Caracas, agosto 15 - Cuando este miércoles 15 de agosto se cumplen 38 años de la tragedia en la que perdieron la vida integrantes del reconocido Grupo Madera y de la agrupación El Chichón de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Armando Carías, uno de los sobrevivientes de este lamentable acontecimiento en el Río Orinoco, no duda en afirmar que se trató de un vil atentado y de una masacre fría y planificada.
Por su alto valor testimonial y documental reproducimos a continuación la entrevista que le fuera hecha a Carías en Alba Ciudad, 96.3 FM en 2016
“¿Fue un accidente?, yo, 38 años después, lo dudo. A mi juicio esa llamada tragedia del Orinoco fue más que un accidente, fue un atentado. Yo lo califico como la masacre del Orinoco”, sentenció.
Para Carías existen suficientes indicios que comprueban que no fue un simple naufragio productos de negligencia de los pasajeros, como se intentó mostrar, sino que se trató de toda una emboscada que respondió a los intereses políticos y económicos de la época.
“Hay que contextualizar las circunstancias por las cuales se da la tragedia del Orinoco, no fue un barco que se hundió y ya. Estamos hablando del año 1980, cuando era presidente de Venezuela, el copeyano Luis Herrera Campins, época en la cual todo el entramado de poder estaba centralizado por el presidente de la República”, explicó.
En ese escenario, añade el también periodista, “los grupos artísticos y culturales, que teníamos una actividad de compromiso con la comunidad y de defensa con la identidad, no éramos bien vistos. Y el hecho de que un grupo como Madera o como El Chichón quisieran llevar un mensaje de reivindicación de la cultura popular a las comunidades indígenas de Amazonas, nos convertían en unos intrusos de unos espacios negados a actividades de esas características”.
Precisamente, en la década de los 80, este territorio indígena venezolano estaba en manos de la secta evangelizadora Nuevas Tribus, en donde también lideraban los intereses mineros, por lo que la visita de estos activistas culturales generaba cierto escozor tanto en las autoridades nacionales como en las locales.
“Habían muchos intereses en la minería de la zona, y los intereses económicos no veían con buenos ojos que artistas populares comenzaran a llevar un mensaje de reivindicación de los valores culturales. En alguna medida éramos unos subversivos en ese lugar”, señaló.
El naufragio
La mañana del 15 de agosto de 1980 los integrantes del Grupo Madera, ─provenientes de la parroquia San Agustín, en Caracas─, y de la agrupación El Chichón de la UCV emprendieron el viaje hacia San Fernando de Atabapo, estado Amazonas, sin saber que esta sería su última travesía.
De acuerdo con Carías, alrededor de 50 personas, entre músicos, guardias nacionales y tripulación, abordaron la embarcación Esther, una falca propiedad de la Fundación del Niño, organización que era dirigida por la primera dama de la República, Betty Urdaneta de Campíns.
Apenas habían transcurrido 5 minutos de haber zarpado del puerto cuando los pasajeros comenzaron a notar los problemas. “Nos dimos cuenta que empezó a entrar agua porque dejaron la compuerta abierta, deliberadamente. Nosotros como pasajeros le decíamos a la tripulación: está entrando agua en el barco. Y ellos sólo decían que era normal, pero cada vez entraba más agua y ellos no hacían nada”, relató.
Pasados unos pocos minutos, la situación se hizo incontrolable. Instrumentos musicales y equipajes comenzaron a flotar en la embarcación y sorpresivamente los guardias nacionales, que debían custodiar a los jóvenes, se lanzan al agua.
“Nos abandonan a nosotros, unos jóvenes sin ningún tipo de experiencia en materia de salvamento y mucho menos en naufragio. Nos dejan solos y ahí comienza nuestra zozobra y el caos dentro del barco que se está hundiendo y ni siquiera había salvavidas”, añadió.
A pesar de no haber pasado mucho tiempo de haber zarpado, Carías recuerda que las autoridades no enviaron ningún tipo de ayuda. “Estábamos a la vista del puerto. No mandaron equipos, no mandaron nada, allí hubo un atentado y de eso no tengo la menor duda. La orden seguramente fue: ‘manden a esos muchachos para que se ahoguen, para que aprendan y escarmienten y dejen de estar viniendo para acá a expropiarnos nuestro negocio’”, aseveró.
Un milagro
Carías logró sobrevivir junto a su esposa, Morelba Domínguez, gracias a la ayuda de un grupo de indígenas que los encontraron mientras flotaban en el río.
“Si los milagros existen, eso fue un milagro, porque cuando el barco comenzó a hundirse el agua nos tapó. Comienzo a nadar pero las fuerzas no me dan, me entrego a la muerte y me empiezo a hundir”, contó.
Confiesa que por un momento pudo verse a sí mismo sumergido en las aguas del Orinoco hasta que perdió el conocimiento. “Eso que llaman desdoblamiento, que cuando se está viviendo una experiencia cercana a la muerte uno se ve a sí mismo desde afuera, yo lo tuve. Yo me veía desde arriba ahogándome, en posición fetal, hasta que no supe nada más de mi”, expresó.
El milagro ocurrió unos minutos después, Carías, sin mayor esperanza de vivir se resignó, pero fue entonces cuando unos indígenas en una pequeña embarcación, que casualmente navegaban cerca del lugar donde se encontraba, lo rescataron.
“Me llevaron a la orilla, llegué a una casita donde me atendieron otros indígenas que me dieron ropa, porque hasta la ropa había perdido. Los indígenas fueron los únicos que fueron a nuestro salvamento, no fue nadie del puerto de salida”, recalcó.
El segundo naufragio
A su regreso al Puerto de Samariapo, ya estaba la convulsión por la tragedia. Explica que luego de comentar a las autoridades lo ocurrido, estas ordenaron la salida de embarcaciones de rescate hacia el lugar del hundimiento, pero “ya no había a quién rescatar, lo que hicieron fue lanzar salvavidas como una forma de dar testimonio de que habían salvavidas en el barco”.
A partir de este momento, empezó una persecución por parte del Gobierno en contra de los sobrevivientes, pues no querían que denunciaran los acontecimientos de este trágico hecho.
“Ahí comenzó nuestro segundo naufragio, que fue el de buscar explicaciones, de buscar responsables y tener que esconderme, porque el ministro de la Juventud de ese año (Charles Brewer Carías) ordenó mi captura, ya que asumió que yo estaba alterando el orden al decir la verdad”, detalló.
“No hubo quién testificara, ni los guardias nacionales ni la tripulación. Nos comienzan a acusar de negligencia por habernos montado en una embarcación que no reunía las condiciones mínimas para una travesía tan exigente. Negligencia, seguramente la hubo; impericia, también la hubo, pero posterior a los hechos hubo persecución, hubo señalamientos, hubo mucha complicidad y mucha intención de proteger a los responsables. ¿Cómo se puede explicar esto?, ¿fue un accidente?, lo dudo”, afirmó.
Silencio mediático
Incluso, los medios de comunicación fueron aliados de este manto de mentiras para intentar cubrir la realidad del naufragio.
“El silencio fue la respuesta de los medios. Imagínate, ¿qué vocería le iban a dar ellos en ese momento a unos artistas de San Agustín, a unos muchachos de la Universidad Central de Venezuela?”, señaló.
Carías recuerda que todas las veces que intentaron hacer contacto con la prensa para dar declaraciones no tuvieron mayor éxito. “Nosotros íbamos a los medios y no nos recibían o nos recibían pero no nos publicaban. La parte mediática se silenció, por el contrario favorecía que las vocerías fueran las de los sectores de poder que ocultaban las evidencias de lo que ahí pasó. Aquí los medios fueron voceros de la oligarquía, voceros de los poderosos, de las trasnacionales, de los gobiernos de la época”, argumentó.
Por ello, destaca que como único instrumento de denuncia recurrieron al arte, a través de los murales, las pintas subversivas, al teatro y hasta a la propia música.
Llamado de justicia
A más de tres décadas de esta tragedia, los deseos de justicia y de reivindicación a la memoria de los caídos se mantienen más vivos que nunca.
Carías informó que ya se introdujo, junto a la Fundación Grupo Madera, un documento ante la Fiscalía General de la República, en el cual se solicita la reapertura de la investigación sobre las causas y los responsables, tanto individuales como institucionales, de las muertes.
“Si se está haciendo justicia con las masacres de Yumare y de El Amparo, con todo lo que significaron las desapariciones de esa época, este hecho entra en esa misma categoría, aquí hubo 19 personas fallecidas, no es una cosa que se pueda borrar con el tiempo, y no hubo quien se responsabilizara de eso. Se manejó como un simple accidente y no se hurgó más de allí”, resaltó el periodista.
Al respecto, recordó que la Revolución Bolivariana tiene un gran compromiso con los deudos de quienes fallecieron en el hundimiento y, principalmente, con la verdad.
Por ello reiteró el llamado a las autoridades que tengan competencia en esta área a que desempolven los archivos y busquen los nombres de los culpables, para que asuman su responsabilidad.
“Murió un grupo de cultores en el marco de gobiernos cuartorepublicanos, en el marco de autoridades culturales indolentes, a quienes no les importó echarles tierrita a esas denuncias. Esto fue algo muy duro para la comunidad, para el pueblo en general, fue un hecho que conmovió a todo el país y hay demasiados elementos que deberían ser investigados, por lo menos hay que fijar responsabilidades institucionales e indemnizar a las personas que resultaron afectadas”, enfatizó.
Al respecto, manifestó sentirse esperanzado de que su deseo de justicia se hará realidad y que, más temprano que tarde, los deudos de quienes allí fallecieron van recibir la satisfacción de saber que la verdad se impuso y que este atentado no quedó en el silencio.