¿Burócratas ambientales en vías de extinción?

¿Burócratas ambientales en vías de extinción?

¿De qué difícil amarre, de qué extraños designios procederán los amagos y
las desacertadas maneras de entender el flujo de los ríos, la clorofila de
los mangles y la cosmovisión de los pueblos indígenas asentados en este
espacio conocido como estado Zulia?

Aún cuesta zafarse de la peligrosa inercia que han dejado las redondeadas
monedas del lucro. Priva en las cofradías de gerencia ambiental zuliana la
acumulación ciega de información y las acciones no logran convencer y, mucho
peor, no terminan de abrir las exclusas para el paso de aguas más
oxigenadas, más sabias y más cercanas al padecimiento socioambiental de esta
bioregión atestada de acre desarrollo.

Sin colectivo, sin contradicción ni pluralidad sólo “se cuecen las habas”
de la inútil retórica, del lema que no traspasa las ganas de hacer en
concreto por la gente y su entorno. Se evaden, desde las instituciones y
desde el alma de quienes las pueblan, compromisos históricos y éticos,
abonando así de más incredulidad la directriz que apuntaba hacia necesarias
y urgidas transformaciones radicales de la problemática ecosistémica y
sociocultural de este, nuestro Estado petrolero.

De este goteo de lágrimas y de esta lastimera sinopsis, sin duda, siguen
beneficiándose los sectores llamados y obligados constitucionalmente a
convocar a la ciudadanía al gobierno soberano de sus asuntos
medioambientales. De esta paquidérmica y nefasta actitud sólo se benefician
los desmovilizados ocupantes de cargos de trabajo en institutos como el
ICLAM (Instituto para la Conservación del Lago de Maracaibo) y en el
Ministerio del Ambiente. Digo se benefician pues, en medio de la debacle
natural que todos estamos contribuyendo a acrecentar, ellos son los más
cercanos a la promoción y activación de políticas verdaderamente
innovadoras, que terminen de destronar la infinita modorra que todo lo
pospone o lo hace “plan estratégico e integral de saneamiento lacustre”
condenado a la extinción.

Mientras las trasnacionales carboníferas irlandesas, japonesas, chilenas,
holandesas y estadounidenses ven servido el banquete para la exploración y
explotación del mineral en suelo perijanero con el visto bueno del alto
gobierno, en paralelo observamos con profundo horror patrio como nuestros
hermanos indígenas ven dilatados en el tiempo los compromisos consagrados
constitucionalmente de demarcación y respeto por sus tierras ancestrales. La
acidificación de los ríos y mantos acuíferos así como la incrementada
deforestación de las subcuencas de nuestro Lago de Maracaibo, pone en jaque
el suministro de agua potable de los Municipios Mara, Maracaibo, Jesús
Enrique Lossada y Miranda (en la Costa Oriental del Lago) al sedimentar
nuestros embalses y al trastocar con minas a cielo abierto el ciclo natural
del agua en la región.

Es asombrosamente invisible el accionar de nuestros fiscales ambientales y
la contraloría se hace “agua y sal” toda vez que nuestros vecinos se
organizan y denuncian y encuentran la inmensa e impotente pared del
burocratismo y la insensibilidad propia de los desalmados “servidores
públicos medioambientales” .

Este es nuestro estado, territorial, geográfico y mental: Socavado y
expuesto al bisturí del corrosivo “progreso”. Estado que sólo conoce de
estadísticas comerciales pero que nada comenta de las cosmovisiones y los
modos de vida que se va llevando a la tumba con su ajetreado y estridente
ritmo.

Las autoridades ambientales en la región al concentrarse en la actitud
publicitaria y esnobista, ancladas en la fraseología de lo sustentable y en
la estrechez de la “ciencia objetiva”, encandiladas con la cascada de lo
inmediato y lo fútil, no están en capacidad humana, lo sabemos y padecemos,
de asumir los costes naturales (y por ende humanos) de tanto oropel y tanto
desorden en la planificación de nuestros frágiles espacios naturales. Siguen
concentrando poder y alimentando nóminas de futuros embaucadores del tema
ecológico.

Sin pluralidad, sin dinamismo y dialéctica, deberían necesariamente saberlo
como autoridades centradas en la salvaguarda y manejo de los sistemas
naturales, nada es posible para lograr definir y activar políticas
ambientales. La gente seguirá frustrada y aquejada (como ahora) de tanta
sordera gubernamental y comenzará por desbordar (sin duda alguna) y superar
la muralla que se ha construido con el discurso encendido y el accionar
apagado de las instituciones ambientales nacionales, regionales y locales.

Se hablan de planes y proyectos, de congresos y datos racionalmente
integrados con la mejor de las intenciones y seguimos viendo como la
industria camaronera, por ejemplo, descarga sin un control efectivo y propio
de estos tiempos de tecnología, sus aguas residuales al cuerpo de agua que
conocemos como Lago de Maracaibo.

La gente está organizándose y se está hartando de este simulacro
institucional que todo lo vuelca en avances y logros en pro del saneamiento
del ecosistema estuarino. Una inmensa hipocresía gubernamental sirve de
tierra fértil, muy al pesar de las instituciones ambientales, para la toma
de conciencia colectiva y para la construcción de un nuevo poder decisorio
en cuanto al ordenamiento territorial del Estado sin menosprecio de nuestras
fuentes de agua y vida, sin atropellos y muertes para nuestros indígenas,
campesinos y afrodescendientes.

Estamos construyendo esto mientras, en paralelo, la desdibujada Corporación
para el Desarrollo del Zulia (CORPOZULIA) sigue promoviendo por medios
masivos de comunicación en la región la criminalización de los que, con
inmensos, sanos y lógicos argumentos, promovemos una manera más humana de
asumir la economía sin menoscabo de las etnias indígenas que hacen vida en
nuestra región diversa. Así de paradójica, asimétrica y pedregosa es esta
construcción del nuevo poder popular ligado a la toma de decisiones
medioambientales más acordes con nuestra realidad histórica, sociocultural,
política y económica.

Huele a muerte la ignorancia burocrática. Carga a cuestas, desde las
oficinas confortables del ministerio y la fiscalía, desde los laboratorios
asépticos de las “neutras” universidades públicas, una deuda imposible de
pagar si no termina, en digno accionar frente a los ojos del colectivo
zuliano y nacional, de zafarse de tanta hediondez gerencial. Se están
perdiendo de la digna, nueva y más justa construcción social.

Los que olemos a tierra y lluvia, los que nos maravillamos de las libélulas
y pensamos en el alimento sin la tóxica influencia de los fertilizantes y de
la “tecnología corporativa” de los transgénicos, seguimos insistiendo en su
conversión hacia una más viable manera de planificar las acciones que
afectan a la tierra, al agua y al aire que a todos pertenece.

Soberanía es no dependencia, es empoderamiento real, tangible, decisorio y
colectivo; no una mueca exógena típica de los excesos del libre comercio que
aún aplauden “a mano roja” en nuestros espacios gubernamentales regionales y
locales asociados al manejo de los ecosistemas naturales.

Despabilen de una buena vez y terminen de dar solidez al clamor que les
convoca al asesoramiento y no a la mudez. Ubíquense desde ya, justo ahora,
en la real situación: son ustedes servidores públicos, no reposeros ni
continuistas de la debacle ecosistémica.

Este estado tenso en el que deambulamos sin reconocernos como puerto ni
colectivo lacustre; este estado ajeno a sus montañas, ciénagas y costas,
está llamado a erigirse de una sentida y necesaria vez en un estado más
consciente de las huellas que deja como sociedad en el trayecto que
colectivamente está llamada a transitar.

Biólogo/Maestrante en Ecología Acuática LUZ
Profesor UBV-Zulia


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