Hay que cosas que nos acostumbramos a ver como de lejos, como impropias de nuestras costumbres. Hay conductas a las que, más por un nacionalismo ingenuo que por razones científicas, siempre imaginamos como propias de otras sociedades pero nunca de gente como nosotros. ¡Faltaría más! Esos actos de horror que vemos ejecutar a paramilitares en Colombia o a las bandas de narcotraficantes en México siempre nos fueron ajenas, difusas, distantes. Recuerdo cuando en aquella Caracas de los años sesenta, casi virginal todavía, se produjo el primer atraco al Banco Miranda en la UCV. La “Pesada” se llamaba la banda de atracadores colombianos que rompió nuestra virginidad. Nos parecía estar viendo una película. ¡Esas cosas no pasaban en Venezuela! La verdad fue que el veneno se inoculó en nuestra sociedad y hoy convivimos con atracos a diario con tanta familiaridad como lo hacemos con la arepa nuestra de cada día.
Igual nos pasó con los actos de sicariato y secuestro. Poco a poco los resortes naturales de resistencia ante lo desconocido fueron cediendo hasta hacerse tan familiares como la brisa. Confieso que aún conservaba la esperanza de que esas cosas con desenlaces de crueldad infinita jamás podrían ser ejecutadas por nuestros compatriotas ¡Nosotros no somos así! ¡Já!. Los hechos bochornosos que vemos cada día son un mazazo a la conciencia. Resulta que quienes ejecutan tales bestialidades son de los “nuestros” ¿Cómo podremos construir una sociedad socialista de amor y solidaridad con semejante mala hierba creciendo en medio de nosotros?
Todo esto tiene un nombre: CORRUPCIÓN ÉTICA fruto de un sistema –el capitalista- que todo lo justifica si hay ganancia de por medio. La corrupción que ha calado hasta el tuétano de los huesos tanto en el sector privado como el público de nuestra sociedad ¡Algo espantoso que representa el mayor enemigo interno de la democracia revolucionaria, su gobierno y sus instituciones. Significa la progresiva desintegración de una sociedad. Pobres robando a pobres representa la fractura del tejido ético-social de nuestra Patria. Un proceso inexorable que lo corroe todo. Una depravación de las costumbres por la cual el individuo desprecia todos los valores sociales y patrios para sustituirlos por los “valores” de la ambición y el oportunismo macabro en función de su codicia. La mala plaga de unos individuos que pierden por completo la noción del deber para auspiciar la cultura del más fuerte apoyado en las ventajas que le proporciona el delito todo lo corroe. Es algo que vale en esos semilleros de corrupción en que se ha convertido el dinero fácil proveniente de las corruptelas tanto en el gobierno como en la vida social ordinaria.
Un desafío formidable para toda la sociedad comenzando por el gobierno Revolucionario. Al no haber profilaxis moral, el individuo, perdido el dominio de su voluntad ética se entrega en los brazos del capricho y los instintos más salvajes. Extraviados totalmente los escrúpulos morales los derechos ajenos están allí para ser violados. Devienen así en agentes activos de destrucción social. Ninguna otra escuela gradúa más y mejores discípulos que la escuela de corrupción del sistema capitalista. Con todos los medios a su alcance el sistema capitalista corrompe cada día a todos, comenzando por los niños: ser feliz es tener éxito; tener éxito es tener dinero; llegar al dinero es lo más importante y… ¿cómo se llega al dios dinero que todo lo resuelve?... eso es lo de menos. Ese es el mensaje diario que llega los hogares a través de esa ventana de las miserias que son los medios de difusión, la publicidad y la calle.
La solución a este gravísimo problema exige dos tipos de acciones: una Inmediata y otra de largo aliento. En lo inmediato: ¡castigo!, ¡castigo ejemplar y expedito! El que delinque y quienes lo estimulan tienen que concluir que el crimen no paga. La impunidad es el mejor estimulante para el delito. Gonzalo Barrios, aquel icono adeco que consultaban los domingos en su casa de las Mercedes, decía con razón que “en Venezuela no hay razones para no robar” ¡Estaba claro el caballero, por eso aquel pacto hizo implosión! Recuerdo a un personaje (Santaella) involucrado en el robo de un dinero con motivo de la compra del avión presidencial de Carlos Andrés Pérez, siendo recibido como un héroe a las puertas de la cárcel Modelo, nada menos que por lo más exquisito de la sociedad venezolana, al punto que uno podía confundir la imagen con cualquiera de las páginas de sociales del Nacional: Las mismas caras, la misma displicencia orgullosa y hasta la misma complacencia. ¡Un acto social, pues! ¡Todo un cuadro de la degradación moral de aquel momento!
A largo plazo el problema ético requiere métodos estructurales para su abordamiento. Un proceso más lento pero más de fondo. La principal forma de combatir la corrupción moral es educando a los niños. Es allí donde ciertas conductas deben recibir rechazo y otras deben ser estimuladas. El acto inmoral debe producir rechazo a quien lo ejecuta. El acto solidario debe recibir refuerzo. La valoración del SER por encima del TENER tiene que ser el centro de toda la acción educativa. No hablamos de DERECHOS HUMANOS, sino de DEBERES CON LA SOCIEDAD. Los actos egoístas, la corrupción moral, aún en los más pequeños gestos tienen que ser proscritos. Hay que transformar todo el sistema educativo. Todos los medios tienen que estar al servicio de los valores sociales más elevados. Todas las energías y posibilidades tienen que orientarse a este fin. Aquí entran esos verdaderos jinetes del Apocalipsis que son los medios de comunicación masivos. La industria de la publicidad no puede seguir vendiendo al precio moral que sea. Hay que ponerle coto a esto… o la sociedad venezolana y su revolución tan querida tienen frente a sí un futuro muy incierto.
¡SOCIALISMO O BARBARIE!
AMANDO VENCEREMOS