Sucedió en Catia, parroquia Sucre, Caracas. Específicamente en el cafetín de un conocido colegio. Lo narró la administradora del pequeño local acondicionado para ofrecer chucherías, golosinas, jugos, agua y empanadas.
Hace poco llegó el camión que distribuye las botellitas de agua. Marca Minalba, para más señas. Del jefe del transporte privado recibió un paquete de 24 unidades a cambio de mil 400 bolívares, que ella le pagó en medio del ajetreo típico de ese tipo de transacción donde la demanda de la muchachada y los docentes más el sonido del timbre, aturden a cualquiera.
Cuando todo estuvo en calma, se percató del robo del que había sido víctima por parte del representante de la empresa hídrica: canceló –como ya indicamos– mil 400 bolívares en lugar de Bs 168 que era la cifra real y exacta a honrar. "La botellita marca 12 pero yo la pago a siete para ganarle cinco", explicó. O sea, finalmente cada envase le fue vendido a 58 bolívares que representa casi 500% por encima del precio justo.
A ella, honrada por la calle del medio, no le quedó más remedio que despachar cada unidad al precio exacto y asumir una doble pérdida económica que la llevó a la siguiente e interesante reflexión sobre la distribución de los productos: "¿No será por esto que nadie tiene harina, café ni leche en las casas pero en los negocios sí hay empanadas, arepas y café en sus diferentes presentaciones y bien caro por cierto?".
Su conjetura me hizo recordar un episodio que viví hace casi tres años cuando el carretillero de un camión de leche pasteurizada me dijo, sin que nadie lo convocara, que el dependiente de la panadería con el que yo discutía por el precio del litro del producto no podía vendérmelo al PVP justo, porque él se lo entregaba más caro de lo que allí marcaba. Malandraje frontal, pues.
Que no quede duda: ese es otro nivel de la guerra económica contra todas y todos nosotros. Autoridades como el Sundde, tienen la palabra.
¡Chávez vive…la lucha sigue!