Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad? A veces conocemos la verdad de un modo grosero; la realidad no se presenta a nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta. Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se parece a un espejo en el cual vemos retratados, con toda fidelidad, los objetos como son en sí; cuando caemos en error, se asemeja a uno de aquellos vidrios de ilusión que nos presentan lo que realmente no existe; pero cuando conocemos la verdad a medias, podría compararse a un espejo mal azogado, o colocado en tal disposición que, si bien nos muestra objetos reales, sin embargo, nos los ofrece demudados, alterando los hechos de la realidad.
Hay medios que nos conducen al conocimiento de la verdad y obstáculos que nos impiden llegar a él; enseñar a emplear los primeros y a remover los segundos es el objeto del arte de pensar. El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos personajes tienen el talento de ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes.
Otros adolecen del defecto contrario: ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; sí éste desaparece ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido nunca del país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La conversación y los escritos de estos sujetos privilegiados se distinguen por su claridad, precisión y exactitud. En cada palabra encontraremos una idea, y esta idea vemos que corresponde a la realidad de las cosas. Nos ilustran, nos convencen, nos dejan plenamente satisfechos. Sí, es verdad, tiene razón. Para seguirlos en su discurso no necesitamos esforzarnos; parece que andamos por un camino llano, y que el que había sólo se ocupa de hacernos notar, con oportunidad, los objetos que encontramos a nuestro paso.
El perfecto conocimiento de las cosas en el orden práctico, para el arreglo de la conducta en los asuntos de la vida, forma los prudentes; en el manejo de los negocios del Estado, forma los grandes políticos; y en todas las profesiones es cada cual más o menos aventajado, a proporción del mayor o menor conocimiento de los casos que trata o maneja. Pero este conocimiento ha de ser práctico, ha de abrazar también los pormenores de la ejecución, que son pequeñas verdades, por decirlo así, de las cuales no se puede prescindir, si se quiere lograr el objeto. Estas pequeñas verdades son muchas en todas las profesiones; bastando para convencerse de ello el oír a los que se ocupan aun en los oficios más sencillos.
Échase, pues, de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente a los políticos, sino también a las gentes más sencillas. El entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado la naturaleza, es la luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que debe ocuparnos es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta, nos quedamos a oscuras, andamos a tientas, y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción, con peligro de que se ponga obtuso y estúpido, y, por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien dirigida para que no nos extravíe. He aquí el precepto al lado del ejemplo, la regla y el modo de practicarla.
El líder Presidente sabe lo que hace, y porque lo hace. No creo acepte que nadie lo manipule y lo presione, sus razones tendría para suspender al ministro Samán. Los que critican al Líder no creo puedan ser revolucionarios, más bien anarquistas, abajo los anarquizantes ¡Existe un solo Líder y un solo Gobierno! No estamos en tiempos de escisiones, la oposición aprovecha nuestros deslices.
¡Con Chávez todo, sin Chávez Nada!
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net