Existen pocas esperanzas para las víctimas del desorden establecido. Todavía en la actualidad, la prensa recibe periódicamente declaraciones elogiando el periodo de antes de la Revolución. Ahora bien, recientes cálculos han demostrado que, la producción en el último año de Gobierno Revolucionario ha descendido vertiginosamente. Causas: el Gobierno se convirtió en Buhonero, mala administración, funcionarios corruptos e incapaces, buenos para robar. Todas las tierras recuperadas por el Comandante Chávez están abandonadas, cubiertas de monte. La agricultura de este Gobierno es la política de puertos, todo se importa, cero producción. La moda actual es la buhonería, colas inmensas para conseguir alimento de la cesta básica para la reventa. El día 7 de los corrientes había una cola desde más allá de La Bandera y hacia el Valle, hasta los monolíticos de los Próceres. (Miles de personas) La gran mayoría de esa gente está dedicada a la buhonería, los artículos a comprar no son para consumo personal, sino para la reventa. En este contexto, todo esfuerzo para corregir las desigualdades tomó el aspecto de una expedición punitiva contra las clases más desfavorecidas.
Sabido es que no puede haber expansión duradera sin cierta estabilidad política, puesto que la inflación y la especulación quebrantan los equilibrios fundamentales del salario. Por su incapacidad la clase dirigente está un paso atrás de lo que acaece en el país. El nuevo criterio engloba el antiguo, aunque condenando el estancamiento y, por el mismo camino, el orden eterno de cosas en que la burguesía funda su doctrina.
La elección del nuevo indicador de la buena gestión impone una revisión, a fondo de la clase dirigente y de su calidad humana. Obliga a estudiar los engranajes de la producción, y a entrar en una dinámica extraña a su visión del país. Todos deben reconocer que un crecimiento rápido y duradero de la producción es el punto de partida de toda política, interior o exterior.
Pero no es menos cierto que el grado de economía, prosperidad y justicia social —tres cosas lijadas entre sí— a que puede aspirar un país que está en función de su grado de producción. Un pueblo de fuerte crecimiento goza de libertad para definir la forma de su modo de vida, porque puede fijar la jerarquía de sus prioridades. Un pueblo estancado por causa de malos dirigentes no ejerce realmente su derecho de autodeterminación.
Señores de la clase dirigente; el crecimiento tiene por corolario el cambio. Para enriquecerse, no hay progreso sin abandono de derechos adquiridos, sin desprenderse de utillajes, conceptos y calificaciones pasados de moda. La famosa crisis de los mandos de hace más de cuarenta años es resultado de una colisión entre un sistema de formación estancado y unas técnicas en movimiento. Sin embargo, este cambio debe ser todo lo contrario del trastorno de aquel puntofijismo. Señores del PSUV. No puede ser una sucesión de tempestades y de calmas: es un reajuste incesante. El cambio es el crecimiento mismo, que tiene menos de suma que de sustitución, menos de acumulación que de transformación. Las actividades nacen, crecen, se elevan, declinan y mueren en la fiebre de destrucción creadora.
La permanencia de un estado de cambios trastorna ideas tradicionales sobre el arte de gobernar. Conservación y buena gestión se convierten, forzosamente, en términos antinómicos. El Gobierno que no vela incesantemente por la adaptación del pueblo a una mejor calidad de vida, y del mejor funcionamiento de las estructuras es un mal administrador, de la misma manera que el ingeniero que vive de un acopio de conocimientos es un mal técnico.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!