La inesperada presencia y deportación a Colombia del director de ANNCOL, página mediante la cual las FARC se comunican con el público alrededor del mundo, ha generado revuelo en la izquierda.
Se ha dicho, como quien tiene la piedra filosofal en la mano que la decisión del gobierno venezolano, es violatoria de principios de solidaridad revolucionarios. Esa argumentación a uno le recuerda de nuevo a nuestra admirada e inolvidable Lina Ron, humillada y detenida dos veces siendo Chávez presidente.
Un sector, desconocemos sus dimensiones, ha repudiado la decisión de Chávez, argumentando como antes hemos enunciado. Otro, del cual también ignoramos magnitud, ha lamentado el incidente y entendido la decisión oficial.
Joaquín Pérez Becerra fue solicitado por el gobierno colombiano, por considerarle muy relacionado con el movimiento armado revolucionario de aquel país. Sería ingenuo creer que el interesado desconocía aquello.
Quienes creen que Chávez debió protegerle alegan razones de principios; desconociendo otros principios como el respeto a la política que desarrolla nuestro aliado, sin hablar que esa política está amparada en principios vitales. Por otra parte, quienes justifican el proceder del gobierno venezolano, alegan las obligaciones derivadas del derecho internacional pero, por encima de todo, la importante actitud de cómo dice Chávez, evitar “que alguien nos descarrile”. Es difícil creer que Pérez Becerra o sus allegados no conociesen esa disposición. Esto incluye las relaciones con Colombia, la unidad y cambio que se expresaría en CELAC.
Además, Pérez Becerra, sabiendo del interés del gobierno colombiano por detenerle, sin ser invitado oficial, llega al país, justamente cuando se cierran los trámites para la convocatoria constituyente del CELAC, en julio próximo, que significaría el golpe de gracia a la OEA. Asunto difícil de subestimar, al tratar de definir lo puntual.
¿Entonces, una circunstancia contingente, aún sin premeditación alguna, referida a un individuo que actuó por su cuenta, amenaza con descarrilar la estrategia del gobierno venezolano, para éste debe convertírsele en un asunto de principios? ¿Debe poner en peligro lo avanzado a costos muy altos porque alguien calculó mal, fue ingenuo o se sobrevaloró?
¿Si fuese así, por qué Pérez Becerra, actuó como lo hizo, sabiendo que colocaría al gobierno venezolano, que por revolucionario, debería cuidar, en un disparadero? ¿Tiene un individuo cualquiera, llámese como se llame, el derecho a actuar de esa manera y esperar solidaridad? ¿La solidaridad es una conducta automática e incondicional?
Está bien que uno lamente, como cuando Lina Ron fue detenida dos veces, se diese la desafortunada circunstancia que envuelve al señor Joaquín Pérez. Pero de allí a pensar que el gobierno debió desbaratar todo el trabajo diplomático desarrollado con respecto a Colombia, que no es Santos, sino muchas personas y cosas más, parece una insensatez emocional. El señor Joaquín Pérez, como dicen en mi pueblo, es mayor de edad, como para haber concebido que por él y lo que significa, Chávez iba a cometer el desaguisado de echar para atrás su política frente a Colombia. La insensatez es mucho mayor, si actúa de manera que se genere un conflicto, no sólo con Santos, sino con otros jefes Estados que en mucho coinciden con él, en el momento que el CELAC se está asomando a la vida. Porque, cosa curiosa, muchos creen que en esta partida, Santos anda solo.
Frente a lo que puede calificarse sin duda “imprudencia” del director de ANNCOL, está el interés venezolano de normalizar las relaciones con Colombia, no por Santos, como malamente juzgan algunos, sino por todo lo que ello implica; empezando por recomponer un intercambio comercial de gran significación y afectación a grandes masas. Pero priva el desbrozar el camino para la fundación de CELAC, fortalecer UNASUR, no complicar el cuadro venezolano frente a las venideras elecciones presidenciales y no apuntalar el espíritu intervencionista y agresivo de los gringos.
Pero frente a todo eso se levanta la idea que lo de Pérez Becerra, de quién uno no sabe a qué vino, qué le trajo aquí en este momento, pero sí por un acto hasta cierto punto racional y personal, debería ser para el gobierno nacional un asunto por encima de todo aquello.
Viendo las cosas de esa manera, vale preguntarse: ¿De cuál lado están los principios?
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