Venezuela y la clase dirigente

Harto reciente y escandalosos, harto sensibles al pueblo, los excesos del poder, y más que crueles los padecimientos. Leyes que hacen espantosa la suerte de los trabajadores; leyes que entronizaron la usura, que aconsejaron la avaricia, que autorizaron las más bárbaras persecuciones; leyes que están destruyendo las FNB, que mandaron demoler nuestras fortalezas, que comprometieron grandes porciones del territorio; leyes que convirtieron al clero en máquina de dominación, y que buscaban la perpetuidad de los mandatarios haciendo instrumentos políticos el incensario, el tribunal de la penitencia y la Cátedra del Espíritu Santo; leyes que degradaron a los antiguos servidores de la Patria; leyes que esclavizan los establecimientos de la Educación; leyes que gravan con fuertes pechos los estudios, para dificultarlos y hacerlos imposibles al talento y a la aplicación del pobre; leyes que han delegado, traspasado y confundido los altos y distintos poderes que separó la Constitución; leyes que han carecido de la justicia, y otras que la han embrollado, y otras que han hecho perpetuos los pleitos, y otras que han privado de toda garantía a los contratos, y engendrado y preparado así nuevos e innumerables litigios, cual mina de inmoralidad y depredación; leyes vengativas que se han llamado perdones; y perdones que se han llamado castigos; leyes que han empleado la angustia soberanía del pueblo en desahogar rencores personales, en establecer patrimonios individuales, en crear y suprimir tribunales y magistraturas, y comisiones y empleos, para premiar y castigar al amigo y al enemigo; leyes destructoras de la igualdad en la milicia, y en las letras y en el ejercicio de los derechos civiles; leyes, en fin, que llevándonos a inmensa distancia del código fundamental, han destruido la Patria y conducidóla a los umbrales de la desesperación.

Es sin duda la cuestión económica la que debe llamar con toda preferencia la atención de los venezolanos, porque sólo con su triunfo puede asegurarse del equilibrio social y quedar bien garantizada la libertad. Sin independencia son ilusorias las ventajas de nuestra organización política, y quiméricos todos los derechos y garantías. El malestar y aun la indigencia, devoran ya al pueblo; y en semejante situación los sufragios pueden no ser el eco de la conciencia y del patriotismo, y sí de la necesidad y del egoísmo. No busquemos un pueblo de héroes, porque sólo encontraremos un pueblo de hombres y mujeres, sujetos(as) a la suprema ley de su conservación y con todas las debilidades de la especie. Esta sola consideración persuade, que todos nuestros esfuerzos deben dirigirse principalmente a conquistar la independencia personal del pueblo, a sacar a la Nación del malestar que la agobia; porque, digámoslo de una vez: en una República de indigentes no puede haber libertad.

Venezuela espera una ley justa y equitativa que dé garantías a los acreedores sin sacrificarles los deudores, que tienen igual derecho al amparo y protección de los poderes públicos.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

 

 



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Manuel Taibo


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