Basta con leer diariamente la prensa nacional para ver el proceso involutivo de nuestro poder judicial. En todos los estados del país el escenario se repite morbosamente. El gobierno ha sido muy negligente para tratar el asunto con la gravedad que amerita. No podemos hablar de socialismo bolivariano mirando hacia adelante cuando una multitud nos grita en la oreja que está harto de tanta impunidad y anarquía. Y no me motivó a escribir sobre el tema el sonado caso de los funcionarios del CICPC que asfixiaron a varios detenidos en la zona capitalina. Hemos venido padeciendo la descomposición del poder judicial desde hace décadas. Con la instalación de los gobiernos adecopeyanos se institucionalizó el crimen en todos los niveles de la sociedad, comenzando por los cuerpos policiales. Esa subcultura del abuso policial y la impunidad comprada a jueces corruptos se posesionó en todos los estratos sociales y no hay forma de erradicarla. Para un problema grave se necesitan soluciones de shock. Para empezar, la formación de oficiales de policía es muy deficiente y no hay un criterio profesional para la selección de aspirantes. Muchos delincuentes sin antecedentes penales están hoy en casi todos los cuerpos de seguridad que ahora son de inseguridad. Escuchamos a diario testimonios de ciudadanos que han sido atracados por policías de varios cuerpos que les han quitado sus vehículos y cuando van a poner la denuncia resulta que el agente que los atiende es el mismo que los robó. Secuestros y extorsiones están a la orden del día y tienen entre sus ejecutantes a los antes mencionados. Los procesos que adelanta el ministerio público son demasiado lentos y llenos de burocracia, amén de no contar con fiscales suficientes. Si tienes dinero puedes comprar la conciencia de policías, fiscales y jueces, esto no es nada nuevo y todos lo sabemos. Pero no pasa nada. Las cárceles son una vergüenza nacional. Desde esos antros se cometen delitos variopintos, destacándose los relacionados con la extorsión. Allí se venden armas, drogas, licores y almas. Presos con celulares y laptops y hasta habitaciones con aire acondicionado, incluidas las citas de “amor”. Custodios y guardias nacionales implicados en tráfico de armas, estupefacientes y secuestros exprés. Los detenidos deben ser uniformados y el que desee comunicarse con algún familiar o amigo que lo haga desde teléfonos públicos controlados. Algo tan simple y no se hace. Esos recintos carcelarios son depósitos de humanos que involucionan aún más por las condiciones de hacinamiento e insalubridad. Hasta debes pagar vacuna para que otros reos no te violen o asesinen. Las edificaciones carcelarias deben ser diseñadas con un estándar más humano y demoler cuanto antes las existentes. Recuerdo al buen intencionado ministro El Aissami cuando desde una cárcel dónde algunos internos aprendían a tocar instrumentos, decía emocionado que ese era el modelo a seguir. Sin comentarios. Hay impunidad hasta en los diputados de asambleas regionales y de la nacional. ¿Por qué continuamos con ese vicio de la cuarta república? No debe haber preferencias ante la ley y eso debe cambiar para dar ejemplo. Muchos medios de comunicación, especialmente los televisivos, cometen delitos casi a diario y la fiscalía no hace nada para imputar y comenzar a poner orden en casa. ¿Cómo es eso que un bandido ha sido arrestado y resulta que tenía solicitudes de captura por robo y homicidio desde hace varios años y había sido dejado en libertad meses antes por un delito menor, quién nos explica eso? ¿Y a ese juez bandido no le pasará nada? ¿Cómo es que un violador y asesino condenado a 30 años de prisión lo venos de nuevo en la calle cuando ha cumplido 10 años detenido y reincidiendo en los mismos crímenes? ¿Así llegaremos a un socialismo del siglo 21? Ni al del siglo 25 ni al del 50. Bajémonos de esa nube, no habrá ningún socialismo con la corrupción amparada desde altos cargos y con impunidad amasada con billetes. Olvidémonos de ilusiones etéreas. Sálvese el que pueda.