nuevas redes de jóvenes, utilizando todos los recursos proporcionados por Internet, han jugado un papel clave moldeando, organizando y coordinando todos esos levantamientos; no hay duda sobre ello. Pero con insurrecciones que exigían elecciones libres –una reivindicación normal para un pueblo sediento de democracia, como es el caso–, era evidente que las elecciones a corto plazo serían ganadas por quienes tenían los medios para ganarlas. No se pueden ganar elecciones sólo por medio de internet, como lo sabéis bien en los Estados Unidos. Son precisos aparatos políticos, dinero, organizaciones implantadas en la base, allí donde se encuentran las masas de electores, como en las regiones rurales, etc. Esto no puede inventarse o improvisarse en algunas semanas. Y es la razón de que fuera completamente previsible que las fuerzas integristas islámicas, en particular los Hermanos Musulmanes con sus diversas ramas y organizaciones, ganarían las elecciones. Esas fuerzas disponían de un potencial acumulado a lo largo de numerosos años consagrados a la construcción de redes, en particular en países como Egipto en donde podían actuar abiertamente. No era el caso en Túnez, pero esto ha sido compensado por el hecho de que esas fuerzas disfrutaban del maná de los países petroleros y del impacto de la televisión. Numerosas cadenas de televisión en la región sirven a esos tipos de grupos, tanto a través de programas religiosos –hay numerosas cadenas religiosas– o por medio del control político específico jugado por la principal cadena por satélite de la región que es Al Jazeera. Al Jazeera actúa de forma completamente abierta a favor de los Hermanos Musulmanes, que tienen una presencia notable en su equipo de periodistas y están patrocinados por el gobierno de Qatar, que posee y gestiona Al Jazeera. Disponían pues de esos recursos cruciales, así como, por supuesto, de mucho dinero proveniente de las monarquías del Golfo.
Era completamente previsible que los Hermanos Musulmanes obtuvieran la mayor parte de los votos; esto no era una sorpresa. La gente que toma fácilmente sus deseos por realidades ha reaccionado a esas elecciones abandonando las visiones idílicas que había adoptado para pasar a una visión muy sombría de la situación, con comentarios del tipo “la primavera se transforma en invierno”. Lo más sorprendente, de verdad, ha sido la debilidad de las victorias electorales de las fuerzas religiosas. El caso más llamativo es, por supuesto, Egipto, donde se ha podido ver lo rápida que ha sido la caída de la influencia y de los resultados electorales de los Hermanos Musulmanes. No hay más que considerar el número de votos que tuvieron los Hermanos Musulmanes en las elecciones parlamentarias y luego en las elecciones presidenciales, en la primera vuelta de las presidenciales y finalmente en el referéndum sobre la Constitución: es evidente que pierden influencia a una gran velocidad. Pierden terreno, y esto es lo más sorprendente.
Se puede decir lo mismo respecto a Túnez, a pesar del problema de las divisiones en el seno de la izquierda, que estaba ridículamente fraccionada en un número increíble de grupos y de organizaciones: docenas de listas de la izquierda y de la izquierda radical se han enfrentado en las elecciones en la capital. Si se suman los votos obtenidos por las diferentes listas de izquierdas, se obtiene un resultado que se habría traducido en un número importante de escaños en el parlamento, si los votos se hubieran sumado. A pesar de todo eso, los Hermanos Musulmanes tunecinos del movimiento Ennahda han obtenido el 40% de los votos con una participación electoral inferior a la mitad, lo que significa que han obtenido el 20% de los votos de los electores inscritos. No se trata precisamente de un maremoto. Túnez ha conocido desde entonces un deterioro de las condiciones sociales y la coalición que ha llegado al poder, dirigida por la fuerza islámica dominante, ha perdido terreno. Está cada vez más desacreditada a causa de su incapacidad para dar algún comienzo de solución a los problemas reales a los que hace frente el país: paro, problemas económicos, problemas sociales, etc.
Hemos asistido tanto en Túnez como en Egipto a un ascenso de las luchas sociales, de las luchas de los trabajadores y las trabajadoras, con enfrentamientos crecientes entre esas luchas sociales y los gobiernos dominados por los Hermanos Musulmanes en los dos países.
Ese fenómeno ha alcanzado niveles dramáticos en Túnez, con un enfrentamiento entre la UGTT y el gobierno que se ha hecho violento. El país se dirige hacia nuevas elecciones pero, antes incluso de esta nueva ronda electoral, los enfrentamientos sociales y políticos son enormes, de forma que la situación de conjunto ha alcanzado el punto de ebullición. Todo cambia a una velocidad muy grande. Tanto la tendencia a tomar los deseos por realidades al comienzo, como los comentarios catastrofistas posteriores son impresionistas y erróneos. La realidad es que hacemos frente a una conmoción revolucionaria a largo plazo, un proceso revolucionario prolongado en el tiempo, que comenzó en diciembre de 2010 y que va a proseguir, tanto en los dos países que han visto como su levantamiento lograba las primeras victorias, como en los que no han sido aún gravemente afectados. Toda la región está en ebullición.
-¿Qué ha ocurrido con el llamamiento de la UGTT a una huelga general, a comienzos de diciembre? ¿Ha sido anulado?
-En efecto, ha sido anulado como consecuencia de un compromiso. En el fondo, la dirección de la UGTT ha temido que la confrontación tuviera malas consecuencias, porque solo ha habido un precedente de llamamiento a la huelga general en el país, en 1978, que llevó a un enfrentamiento muy duro. Había pues algunos temores respecto a lo que podía producirse. Es la razón por la que aceptaron replegarse sobre la base de un compromiso que salvaba la cara de las dos partes. Pero, no obstante, la advertencia ha sido hecha y la UGTT no se ha mordido la lengua en sus ataques contra el gobierno, en sus críticas sobre la forma en que se comporta el poder. Continúa exigiendo la disolución de las milicias controladas por el partido islámico. Los Hermanos Musulmanes, tanto en Egipto como en Túnez, se han mostrado más eficaces incluso que Mubarak en el recurso a ese tipo de organizaciones de matones.
Así es como se presenta la situación. La perspectiva en Túnez es muy interesante, porque es el único país de la región en el que un movimiento organizado de trabajadores dirige realmente el proceso. Se encontraba ya a la cabeza del levantamiento de diciembre de 2010/enero 2011. Ben Ali huyó del país el día en que la huelga general llegó a la capital, el 14 de enero. Fueron los sindicalistas quienes dirigieron la lucha, desde Sidi Bouzid, la ciudad en la que comenzó todo tras el suicidio de Bouazizi, hasta el día en que el levantamiento culminó en la capital. Los militantes sindicales de base y cuadros intermedios han sido la dirección verdadera de la lucha. Sin embargo, tras la caída de la dictadura, hubo un cambio en la dirección de la UGTT que colocó a la izquierda, incluso a la izquierda radical, en el timón. La izquierda tunecina sacó finalmente las lecciones de su reciente experiencia y ha logrado unificarse en lo que han llamado el Frente Popular. El hecho de que esta coalición de las fuerzas de izquierda sea dominante en el seno de la UGTT es extremadamente importante: esto coloca a Túnez en un estadio de la lucha más avanzado que en cualquier otro país de la región.
-Podemos pasar de Túnez a Egipto donde, desde la elección de Morsi como presidente el verano pasado, ha habido una tentativa de unificar la oposición contra los Hermanos Musulmanes. ¿Puedes decirnos algo sobre las fuerzas de izquierda después de la revolución?
-Sí, pero hay una diferencia muy importante entre Egipto y Túnez. El papel de la izquierda en Túnez es mucho más importante porque la izquierda allí ha sido muy activa, durante mucho más tiempo, varios decenios, en el seno del movimiento sindical, en la federación sindical, la UGTT. Y eso aunque la mayor parte del tiempo la dirección burocrática del sindicato estuvo bajo el control o la influencia del gobierno. La izquierda permaneció muy activa de forma constante en las secciones sindicales locales; los militantes sindicales más conocidos pertenecen a la izquierda.
Una situación así no existe desgraciadamente en otros países de la región, y esto incluye a Egipto. En Egipto la oposición se ha organizado en una coalición entre la izquierda y las fuerzas liberales, incluyendo algunos restos del antiguo régimen. Por supuesto esto podría producirse también en Túnez, en la medida que algunas personas de izquierda o del sindicato podrían verse tentadas por una alianza con restos del antiguo régimen en la confrontación con los Hermanos Musulmanes, las fuerzas integristas islámicas. Esto ocurre ya en Egipto, donde Amr Moussa forma parte de la coalición. Moussa, hay que decirlo, representa la fracción liberal del antiguo régimen. No es como Ahmed Chafik, el antiguo candidato presidencial, que era percibido como el representante oficial de la continuidad del régimen de Mubarak. Moussa se ha presentado como candidato contra Ahmed Chafik en las elecciones presidenciales. Lo que vemos en Egipto es una coalición entre izquierda y liberales. En la medida que se trata de un frente unido alrededor de reivindicaciones democráticas, la alianza puede ser percibida como legítima. El problema sin embargo es que ha ido bastante más allá de eso, al transformarse en alianza electoral.
La izquierda amplia está representada sobre todo por Hamdin Sabahi, el candidato que ha sorprendido a todo el mundo en la primera vuelta de las presidenciales llegando en tercera posición y ganando incluso las elecciones en El Cairo y Alejandría, las dos concentraciones urbanas más importantes. Fue una sorpresa muy grande. Sabahi ha logrado representar a quienes buscan una alternativa de izquierdas tanto al antiguo régimen como a las fuerzas islámicas. Tras las elecciones ha fundado la Corriente Popular, a la que se han sumado la mayor parte de los grupos de la izquierda radical. Desgraciadamente, la Corriente Popular ha sido eclipsada hasta ahora por la dinámica de crear una coalición amplia, no habiendo podido desarrollar el potencial de izquierdas reunido alrededor de Sabahi en la primera vuelta de las presidenciales.
-En Egipto, el enfrentamiento con el régimen dirigido por los Hermanos Musulmanes plantea la cuestión del papel del ejército. ¿Podrías compartir con nosotros tus reflexiones sobre ello? Tanto sobre la correlación de fuerzas como sobre la evolución probable en vista de los problemas económicos y políticos no resueltos, y de un régimen que pierde su apoyo electoral así como, de alguna forma, su legitimidad electoral y política.
-La rapidez con la que Morsi pierde terreno y legitimidad es la verdadera sorpresa. He pensado siempre –y no soy el único– que la gente tenía necesidad de pasar por una experiencia con esos tipos en el poder para poder comprender lo que son realmente, y no dejarse engañar por consignas vacías como “el islam es la solución”, que ocultan la ausencia de programas alternativos concretos. Pero eso ocurre aún más rápidamente de lo previsto.
Una razón de ello es la forma muy torpe en que los Hermanos Musulmanes hacen frente a la situación. Han dado pruebas de mucha arrogancia, creyendo que con la ayuda de dios había llegado su momento y que tenían las cosas bajo control. Esa es una muestra de gran miopía política. Si hubieran sido más inteligentes, habrían comprendido que en realidad era contrario a sus intereses gobernar en ese momento.
Cualquiera que intente dirigir el país con el tipo de programa que tienen –que es más la continuación del programa del régimen precedente– está condenado a un fracaso contundente. El acontecimiento más significativo que ha ocurrido últimamente en Egipto ha sido la firma por Morsi del acuerdo con el FMI. Ha firmado un acuerdo que comprende condiciones consideradas fundamentales por todos los inversores potenciales de Egipto. Han firmado el acuerdo porque corresponde, por supuesto, a sus propios puntos de vista neoliberales, que no difieren en nada de los del antiguo régimen. La firma del acuerdo se ha producido en el peor momento. Precisamente cuando los Hermanos Musulmanes comenzaban su enfrentamiento con la oposición, el gobierno Morsi ha decidido aumentar los precios de los alimentos de base y modificar el sistema de impuestos de una forma que no afecta a los más ricos. Eso ha suscitado un follón tal que Morsi ha debido anular esas medidas algunos días más tarde –¡en su página Facebook! Se ha convertido en un chiste. Lo que muestra hasta qué punto esos tipos no tienen la menor idea sobre la solución real a los profundos problemas sociales y económicos del país.
Veamos ahora el asunto del ejército. Hay mucha agitación sobre la cuestión del “golpe de estado revolucionario” que habría significado la decisión de Morsi de destituir a Tantaui y a su adjunto en la cabeza del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el CSFA. Sin embargo, el hecho es que eso se realizó de pleno acuerdo con la jerarquía militar, que quería verdaderamente librarse de esos tipos, que se encontraban en su puesto solo porque habían sido impuestos por Mubarak contra la voluntad de los militares. No hay más que ver la edad de Tantaui, muy superior al límite de edad para un puesto en el ejército. Sabemos, sobre la base de los informes diplomáticos americanos publicados por Wikileaks, que los oficiales llamaban a Tantaui el “caniche de Mubarak”. El hecho de jubilarle no tenía por tanto absolutamente nada de “revolucionario”. Los dos oficiales han recibido medallas y obtenido generosas sinecuras, así como una inmunidad que les dispensa de rendir cuentas sobre lo que hicieron cuando estaban a la cabeza del CSFA. La convicción de que la posición del ejército ha sido debilitada es por tanto muy errónea.
Pensemos en lo que sucedió recientemente cuando el enfrentamiento entre Morsi y la oposición pareció agudizarse al extremo. El nuevo jefe del ejército tomó la iniciativa de presentarse abiertamente como árbitro de la situación y convocó una conferencia que habría reunido, de un lado, al presidente y al gobierno, y del otro a la oposición. Antes de esto el ejército había hecho comentarios que son la réplica exacta de los que había hecho cuando la insurrección contra Mubarak, diciendo que no reprimirían al pueblo. El mensaje era el siguiente. “No aceptamos ser utilizados políticamente por Mubarak y no aceptaremos serlo por Morsi”. El ejército juega pues ese juego. Se puede suponer que Washington le aconseja insistentemente que permanezca al margen de la querella, que se mantenga en posición de árbitro de forma que pueda jugar el papel de “salvador” si la situación degenerara completamente, con la repetición de la secuencia tradicional de revolución, caos, golpe de estado. El pueblo egipcio es sin embargo, por lo menos en este momento, demasiado crítico hacia el ejército para que algo de ese tipo se produzca a breve plazo. Pero nadie puede predecir lo que ocurrirá a largo plazo.
-Antes de plantearte una pregunta sobre Siria, quería preguntarte qué papel juega la cuestión de los palestinos y de Gaza en esta situación. La forma en que Morsi ha ayudado a la negociación de un acuerdo ha sido interpretada como una buena baza a su favor. La revista Time, como sabes, ha bautizado a Morsi como el hombre más importante de Oriente Medio antes de criticarle una semana más tarde. La cuestión de Israel y los palestinos ocupa un lugar más importante en este cuadro. ¿Puedes decirnos algo sobre esto?
-Esta pregunta trata un punto importante. He mencionado la altivez y la arrogancia de los Hermanos Musulmanes. Sin embargo un elemento clave que explica su actitud es el apoyo de que disponen por parte de Washington. Es un elemento central en su convicción de que están en el puesto de mando, de que pueden dirigir. Washington ha sido sorprendido por el levantamiento en un momento en que los Estados Unidos se encontraban –y siguen todavía– en su punto más bajo desde el apogeo de su influencia en 1991, bajo Bush padre, cuando medio millón de soldados estadounidenses fueron desplegados en el Golfo con ocasión de la primera guerra dirigida por los Estados Unidos contra Irak. Entonces, ese apogeo de la hegemonía de los Estados Unidos condujo al autodenominado proceso de paz entre Israel y los estados árabes, y luego al acuerdo de Oslo de 1993. Todo eso es ya agua pasada. El factor principal en este resultado es la política llevada a cabo por la administración de George W. Bush y la catástrofe mayor que la ocupación de Irak ha demostrado ser para el imperio americano en general, para el imperialismo de los Estados Unidos. Se ha convertido en un desastre. Las fuerzas armadas de los Estados Unidos han tenido que retirarse de Irak sin haber alcanzado ni uno solo de los objetivos fundamentales que se habían fijado al ocupar el país. Han debido abandonarle sin siquiera mantener una sola base, nada, sin siquiera ejercer un control sobre el gobierno, que está bastante más bien bajo la influencia de Irán. La primera cosa que el gobierno de Irak ha hecho tras la salida de las tropas americanas ha sido negociar un acuerdo de armamento nada menos que con Rusia. Irak ha sido un desastre para los Estados Unidos.
Se encuentran por tanto en una posición de gran debilidad. Los Estados Unidos se sienten muy débiles en la región y han permanecido en un segundo plano durante las operaciones de la OTAN en Libia, manteniendo un perfil bajo, contrariamente a cualquier otra operación precedente, fuera llevada a cabo por la OTAN (como en Kosovo o en Afganistán) o no (como en Irak). Se puede constatar muy claramente la impotencia de Washington en el caso de Siria. En esta situación, la única fuerza por la que podían apostar eran los Hermanos Musulmanes.
El emir de Qatar es quien ha arreglado el acuerdo, gracias a su posición de principal patrocinador de los Hermanos Musulmanes desde mediados de los años 1990. Washington ha llegado a apostar por los Hermanos Musulmanes porque ha perdido sus aliados habituales, como Mubarak y Ben Ali. Como hemos entrado en una nueva fase en la historia de la región, Washington tiene necesidad en adelante de una fuerza que disponga de una base popular real. La única fuerza disponible que han encontrado son los Hermanos Musulmanes, con los que están bien dispuestos porque tienen con ellos una larga historia de colaboración. En el curso de los años 1950, 60 y 80 y hasta los años 1990, los Hermanos Musulmanes estaban alineados de hecho con los Estados Unidos, en particular durante los años 1950 y 1960, cuando eran vistos en el conjunto de la región como colaboradores de la CIA. Fue el papel que jugaron en realidad, cuando trabajaron contra el presidente egipcio Nasser y contra la influencia soviética en estrecha colaboración con la CIA, con los Estados Unidos y con el reino saudita. Entonces estaban patrocinados por los sauditas, antes de que pasar a estarlo por Qatar en los años 1990.
Washington apuesta pues, de nuevo, por ellos. El papel jugado por Morsi en el episodio de Gaza no es de hecho más que la prosecución del papel que jugaba el régimen de Mubarak en el pasado, pero con una eficacia mayor debido a que Hamas constituye la rama palestina de los Hermanos Musulmanes. Disponen por tanto de una mayor influencia sobre Hamas y han podido, por consiguiente, negociar este acuerdo y obtener las felicitaciones de los Estados Unidos. Washington apuesta por esos tipos, tanto en Túnez, como en Egipto, y como en Siria en el futuro, cuando caiga el régimen. No hay un país de la región en el que los Hermanos Musulmanes no estén presentes y no jueguen un papel importante. Por eso Washington apuesta por ellos y se ha mostrado extremadamente reservado en sus comentarios sobre lo que ocurre en Egipto. La administración Obama se mostró de hecho más dura en sus críticas a Mubarak que en las que dirige a los Hermanos Musulmanes.
-¿Puedes decir algo sobre Siria? En este momento preciso el conjunto del proceso es increíblemente difícil y violento del lado del gobierno, y no existe unanimidad en el seno de la oposición, ni siquiera en el seno de la izquierda opuesta al régimen, en la medida que segmentos de la izquierda parecen apoyar al régimen. ¿Puedes comentar la situación en Siria?
-Siria no constituye una excepción en relación al conjunto de los levantamientos de la región, en el sentido que nos encontramos frente a un régimen dictatorial, en realidad uno de los más despóticos de la región (junto a la Libia de Gadafi y el reino saudita). De otra parte, se trata de un país en el que la crisis socioeconómica ha sido muy profunda, con una tasa de paro muy elevada, una tasa de pobreza que se eleva al 30% y, además, una familia reinante que concentra el poder y la riqueza en un grado increíble. El primo del presidente sirio controla el 60% de la economía del país. Su riqueza personal está estimada en 6 millardos de dólares. Los ingredientes de un cocktail explosivo estaban reunidos. Y ha estallado.
En la izquierda están los comunistas que participan en el gobierno sirio. Es una tradición que existe desde los tiempos de la Unión Soviética, que mantenía relaciones estrechas con el régimen sirio –relaciones que han proseguido con la Rusia de Putin. La mayoría de la izquierda, por no decir toda la izquierda en el sentido verdadero del término, está en contra del régimen. El partido de izquierda más importante está representado en el del Consejo Nacional Sirio: se trata del ala disidente de los comunistas, que se escindió en los años 1970 y se ha opuesto a la colaboración con el régimen.
Creer que el régimen sirio es “de izquierdas” o, peor, que Assad es “un socialista, un humanista y un pacifista” como ha declarado Chávez de forma tan fatal es, en el mejor de los casos, ignorancia. Cualquiera que se reclame de la izquierda no debería tener la menor duda en apoyar totalmente al pueblo sirio en su lucha contra esta brutal dictadura, explotadora y corrupta. Más allá de esto, en Siria, como en cualquier país de la región, entre las fuerzas que luchan contra el régimen hay integristas islámicos. También ocurría tanto en Túnez como en Egipto. Esto no debe ser tomado como un pretexto para denigrar al conjunto del levantamiento. En Siria, como en todas partes, la izquierda debe apoyar sin dudar al movimiento popular contra la dictadura y, mientras lo hace, especialmente cuando las dictaduras son derrocadas, debe apoyar a las fuerzas más progresistas del movimiento, siguiendo el proceso de radicalización en el seno mismo de la revolución que Marx llamó “revolución permanente”.