El séptimo, no robar

Cuando la vida cristiana se convierte, para los que dicen creer en Cristo, en un cumplimiento de preceptos se hace mediocre y falsa. Un seguimiento de Jesús así, no transforma en testimonio la vida de las personas que se dicen creyentes sino que termina siendo un escándalo. La fe para quienes así actúan no pasa de ser un culto, un cumplimiento de ritos y de preceptos, por ejemplo ir a misa los domingos, bautizar a los niños, casarse por la Iglesia, pero eso acontece en un divorcio total con la a vida cotidiana de los negocios, la vida profesional y de relaciones, etc.

Por esa vía nos encontramos a “cristianas y cristianos” que muy bien pueden conjugar sin remordimientos su praxis religiosa con una vida sin ética y sin moral pública, etc.

La solidaridad es una virtud y un valor cuando es en favor de las causas de los desposeídos, pero la solidaridad con los procesos de pecado que llevan a la muerte y a la miseria a los más vulnerables o a la ruina de una comunidad nacional, es un pecado grave.

En esa perspectiva les invito a considerar lo que ya hace meses es noticia pública en nuestro país, la solidaridad de actores políticos con hechos comprobados como corrupción, es decir, como pecado grave en cristiano, y eso es un mal signo para la política venezolana. Por ejemplo ¿Quién puede decir que el desfalco al Banco Federal por parte de corruptos venezolanos es una cosa buena? Conozco familias que quedaron en la ruina y hoy siguen añorando el dinero que con tanto sacrificio habían ahorrado allí, ¿puede alguien que se confiesa cristiano solidarizarse con actos bochornosos como ese? Solamente alguien para quien el cristianismo sea un agregado social podría pasarle indiferente, pero una persona que se reconozca seguidora de Jesús no puede tolerar actos de robo como ese.

Por eso mi pregunta va a quienes se solidarizan con procesos de muerte como el robo y la usura, solamente por ser fieles a una ideología de partido. Aquí no se trata de defender ideologías ni partidos, sino de defender al país si es que realmente nos sentimos venezolanos, venezolanas. Ya basta de tanto discurso desvergonzado en los medios, argumentando que si la habilitante anticorrupción es para generar cortinas de humo, que es campaña electoral, que es para no decir nada sobre la crisis económica, etc. no, el pueblo llano y sencillo merece respeto como para que hoy pretendamos creerlo tonto engañándolo con falsas argumentaciones. No podemos ser solidarios con procesos que llevan a la muerte a una sociedad y al mismo tiempo llamarse cristiano. La corrupción en todas sus formas es un proceso de muerte. Pero eso también va en contra del más genuino humanismo universal y de la decencia ética que cualquier persona debe poseer fuera de cualquier creencia religiosa.

Ya desde hace bastante tiempo el país ha sido víctima del saqueo. Recuerdo allá por el año 1988 a un amigo, el padre Claude Martin, eudista canadiense que consagró parte de su vida a la consolidación de la biblioteca del Seminario de la Arquidiócesis de Mérida. Mientras Claude ojeaba un libro lo escuche decir para si esta frase “Venezuela, Venezuela, el país más rico del mundo” y yo me atreví a interrumpirlo para preguntarle admirado, ¿verdad padre? ¿Y esa afirmación donde la encontró? Y él me responde “hijo mío no lo he leído en ningún libro eso está a la vista, ¡cuánto hace que la están robando y todavía tiene¡”

Esa expresión hoy sigue teniendo vigencia porque los corruptos aún siguen presentes en el escenario público. Me pregunto entonces ¿es que acaso no nos ruboriza el ejemplo avergonzante de adultos y adultas, profesionales de este país, empresarios, políticos, padres y madres de familia defendiendo hechos clarísimos de corrupción? ¿Qué pensarán nuestros niños, esa infancia que crece silenciosa cada día en las aulas y en el seno hogareño siendo testigos de esas conductas cómplices de los adultos? Repito, ya no se trata de ideologías, es la más elemental ética cristiana que está en juego en un país occidental que se confiesa en su mayoría seguidor de Jesús de Nazaret.

El séptimo Mandamiento

El no robar es parte fundamental de la ética bíblica tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento vemos como Ex. 20,15 y Dt. 5,19 prohíben taxativamente robar. Luego en el Nuevo Testamento Jesús le da plena vigencia en Mt. 19,18. De este modo la corrupción es un grave pecado desde el punto de vista religioso. El Catecismo de la Iglesia Católica señala lo siguiente refiriéndose a este Mandamiento, “El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres” (#2401).

Yo creo que si miramos con optimismo el momento presente y somos capaces de deponer la visión individualista, podríamos afirmar que estamos en el mejor momento en cuanto a voluntad política para luchar como un solo pueblo en contra del pecado del robo. Hagamos del Séptimo Mandamiento la norma de vida y muchas cosas podrán cambiar para felicidad de todas y de todos.

La honestidad como valor.

Sostengo que los que hoy hacen corrupción son los mismos que no regresaban el vuelto cuando su mamá los mandaba a comprar en la panadería. Ayer se quedaban con un centavo hoy se quedan con el 75 % del presupuesto de una obra de infraestrucrtura. De aquí deduzco la necesidad de que las familias se conviertan en escuelas de honestidad desde la cuna. Si no enseñamos el valor de ser honestos, honestas el trabajo del docente, por bueno que sea, será perdido

@numamolina


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Numa Molina


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