Es preocupante la situación económica que vive nuestro país. Se pudiera decir que nuestra nación se ha convertido posiblemente de forma intencional y planificada, en un paraíso para la especulación y las ambiciones exacerbadas. Nuestra economía refleja una aparente prosperidad, pero en su interior se engendra un mal que va degenerar en grandes desestabilizaciones para nuestra patria y el proceso revolucionario. Los niveles de inflación en nuestro país, son espeluznantes y los vienen fabricando milimétricamente y casi de forma impune en nuestra nación. Basta con evaluar el comportamiento de un producto cualquiera, en los vehiculo las cosa es demasiado preocupante, valen mas después de usado que nuevo. Vivimos en una constante competencia entre el aumento salarial y el incremento de la inflación. Es una disputa que pareciera eternizarse y últimamente todo indica, que la esta ganando la inflación y que va finalizar con un deterioro significativo de la capacidad adquisitiva del venezolano y su confianza frente al proceso revolucionario.
Razones que pudieran usarse para justificar la inflación, son muchas. Pudieran mencionarse varias; la reproducción de los efectos de la crisis de otros países, en nuestra economía, la falta de divisa, el alza especulativo de los precios, entre muchos otros. El elemento preferido por las corporaciones mediáticas a la hora de explicar la inflación es la falta de divisa y el “enorme peligro que corren los inversionistas en nuestra nación”. Pero además de estos elementos que pudieran tener su incidencia, al que se le debe prestar mayor atención es a la fiebre del oro, del enriquecimiento a corto plazo, del querer ganar el 100 o el 1000% en el dinero invertido. Ambiciones que no pudieran sostener en los países desarrollados, donde el nivel de utilidad de los empresarios oscila entre el 20 y el 30%. Es aquí, donde se debe prestar mayor atención, porque más allá de la ley de la oferta y la demanda y la mano invisible del mercado, hay unos zánganos, controlándolo todo a través de sus poderes monopólicos y motivados profundamente por sus inclinaciones políticas adversas. Los cuales se encuentran con la papaya de hacerse de mucha plata y al mismo tiempo minan las bases para la implosión popular de nuestro proceso revolucionario. Estos señores saben clarito lo que están provocando, y muchas veces los nuestro también lo saben, algunos participan de la cumbancha, razón por la que permanecen impávidos y otros simplemente caen en el chantaje de que estos carajos son los que producen, los que dan trabajo y hay que permitirles que destruyan nuestro país, y que al final nuestro pueblo se levante porque el esfuerzo de su trabajo no le alcanza para cubrir sus necesidades y la de sus hijos. Estos señores son los que primeros saltan del barco, cuando la economía se devasta. Y se llevan su capital casi intacto.
Muchos empresarios de los países desarrollados, llegan a nuestros países todavía como Colon y sus bandidos. Saqueando hasta el sudor de nuestros pueblos. Instalan sus empresas, pagan mano de obra a precio de vidrio, se apropian y explotan nuestra materia prima en sus procesos productivos. La mayor parte de su producción la sacan al exterior y la que dejan en nuestro país, la venden a precios superiores que el colocado en el exterior. Es preferible que se vayan de nuestro país. Mas es el daño que hacen que lo que contribuyen.
Es peligrosísimo el hecho de que no se le preste atención, que el estado sea tan tolerante ante la afectación que se le imprime a nuestro sistema económico. Hemos apostado mucho a construir un discurso socialista. Ya es hora de que pasemos a la etapa de hacerlo realidad. El discurso sin obra, es una simple brisa. Ya basta de decir que somos, que queremos construir. Es hora de que comience la construcción. Nuestra nueva economía es la que va a llevarnos hacia el socialismo del cual siempre hablamos. Es hora de que nos concentremos en lo económico. Que no permitamos que el chantaje nos direccione. Es hora de voltear la mirada hacia lo económico, a este proceso lo están asesinando silenciosamente. Nada es más importante que la economía de un país. El contraste entre la práctica y el discurso decepciona. Una revolución tan asediada, no puede someter su equilibrio económico, a los designios de un mercado controlado por sus verdugos. Es necesario conocer, controlar y domar nuestra economía. Urge la creación de políticas, dirigidas a consolidar una economía justa, patriótica. Nuestro sistema de control (Indepabis) debe ser más eficiente. Los bandidos los ambiciosos, los delincuentes, no pueden ser los que direccionen esta política. Nuestra economía se va al diablo y nosotros permanecemos pasivos ante su derrumbe.
(*)Lcdo.
PEDRO.G.FIGUEROA@GMAIL.COM