"Y sólo cuando esa "miseria" golpeó brutalmente al pueblo venezolano, como una puerta que se cierra con estrépito, nos sobresaltamos, y ahora vemos aturdidos el vacío que se ha producido y reconocemos la pobreza de nuestra supervivencia".
Este pillaje al que ha sido sometido todo el país con tanta riqueza como Venezuela atesora ha requerido de actos extremos de terror en la historia reciente: Las políticas que engendran miseria social, el envilecimiento intelectual, la dependencia política, pobreza delincuencial.
Numerosos y variados factores han sido invocados para explicar nuestra elevada de corrupción de la dirigencia que se apoderaron el poder; llegaron al año 2013, con una mano adelante y la otra atrás, hoy, son ricos de millardos de dólares; motivado el crecimiento de corrupción, desfalco, el robo, la estafa, "rateros", bien vivir, viajar a Miami u otros lugares; la nueva clase dirigente; (vieja) desde la tentadora y sobada explicación económica-social hasta los problemas psicológicos que determina en los hogares venezolanos la ausencia del padre. Se habla de analfabetismo, de éxodo rural, de ingesta alcohólica, de inmigración interna y externa, (sobre todo colombogranadina) de incremento violento de la población en las áreas urbanas, de transculturización, de la crisis ideológica que vive el mundo occidental, de la quiebra de los valores, del clima, de la raza, de la ilegitimidad, del sistema democrático y del código penal. Si analizamos con objetividad los pretendidos factores causales, nos vemos a encontrar con una serien de sorpresas, como lo es, por ejemplo, la influencia que en el aumento de la delincuencia han tenido la riqueza, la alfabetización y el saneamiento, a partir de 2012.
De nuevo se sienten a sus anchas los zánganos, los holgazanes, los bachacos y los rateros, gente que viven a costa de otros, por lo general, las causas han sido las mismas: indisciplina, negligencia, mala gestión, irresponsabilidad. Esto es lo que nos faltan. Entre los problemas prioritarios, quisiéramos destacar en especial los problemas relacionados con el suministro de alimentos, mercancías de amplio consumo: medicinas y servicios públicos.
Si se profundiza en su conocimiento veremos con terror cómo lo sentimientos y las concepciones abstractas de patria, honor y familia, no son convicciones comprendidas hasta su raíz, sino palabras hueras sin significación ni huella.
No logran calar por ello el sentido de las leyes. Los castigos que reciben los aceptan sin comprenderlos y casi siempre con un confuso sentimiento de ser víctimas de un injusticia. Muchos llegan así a sentir una animadversión contra la organización social existente.
Mantienen confuso el límite entre lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, lo conveniente y lo peligroso, siendo por ello fácilmente víctimas del primer aventurero político que sepa estimular sus infantiles deseos. A causa del desarrollo, el débil mental, especialmente se recibe una mediana instrucción, no es víctima de la competencia como en otros países. Protegido por la ignorancia y la impreparación de la gran mayoría, asciende hasta niveles sociales elevados, entorpeciendo todavía más nuestra accidentada maquinaria social. Quizás por esta razón vemos en el desempeño de cargos que exigen cierto grado de preparación y de inteligencia, a individuos (todero) que en otras partes tendrían una posición menos destacada.
Un incesante recordar que aunaba lo uno y lo otro, redondeaba el laxo esparcimiento de la existencia en el espacio, convirtiéndolo en un fluir sin pausa, como el de una fuente que se alza de las profundidades oscuras del pensamiento y es a la vez irradiado por la suprema de vivir bien que se renueva eternamente en la corriente. Pero con cuanto más viajar se apoderaba de las cosas, cuando más hondamente las extraía de sus raíces, con tanto más vigor crecía en él el afán no sólo de devolver lo asible, sino de explicar, también, casi sinfónicamente, el poder intrínseco de ellos, el poder que las mantiene unidos: vivir bien.
—Por todo lo expuesto, tenemos derecho a inferir que ninguna de las circunstancias ambientales invocadas hasta ahora es suficiente por sí sola, ni todas juntas, para explicar nuestra desmesurada tasa de hechos robos del erario del Estado y sangrientos.
¡La Lucha sigue!