Son ya varios días que no se pueden ver noticias o leer periódicos, porque los medios, que nos han tiranizado hace ya bastante tiempo, de lo único que hablan -y cual plañideras se razgan las vestiduras- es de la ley que les acaba de poner, según ellos, una mordaza en la boca y casi, casi, cadena y candado a sus consciencias. Inclusive, ya algunos de los más afamados “periodistas” se quejan que se sienten “perseguidos como en las dictaduras”. Entre ayer y anteayer, la cobertura sobre la SIP que llegó a Bolivia a comprobar “con sus propios ojos esta flagrante conculcación de la libertad de expresión”, fue cuando menos, obscena. Lo único que falta es que se exilien en la Embajada de Estados Unidos.
Pero las cosas hay que decirlas por su nombre y entonces, lo primero que hay que decir es que estos señores y señoras de la prensa mienten con un descaro impresionante. Mienten, porque además, no tienen ni la menor idea de lo que dicen. Mientan porque solo repiten, como grabadoras, el discurso que sus patrones les obligan a decir - audífono y telepronter de por medio- so pena de quedarse sin trabajo, patitas en la calle, bien gracias. Mienten, porque son funcionales a los intereses de quienes les pagan el sueldo y han dejado la ética olvidada ya hace mucho tiempo. Sus salarios les adormecen las consciencias. Aforttunadamente, todavía hay algunas, contadísimas excepciones.
Yo me preguntaba en estos días, que pasó de esos periodistas valientes que yo conocí y admiré siempre; aquellos que no se dejaron amordazar (mordazas en serio, algunas de ellas, acompañadas de balas), cuando las verdaderas dictaduras, los torturaban, los exiliaban y hasta los mataban. Me preguntaba si alguno de los que vemos a diario en la pantalla chica, tan bien vestid@s y almidonad@s, serían capaces de verdad, de tomar partido y defender un proceso democrático, aún en contra de sus jefes, como lo hicieron gente de la talla de aquellos periodistas que, micrófono en mano y en medio de la balacera cruzada, seguían transmitiendo por la gloriosa Pío XII o seguían publicando en esa trinchera extraordinaria que era el “Semanario Aquí”. Porque esa sí era defensa y esos sí que eran tiempos duros y difíciles, donde eso de andar con el testamento bajo el brazo, no era mera retórica, sino una macabra verdad que se cumplió. En esos tiempos, ser periodista, ser médico, requería coraje, requería convicciones y esa gente de la que estoy hablando la tenía, definitivamente. Comprendían que la libertad de expresión no pasa por decir lo que se me de la gana, ignorando que mis derechos terminan cuando empiezan los de los demás, sino que la libertad de expresión, es la más sagrada libertad que está directamente relacionada con la libertad intrínseca del ser humano como persona, como ser sentipensante.
Entonces, habrá que decir, en honor a la verdad y haciendo justicia, que también es una flagrante violación a nuestra libertad como consumidores de la información, que los trabajadores de los medios de comunicación hagan apología de estas mentiras utilizando para ello espacios interminables, en los que solamente vemos transmitir y validar, mentira tras mentira. Porque ni la libertad de prensa se ha violado, ni la ley es una mordaza, ni el gobierno actual es una dictadura. Los medios de comunicación SON Y FUERON RACISTAS; eso es una verdad tan cierta como que yo soy quien firmará este artículo. Para comprobar esto, por favor, solamente remítanse a los periódicos de mayo 2008 sobre los suecesos en Sucre, para dar tan solo un ejemplo. En el tiempo de la Asamblea Constituyente, llevar pollera o apellidar Mamani, era casi un pecado y así se lo hacían sentir a los Asambleístas los “cultos” ciudadanos sucrenses, con actitudes horribles que yo misma pude presenciar y que los medios de comunicación amplificaron increíble e impunemente. Como también fueron racistas les experesiones vertidas por algún canal en la época de campaña contra Evo Morales y el MAS en 2005. Así, podríamos citar muchas más situaciones en las que la prensa escrita y oral del país, hizo apología del racismo y nadie les dijo nada, nadie se podía quejar, porque en un país con monopolio mediático, los dueños de los micrófonos, deafortunadamente, marcaban la agenda, nos guste o no, lo toleremos o no, sea verdad o no. De lo que siempre se trató fue de catapultar a quién convenía y de supultar a quién no convenía a los intereses de esa “clase”. Inclusive, llegó a tal punto la soberbia que se autodenominaron “ cuarto poder” y así se sentían, poderosos.
La protesta de los
periodistas lo único que demuestra hoy, es una enorme falta de ética
y compromiso con la verdad y la ausencia total de valores y principios.
Hoy en día las y los periodistas se han convertido tristemente, en
repetidores de los intereses que sustentan sus patrones y de eso si
- parafraseando a mi amigo Antonio Peredo- hay que sentir vergüenza,
propia y ajena.