Situada la corrupción como una de las tres cuestiones que más preocupan al pueblo, vamos a abordar las medidas que estimamos urgentes para paliarla, partiendo de la base de que erradicarla de manera absoluta es imposible. En la condición humana anidan el egoísmo, la codicia, el ansia de dólares y lujo. Naturalmente, en unos más que en otros. Como dice el dicho popular, a nadie le amarga un dulce.
Partiendo de esta realidad, los poderes públicos y las instituciones han de poner en marcha mecanismos para disuadir a los malandros de "meter la mano", e imponer castigos ejemplarizantes.
La corrupción debe ser abordado en tres frentes: el educativo, el preventivo y el represivo. En el aspecto educativo, desde la infancia, en casa, en la escuela, en la universidad… Tenemos que mentalizar a niños y a jóvenes de la rentabilidad social de actuar con ética y fomentar en su formación los valores de convivencia y solidaridad. Comprendemos que dirán que esta medida poco podemos lograr, y es cierto en el plazo inmediato, pero la educación en valores es fundamental en las primeras fases de nuestra vida, pues son las que determinan en gran medida los comportamientos futuros.
Desde la óptica preventiva, podemos luchar contra la corrupción con una legislación que dificulte las prácticas corruptas y que contemple medidas durísimas capaces de conseguir que quien tiene tentaciones se lo piense dos veces, que sepa que el castigo será rápido y contundente. Una administración transparente, con funcionarios ajenos a los políticos que apliquen las resoluciones con conocimiento de lo que hace por parte del pueblo dificultaría la actuación de los corruptos. La transparencia constituye la primera herramienta de lucha contra esta lacra. Cuanto mayor sea la facilidad de acceso a los datos, más difícil será el empleo de subterfugios o componendas.
Como con la educación y la prevención no es suficiente, resulta vital un cambio radical en las medidas represivas. La impresión mayoritaria de los venezolanos es que esto no funciona. Quién la hace, no la paga. Las cárceles están llenas de roba cambures, pero a quienes se lo llevan crudo, salvo alguna excepción, no les pasa, no les pasa nada. Compartimos absolutamente el desaliento y el escepticismo que esto provoca en el pueblo como consecuencia de la lentitud de la justicia y su politización.
El Código Penal sanciona las conductas de corrupción. Se castiga el cohecho (soborno), la malversación de dineros públicos, el tráfico de influencias y la prevaricación (tomar una decisión injusta a sabiendas). Curiosamente, no incluye algo suscrito por Venezuela en las Naciones Unidas y que la mayoría de los países democráticos tipifican como delito: el enriquecimiento injustificado. ¿Cuántos podrían ser pillados si fuera obligatorio justificar lo que tienen a nombre propio y de familiares y testaferros? A todos nos llama poderosamente la atención ver cómo malandros de nuestro entorno han prosperado espectacularmente en poco tiempo.
Bueno sería introducir legislación que aminore las penas de quienes ofrecen pruebas concluyentes para la investigación y el castigo de la corrupción.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!