Replica a Héctor Menéndez y Carlos Penoncello (Aporrea 19.05.2011)

La deportación de Pérez Becerra y la Revolución Bolivariana

Con este título escriben ustedes (creo que argentinos), una muy traída defensa del error ¡horror! cometido por Chávez con la detención del periodista sueco, Joaquín Pérez Becerra. Me permito hacerles algunas aclaratorias:

Primera.- La actuación de Chávez no tiene justificación desde ningún punto de vista. Y no me refiero a la solidaridad revolucionaria como cuestión ética de principios, de fondo, o sea de contenido. Me refiero a la forma. La dialéctica enseña que la forma es la expresión del contenido. No hay contenido sin forma. Forma y contenido son inherentes a la materia.

En el caso que analizamos, la esencia o contenido es el principio de solidaridad revolucionaria. La forma, está determinada por la Constitución nacional y por las leyes nacionales e internacionales que le garantizan derechos a toda persona sea cual fuere el señalamiento que se le haga. Pongamos como ejemplo lo que está ocurriendo con el narcotraficante y acusado de homicidio Makled, extraditado desde Colombia la semana pasada. La presidenta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en comunicado público, le garantiza "el debido  proceso" a este individuo. ¡Eso está bien! Pero esa misma actitud no fue asumida por el TSJ ni por la Fiscalía ni por la Procuraduría ni por la Defensoría del Pueblo en el caso de Pérez Becerra.

En un instante, por la detención, retención y entrega (no extradición) de Joaquín Pérez Becerra, la estructura jurídica del país fue violentada, por la soberbia de Chávez, fruto del culto a la personalidad en que está sumergido.

La oposición mediática dice que en Venezuela no hay "división de los poderes". Chávez, tal vez sin proponérselo, quedó en evidencia. Aquí hay un poder supremo, Chávez,  por encima de los demás poderes.

Estamos señalando lo ocurrido con el Poder Judicial, que en ningún momento salió por sus fueros ni a poner orden en sus funciones jurisdiccionales entorpecidas, avasalladas por el Ejecutivo.

¿Qué decir del Poder Legislativo y su facultad de fiscalizar las actuaciones del Ejecutivo? Pues bien, el presidente de la Asamblea Nacional, hasta ahora, no ha convocado a sesión para analizar, frente al país y la comunidad internacional, una cuestión de tanta trascendencia como lo es el caso del periodista sueco, por cuanto hubo: violación de la Constitución y leyes nacionales referidas al tema, violación de leyes internacionales, así como  la trascendencia que tal hecho tiene en las relaciones con Suecia, Colombia y demás países. De ahora en adelante ¿A qué atenerse? Este silencio de la Asamblea Nacional llama mucho la atención por cuanto nos tiene acostumbrados a convocar sesiones para protestar por cuestiones que no tienen la trascendencia ni la importancia del caso que nos ocupa.

¿Qué ocurre con el Poder Moral? Exactamente lo mismo. No aparece por parte alguna para defender los derechos que le han sido conculcados a un ciudadano, no en oscura prisión, sino, a plena luz del día y ante la mirada absorta, atónita de la comunidad internacional.

Para conocer la cuestión jurídica referida al caso de marras, es prudente, antes de hablar o de escribir sobre el tema, leer el análisis jurídico elaborado por el abogado Luis Brito García (titulado "Extradición"), y el análisis de la Asociación de Juristas Latinoamericanos (Seccional Venezuela), firmado por su presidente, Edwin Sambrano Vidal.
Ahí, en esos dos textos radica el meollo del asunto, y evita caer en el infantilismo de: "la trampa", "la detención en Suecia", "la detención en Frankfort”, o peor aún, “mi amigo el presidente Santos, me lo pidió”

¡Ojo pelao, Chávez! con todo y lo beisbolero que dice ser, “te agarraron fuera de base”. Te hicieron ¡ao! en primera o ¿te poncharon? ¿Cuál prefieres?

Segunda. En atención a lo anterior, era de mínima camaradería proclamar la indignación de la izquierda nacional y a escala internacional por el atropello al principio de solidaridad revolucionaria con el periodista sueco. En Venezuela -  donde se dice hay una revolución antiimperialista y socialista, defensora de los derechos humanos – que tal hecho ocurriera, causó asombro, turbación desconcierto. La indignación de la izquierda ¡estalló! de manera justa, por cuanto el hecho de la detención, retención y expulsión de revolucionarios se venía denunciando en cada oportunidad que ocurría: con miembros de ETA, con guerrilleros de las FARC y del ELN que solicitaron refugio en territorio venezolano y fueron entregados a sus victimarios, hasta en condiciones infrahumanas (heridos en combate). Esto venía ocurriendo en Venezuela, donde se dice hay una revolución, que garantiza los derechos humanos de propios y extraños. El reclamo a Chávez y su gobierno por la violación al derecho de asilo a perseguidos por razones políticas, ha sido permanente. A todos estos reclamos, Chávez y su gobierno, permanecieron sordos. Hasta que ocurrió lo de Pérez Becerra. Entonces, la protesta latente ¡estalló! con repercusiones a escala internacional. La izquierda mundial (partidos comunistas, asociaciones revolucionarias, movimiento de intelectuales, organizaciones sindicales, etc.,) expresaron el repudio y la condena ante la violación del principio de solidaridad revolucionaria, cometida por Chávez y su gobierno. Con el mayor cinismo, él mismo lo reconoció –“Yo di la orden perentoria” y qué!!!

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Tercera. Desde el comienzo de su mandato, Chávez anunció la política de neutralidad ante el conflicto colombiano. Neutralidad practicada por todos los gobiernos llamados de la Cuarta República. Desde que Bolívar se refugió en Cartagena y desde allí preparó la invasión a Venezuela que se conoce, como, la “Campaña Admirable”, venezolanos y neogranadinos hemos cruzado la frontera para encontrar asilo político. Santander huyó a Casanare, que en ese entonces pertenecía a la Capitanía General de Venezuela,’ pará salvarse de la campaña pacificadora, genocida de Morillo en la Nueva Granada. El general Rangel Garviras se refugió en La Donjuana, caserío situado entre Cúcuta y Pamplona, allí fue visitado por Cipriano Castro, que se encontraba refugiado en La Villa del Rosario de Cúcuta, para invitarlo a participar en la invasión a Venezuela. Rafael Uribe Uribe se refugió en San Cristóbal. Betancourt y un grupo de adecos se refugiaron en Barranquilla. El general López Contreras cuando el derrocamiento de Medina se refugió en Barranquilla y allí funcionaba el comando de lucha contra el gobierno adeco (1945) y tenía al doctor Juan Francisco Franco Quijano como coordinador. En el gobierno del general Pérez Jiménez hubo el caso de Cheíto Velásquez, uno de los jefes de las guerrillas liberales que junto a Guadalupe Salcedo y Franco Isaza luchaban contra la oligarquía conservadora protagonista de lo que se conoce como la “violencia”, que en esos años ensangrentó el suelo colombiano y desde entonces no se detiene el genocidio. Chávez a cada momento relata que su abuelo “maisanta” se refugió en Boyacá. Valgan estas citas para ilustrar la tradición de respeto al asilo político que ha existido entre Venezuela y Colombia, y que en doscientos años, es hasta ahora, con el gobierno “revolucionario” de Chávez, que se rompe esa tradición.

¿Dónde queda la política de neutralidad frente al conflicto colombiano defendida por Chávez durante once años de su gobierno? En un instante, todo se ¡derrumba!

La política de “neutralidad” ha sido sustituida por la política de la “parcialidad” hacia el bando que oprime al pueblo colombiano. Ahora Chávez es el aliado de la oligarquía y del imperialismo y le da la espalda al aliado natural que es el pueblo colombiano en su lucha contra la oligarquía y el invasor gringo. Parece que Chávez y Correa para complacencia de Santos y el imperialismo rescatan el “Plan Cóndor” que existió entre Pinochet, Videla y Strossner, para perseguir, detener y extraditar revolucionarios.

Con la entrega de los guerrilleros del ELN y las FARC, y ahora la entrega de un periodista de nacionalidad sueca, Venezuela se ha hundido en el conflicto colombiano hasta los hombros. Lo que se evitó durante años, en un instante de ofuscamiento, de soberbia, de culto a la personalidad, de “amiguismo”, Chávez lo echa por el suelo y cae de rodillas ante la oligarquía colombiana y el imperio a los cuales dice odiar. ¿Qué es lo que vale? ¿Los hechos o las palabras? Se cumple la consigna, “¡rodilla en tierra!” pero sumisa, ante la oligarquía colombiana y el imperialismo.

Cuarta. Dígase lo que se diga, en este asunto no hay justificación política alguna. De ahora en adelante Chávez no podrá andar mostrando la Constitución Nacional para justificar sus actuaciones. Ha quedado en evidencia. Ha violado la Constitución y leyes de la República frente al país y frente a la comunidad internacional. Lo ocurrido con Joaquín Pérez Becerra no es una “cuestión de Estado”, es una barrabasada política, jurídica, ética incontrastable. Hasta desde el punto de vista estético es inaceptable.

Si Chávez, como a diario lo afirma, es admirador de la Revolución Cubana, ha debido seguir su ejemplo en cuanto al internacionalismo y solidaridad revolucionarios. En cincuenta años, el gobierno cubano jamás ha entregado a un perseguido político que haya pisado suelo cubano. Ni en la época cuando el secuestro de aviones comerciales era una forma de lucha y no había mes del año sin que un vuelo comercial fuera llevado a Cuba desde Venezuela, Sudamérica, Estados Unidos, Europa o África. Jamás los actores de esas acciones fueron entregados (extraditados), aún en las más terribles circusntancias y presiones a que estaba sometida la Revolución, con la invasión de Bahía de Cochinos, con el bloqueo imperialista, con la “crisis de los cohetes”, con la expulsión de la OEA, con el “período especial”, luego del desmoronamiento de la Unión Soviética. El principio de la solidaridad revolucionaria siempre estuvo por encima de cualquier otro interés.

Quinta: Ustedes pretenden enseñarnos a los venezolanos los éxitos socialistas de la Revolución Bolivariana. Es lo que ustedes ven en el extranjero y constituye el discurso chavista: “del dicho al hecho…” Permítame expresarles mi opinión muy personal, reflejada en mis escritos desde un comienzo, respecto al verdadero carácter de lo que ocurre en nuestro país.

En síntesis muy apretada, considero que el gobierno de la Revolución Bolivariana, obedece a un programa socialdemócrata (la Constitución Nacional), sustentado en la ideología militar del “Nuevo Ideal Nacional” (Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez), con un discurso antiimperialista, al servicio del imperio y un discurso socialista para agradecerle a Cuba su extraordinario internacionalismo (30.000 mil médicos, enfermeras y entrenadores deportivos). El socialismo chavista no pasa del discurso. Está marcado por una furiosa defensa de la propiedad privada sobre los medios de producción; por el mantenimiento de los vínculos económicos con el imperialismo; por la discriminación de la clase obrera que, en doce años, no ha podido reivindicar la reforma de la Ley del Trabajo ni la Ley de Seguridad Social. Decir estas cosas no es negar los beneficios que las mayorías nacionales han recibido. Eso es socialdemocracia, pero jamás, ¡socialismo!

El socialismo se forja en la lucha de clases, en el proletariado, en los campesinos, en los intelectuales progresistas, en el cambio de las relaciones de producción, en la lucha contra la alienación del trabajo, en la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción ¿Con una chequera en divisas petroleras, manejada a discreción, se puede hacer la revolución socialista? La cotidiana observación de lo que ocurre en el país nos dice que ¡No! Vemos a diario un aparato del Estado inerme: burocracia, alienación colectiva, corrupción a todos los niveles. El doctor Juan Pablo Pérez Alfonso, fundador de la OPEP, decía que el “petróleo no se puede sembrar, lo que se riega con petróleo se seca."

En estos doce años ¿Qué ha pasado?

Cordiales saludos.


leonmoraria@gmail.com



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