Retumba todavía en los oídos y corazones de los pueblos aquella histórica expresión del Presidente Chávez en el pleno de las Naciones Unidas y con las cámaras del mundo enfiladas a una hacia él y deseosas de no perderse ni un segundo el esperado discurso, cuando irreverente y decidido exclamó: ¡Aquí huele a azufre todavía!
En aquél entonces cuando en la ONU aún se escuchaban los comentarios de pasillo sobre el brío del protagonista personaje ¿Quién podría negarle tanto coraje, determinación y valentía al Presidente varón que necesariamente hacía rememorar la osadía de David contra Goliat?
¿Quién podría negar que el Comandante se atrevió afirmar, aún a costa de su propia vida, lo que muchos Presidentes en el mismo tiempo y lugar prefirieron callar?
Pero igualmente ¿Qué osado mortal podría imaginarse que años después el mismo Presidente, como si el tiempo y las lides del gobierno se hubieran encargado de encajonarlo y embadurnarlo de alcanfor, de una manera extremadamente conservadora decidiera con la más asombrosa premura entregar como presa a su mismo hermano, a quien afanadamente afirma no conocerlo, para que las fieras del circo lo devoraran a placer?
Igualmente ¿quién pudiera negar ahora que la fatídica acción de entregar al Gobierno de Colombia a uno de los pocos sobrevivientes del único genocidio político del mundo deja un agrio sabor a gris?
Esa desilusión generalizada en la izquierda del mundo genera un saldo rojo en el currículum presidencial cuyo costo político deberá a su tiempo saldar.
Pero lo que no puede hacer la izquierda es dilapidar sin piedad a quién a costa de su propia vida ha defendido en la arena de la realidad real lo que muchos, cuando degustan las mieles del poder, olvidan defender. Los mismos que al verse navegando en las aguas de los petro-dólares echan a un lado principios y valores, prefiriendo llenar sus arcas particulares con los dineros de los olvidados de siempre.
Seamos realistas. La injusta, ingenua y alcanforada deportación de Joaquín Pérez Becerra hacia Colombia no da suficientes razones para afirmar irresponsablemente que después de tantas batallas libradas por el Presidente Chávez cual Quijote, termine sus días cual Páez en New York.
Twitter danielbarceloh