Un hondo malestar

La corrupción la que explica el desborde delictivo que hay en el país. Ya ni siquiera la vida tiene un valor en nuestra tierra. Y esto lo decimos porque es la delincuencia de arriba la que explica la delincuencia de abajo. Y esto porque toda la nación es una pirámide. Si en su punta hay honestidad en su base la habrá también. Pero cuando arriba no sólo hay delitos sino estos son impunes, y como consecuencia no hay ejemplo de moralidad, la ética de la base de la pirámide también estalla.

Cuando el pueblo habla, y lo hace una y otra vez, cada hora, en cada encuentro con otro igual, expresa su desacuerdo y sus tensiones. Por ello debe ser escuchado. Si no, podrá tomar el sedero del despeñadero. En él se perderán veinte años de desarrollo social. Y como experiencia en el camino de un pueblo es mucho tiempo, rico en alternativas. Positivas y negativas.

Si observamos todo esto, hay pocas esperanzas. Estamos sobre un volcán pronto a explotar si el gobierno se niega a escuchar, a implementar cambios, a hacer cesar el destructor malestar social producido por el bachaqueo y el “dólar today”. El pueblo está sufriendo y la evolución no se puede construir con seriedad si ésta no responde a las necesidades del pueblo, sino le permite vivir con dignidad y realizarse humana y espiritualmente.

De allí que nuestros dirigentes en estos cruciales momentos están en la obligación de no olvidar la admonición del Libertador, dicha el 15 de febrero de 1819, ante el Congreso de Angostura: “El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”. Y la Revolución, aunque nos duela decirlo, no ha logrado en los últimos diez y ocho años ofrecer una posibilidad de realización a todos, no ha dotado al pueblo de una verdadera seguridad social, lo cual nos lleve a un grupo desesperado, y equivocado, a romper con la estabilidad política. Las principales áreas de la producción y del mercado nacional están en manos de extranjeros (colombogranadino) inescrupulosos apoyados por políticos que les dan patentes para una especulación libre y al galope.

Esta ha sido la historia cotidiana —y hasta vulgar— del arroz, papa, tomate o las caraotas. O de las políticas agrícola, si se desea un nombre más pomposo, pero números más o menos, conceptos más o conceptos menos, todo se resume allí: se considera que debe fomentarse la agricultura y para ello los productores agrícolas (del arroz, papa, tomates o de caraotas) deben obtener ganancias suficiente para sus expectativas y para permanecer en el negocio, y así se hace un día y se otorga créditos y se aumenta los precios y la siembra prospera. Unos quienes sostienen que se debe hacer gasto social y ayudar al pueblo; otros quienes sostienen se debe apuntalar el crecimiento económico. Pero después de las euforias dudamos si por gasto social se sigue hablando del distribucionismo populista que nada sólido deja; o si acaso por crecimiento económico se está apenas entendiendo el de las propias arcas.

Las decisiones que conducirían a una mejor economía tienen repercusiones en el bienestar social, y muchas de las decisiones sobre el bienestar social crean problemas y limitan la instauración de una economía sana.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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