Quiebre ético

Más allá de consideraciones académicas y disquisiciones filosóficas. La ética, en la función pública, se nos presenta como una inmensa gama de valores sociales y códigos que definen el comportamiento ideal en el desempeño de los funcionarios. Cuando se produce una inversión de valores sociales, se violentan los códigos, se pierde la transparencia, se celebra la corrupción y prevalece la impunidad se produce un quiebre ético.

La ética está relacionada con la moral y la acción humana, es una valoración de la vida en términos de lo bueno, lo malo, lo permitido y lo obligatorio en cuanto a la conducta humana en el desempeño de cualquier responsabilidad social. De allí que, en la ética de la función pública debe prevalecer la probidad, honestidad, eficiencia, idoneidad, veracidad, equidad, justicia social y respeto por el otro. Cuando estos principios desaparecen comienza a reinar la ineficiencia, la corrupción y la desconfianza.

La casta burocrática que se apoderó de las instituciones nos está llevando (como sociedad) a pagar sus contagiosos errores, sus feroces rivalidades y las desmedidas ambiciones de sus diversas facciones. Se exhibe la riqueza malhabida con ostentación y dispendio. Hay una crisis institucional que no se resuelve con "mea culpas" tardíos. Ya vimos la operación "mano de hierro", silenciada por la "mano pelua". Se anuncia algo parecido. Es una crisis estructural que deviene de un quiebre ético.

Dirigir la oposición es el otro negocio, allí se escenifica una reñida competencia por demostrar quién es más corrupto. En 2 años, destruyeron MONOMEROS (filial de PEQUIVEN ubicada en Colombia), igual ocurrió con CITGO. Se apropiaron y repartieron bienes nacionales en el extranjero y luchan por el control del financiamiento exterior presentado como "ayuda humanitaria".

Es alarmante que el ejercicio de cualquier función pública se interprete como una oportunidad para disfrutar de privilegios particulares que conducen al enriquecimiento fácil y rápido sin tener conciencia del daño que se causa a la sociedad. Se ha impuesto una máxima en el imaginario colectivo que dice "la única salida a la crisis es enchufarse", lo cual significa alcanzar un cargo público de primer nivel o tener conexiones con altos funcionarios que faciliten negocios, contratos con el Estado o cualquier suerte de relación comercial que permita riqueza súbita.

En la circunstancia difícil que vive la patria, esta casta burocrática hace que la sociedad se vuelva una abstracción y cuidar los bienes de la nación se torna como un problema de idealistas. La función social del Estado se ve seriamente afectada por el comportamiento de individuos que convierten los asuntos públicos en negocios particulares.

Lo más grave de esta situación es su alcance a todos los estamentos de la sociedad. Se ha incubado una profunda pérdida de valores sociales. Se ha desarrollado una "sociedad de modelaje" donde cualquier funcionario público justifica acciones indecorosas porque el de "arriba" también lo hace. Se emula o modela al liderazgo mayor. Quien reparte la bolsa de comida condiciona la entrega al pago extra o sustrae productos que luego vende, igual ocurre con quien distribuye el gas doméstico en la comunidad. No hay hueso sano, murmura el ciudadano común.

Este pueblo, noble y trabajador, ha soportado estoicamente la crisis en toda su dimensión. Desde las colas para comprar alimentos, medicinas o surtir gasolina hasta la indescriptible pérdida del poder adquisitivo que nos obliga a vivir en medio de profundas carencias. Hemos tolerado las consecuencias de las sanciones impuestas al país y la terrible secuela de una incalculable corrupción. Seguros estamos, que podemos superar la devastación del aparato productivo a mediano plazo, pero no resultará fácil recuperar la destrucción social que nos deja este quiebre ético.



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Darío Morandy


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