En este país los pobres no solo no tienen con qué comprar dólares, sino que de casualidad logran reunir los bolívares necesarios para sobrevivir a diario. Así pues, se supone que al menos una parte de los dólares están en manos de la clase media, lo cual es un mito para que lo crean los pendejos y a lo mejor algún funcionario ingenuo que jura que a las subastas de bonos tienen acceso los pequeños ahorristas que deseen hacer una inversión atractiva.
El Estado hace un sacrificio fiscal intentando retirar de circulación parte del exceso de dinero que contribuye a generar inflación, alza de precios y especulación. Pero los buenos propósitos del Estado se convierten en frustración para quienes no tienen padrinos que les consigan bonos en medianas proporciones. Los grandes beneficiarios del negocio son banqueros, casas de cambio y algunos corredores de bolsa, que saben como es el maní y se ponen en el grueso de los bonos subastados. A no dudarlo, pues no todos los funcionarios son pendejos, debe haber algunos miembros del equipo oficial que resultan "bonificados" a más no poder.
Traficar con dólares se ha convertido en un pasatiempo de pequeños especuladores que le sacan tarjeta de crédito a la sirvienta, a su hermana y a todo el que consiguen y luego viajan forrados con las divisas obtenidas en Cadivi, pagan una miseria al "tarjetaprestante" y se embolsan unos millones con la diferencia. Se dirá que son casos aislados, pero de uno en uno suman muchos miles.
Sin embargo el negocio del siglo consiste en obtener un crédito jugoso, al estilo de Chana, la de los Ranchos y su hijo, o quizás como los otorgados por Foncrei en Margarita, por montos superiores a diez mil millones de bolos. Usted agarra los bolívares que se cotizan a 3.500 por dólar y rápido, como de rayo, los convierte en dólares y esperar a que el mercado negro le haga el mandado. A las pocas semanas los convierte en bolívares a 7.000 por dólar y, sin sudar ni un poquito, tiene el doble de lo que le prestaron. Es decir tiene la pava, tiene el pavito (no me refiero a Pedro Castillo) y todavía tiene su real y medio.
Suerte que tienen algunos revolucionarios.
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