A riesgo de parecer fastidiosos o ser acusados de inquisidores, debemos insistir en advertir que si la corrupción frena la revolución, tenemos la obligación histórica de frenar la corrupción para garantizar el avance de la Revolución Bolivariana.
El cuadro político e institucional que se ha configurado en Guayana, con las últimas decisiones del Gobierno Nacional en su acertado empeño de frenar la corrupción y enfrentar las implicaciones que ésta conlleva, coloca al chavismo ante un debate que nos debe conducir a corregir errores, deponer actitudes, desechar la soberbia y abrir espacios de participación política que permitan recomponer el cuadro político y redefinir estrategias para retomar el rumbo y seguir avanzando.
Es imprescindible entender que la lucha contra la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia es parte de legado del Comandante Chávez que asumió el Presidente Nicolás Maduro para consagrarla como una Política de Estado. No son decisiones aisladas y/o casuales. La detención y enjuiciamiento de funcionarios públicos de diferentes niveles jerárquicos nunca antes se había asumido con tanta celeridad. Los tiempos del emblemático “chinito de RECADI” se acabaron, ahora se toman las decisiones “caiga quien caiga” como lo anunció, oportunamente, el Presidente de la República. Es otra batalla de la Revolución Bolivariana.
Por lo tanto, la lucha contra la corrupción, en Guayana, no se puede diluir en las contradicciones del discurso moralista que pretende imponer Andrés Velásquez para presentarse como adalid de la asepsia pública. Ese discurso de Velásquez proclama una gama de principios abstractos que conviven armónicamente con prácticas inmorales que marcan su quehacer político en la región y el país. Velásquez está, históricamente, descalificado para hablarle a este pueblo de corrupción.
Son muchos los hechos que pudiera señalar sobre la actuación de Velásquez. No pretendo convertirme en su acusador porque se puede confundir con una acción para defender a quienes hoy están siendo investigados por delitos contra la cosa pública. Solo debe quedar claro que la lucha contra la corrupción en Guayana es una política del Gobierno Nacional dirigida por el Presidente Nicolás Maduro y nada tiene que ver con el sainete publicitario de Velásquez y su viejo socio, un dilecto empresario de la desinformación.
Ahora bien, la detención del ex presidente de Ferrominera del Orinoco, 2 gerentes, el consultor jurídico, un militar y dos empresarios nos permiten inferir que hay un entramado de complicidades que invadió el tejido institucional hasta convertirse en un inmenso obstáculo que frena el desarrollo del proceso de cambio político y transformación social que lleva implícito la Revolución Bolivariana y al mismo tiempo es un espacio para negocios ilegales que han enriquecido a un selecto grupo de personas donde, seguros estamos, están involucrados sindicalistas, empresarios, funcionarios públicos, ilustres tecnócratas y dirigentes políticos. Muchos que hasta ahora no han sido mencionados. Este entramado ha perjudicado estructuralmente a Ferrominera del Orinoco hasta hacerla improductiva, lo cual se traduce en un daño a Guayana y su gente.
En la calle, el chavismo como expresión de esa inmensa franja social que se convirtió en la conciencia vigilante de la Revolución Bolivariana espera que se establezcan las sanciones correspondientes. Que se castigue a quien haya que castigar. Que se profundice la investigación “caiga quien caiga” como garantía de preservación del legado del Comandante Chávez.
Le corresponde a la dirigencia regional del chavismo (con mayor énfasis del PSUV) colocarse a la altura del momento histórico y tomar las decisiones que coadyuven a frenar la corrupción en todas sus expresiones. Sea cual sea el desenlace final de los acontecimientos, es necesario recomponer el cuadro político para seguir avanzando. No podemos dejar que el estado Bolívar caiga en manos de los enemigos de la Patria, ni filibusteros de oficio.
El momento histórico exige convocar la reunificación del chavismo, redefinir estrategias, abrir espacios de participación colectiva y articular un Plan de Trabajo para Guayana que vaya más allá de lo electoral…Si la corrupción frena la revolución, frenemos la corrupción…
Darío Morandy
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