Caracas, diciembre 9 - En pleno fragor del conteo devotos luego de las elecciones municipales en Venezuela, el periodista español Juan Carlos Monedero comenzó a sacar cuentas. A diferenciade la derecha, Monedero, que sí sabe contar, hizo el cálculo quedefine este nuevo triunfo de las fuerzas de la Revolución.
A continuación su análisis:
Ganar sin Chávez, consolidar el chavismo
Dijeron que era un plebiscito y fueron con todo. Que los ricos siempre van sobrados. Aún más si te apoyan los Estados Unidos. Contaban con que el empujón definitivo contra Maduro venía este 8 de diciembre. Llevaban unos meses en la tarea. Desabastecimiento inducido, sabotaje eléctrico, acaparamiento, inseguridad. Más los errores propios del gobierno (que eso ya lo ponen ellos). El mismo escenario que le prepararon a Allende antes del golpe de 1973. Desde Estados Unidos, Roger Noriega escribió la tesis del colapso total, que vendría a rematar, cuando la situación fuera insostenible, el ejército norteamericano. Que Venezuela tiene demasiado petróleo. Pleno acuerdo de una parte importante de la oposición. Por fin, el chavismo aniquilado. Fin de la pesadilla. Malditos rojos.
Dijeron que las elecciones eran un plebiscito. Que andaban convencidos. Y lo repitió El país y el ABC, El Mundo y Clarín, el New York Times y Newsweek, la CNN y la RAI, Excelsior y el Heraldo. Eran elecciones municipales, pero ¿a quién le importa? Se presentaban alcaldes y concejales que debían rendir cuentas de baches, suministros, agua, mercados o el tráfico. Elecciones municipales por vez primera sin Chávez. ¿Para qué perder la ocasión? Dijeron que eran más que unas municipales, que el chavismo sin Chávez estaba herido mortalmente, que si no cayó en las elecciones presidenciales, las que ganó Maduro por la mínima, ahora sí, ahora iba a tener que abandonar el Palacio de Miraflores (Elecciones cuyo resultado la oposición no reconoció, con resultado de 11 asesinatos y, de manera insólita, sin la imputación del líder Henrique Capriles, instigador de la desobediencia con resultado de muertes).
La situación llegó a ser dramática. ¿Son libres unas elecciones en las que la oposición tiene la capacidad de golpear la legitimidad del gobierno a través de una guerra económica? ¿Qué hubiera pasado si se hubieran suspendido las elecciones por esa ofensiva de la oposición? ¿Acaso no las estaba suspendiendo la oposición con su capacidad de presión económica? Dijeron que era un plebiscito, y actuaron como si fuera una lucha a muerte. Que cuando la derecha no está en el poder, no le hace muchos ascos a romper las reglas del juego.
Pero a la fuerza ahorcan. Maduro despertó. El gobierno bolivariano se libró del shock de la ausencia de Chávez y reaccionó al sexto mes (las elecciones que hicieron Presidente a Maduro fueron en abril). Puso en marcha una nueva misión, la Gran Misión Barrio Nuevo-Barrio Tricolor (que volvía a atender a los más humildes); decidió ir contra los especuladores que estaban ganando hasta un 3000% (sí, un tres mil por cien) aprovechando que recibían dólares subvencionados desde el gobierno para importar, robando a los venezolanos el sueldo mensual con sus abusivos precios (especialmente a las clases medias). Y detuvieron a unos cuantos corruptos de nivel medio. Al tiempo, la oposición calculó mal las ganas de batalla de la población, quien terminó recriminándoles su ánimo insistentemente golpista y vehementemente saboteador. Presentaron las elecciones como un plebiscito. Porque iban a tumbar a Maduro. Y cavaron su estúpida tumba. O no, que también para la oposición vale ser del Caribe y les aplica lo del realismo mágico.
Maduro sacó a Capriles un 1,5% en las elecciones de abril. En estas elecciones, le ha sacado el 6,5%. Casi esa distancia a la que nos había acostumbrado Chávez. Los que presentaron las elecciones como un plebiscito ¿no debieran asumir que lo han perdido? Y obrar en consecuencia. A no ser que sean simplemente unos bocazas que sólo juegan a la desestabilización.
La oposición ha ganado algunas alcaldías muy grandes –con ciudades de las más pobladas del país, como Maracaibo, y también San Cristobal, la alcaldía metropolitana, Barquisimeto o Valencia, sin olvidar Barinas, la ciudad donde nació Chávez-, aunque en todas ellas por la mínima. En términos de porcentaje, el grueso de los municipios (más del 70%) está vestido de rojo. En porcentaje de alcaldías y número de votos, Maduro ha vuelto a revolcar a Capriles. Aunque no quieran hacer las cuentas. La Mesa de la Unidad lleva cuatro derrotas. Las dos últimas, sin Chávez. Si hubiera cielo o infierno, el Comandante se estaría riendo.
El proceso revolucionario de Venezuela se ha consolidado. Aunque, como bien sabemos en Europa, no hay derechos irreversibles ni situaciones eternas. El Plan de la Patria, segundo plan socialista de desarrollo económico y social de la nación 2013-2019, fue presentado por Chávez a su pueblo como programa electoral, votado mayoritariamente por los venezolanos, vuelto a presentar por Maduro en las siguientes elecciones presidenciales, vuelto a votar popularmente y, ahora, tras ser aprobado por la Asamblea, vuelve a ser ratificado en las elecciones municipales donde el chavismo ha aumentado la distancia con la oposición. En algunas alcaldías el chavismo fue dividido. En Maturín, contaba Maduro en esta noche electoral, perdió el Gran Polo Patriótico por 2000 votos frente a la Mesa de la Unidad. Un candidato disidente del chavismo que decidió presentarse sacó 40.000 votos. Ganó la derecha. La unidad, de la que tanto hablaba Chávez, parece necesaria cuando se opta por la vía electoral.
En 14 años, los venezolanos han tenido 19 elecciones. El chavismo ha ganado 18. Estas últimas fueron presentadas como un plebiscito por la oposición. Pensaban que, con la tensión económica, con la ausencia de Chávez, con el durísimo ataque mediático nacional e internacional, el “hijo de Chávez” ya estaba fuera. Pero no ha sido así. Maduro ha ganado. Y ha acumulado fuerzas para ahondar en las medidas socialistas que se estaban haciendo esperar. Hay voces que dicen que los socialdemócratas de la Mesa de la Unidad, Acción Democrática, andan cansados de los comportamientos de extrema derecha de parte de las fuerzas de la oposición. La que presentó estas elecciones como un plebiscito. El que han perdido. ¿Dimitirá Capriles? Mientras que la oposición se aclara, la revolución bolivariana sigue su rumbo. Algo debió hacer bien Chávez cuando en su ausencia su obra sigue. Su pueblo ha salido a festejar a la Avenida Bolívar. A diferencia de las últimas elecciones, cuando la oposición salió a matar gente, esta noche gobierna la alegría en Caracas. Chávez no ha arado en el mar. Maduro ha hecho su parte. Ahora, como siempre, le corresponde al pueblo seguir alumbrado soluciones. En una discusión en el barrio de San Agustín, una mujer le dice a otra: “¡Ay chica, tú es que hablas como Chávez!”. Y la señora le contesta: “No, es que Chávez hablaba como nosotros”. Y así anda este pueblo. Hablándose, encontrándose, convocándose.