Aborto. Los derechos humanos de la mujer (III)

Medicina i Derecho

III

¿No es doloroso que de la piel de un corderillo inocente
se haga un pergamino? ¿Y que ese pergamino, garrapateado,
pueda arruinar a un hombre?
William Shakespeare

Haciendo una especie de metonimia escrita de este pensamiento o paremia de Shakespeare, pienso ¿No sería doloroso o desalentador i contrario a toda justicia, que en la blanca piel de un papel –pues ya no usamos inocentes corderillos, pero si inocentes papeles que aguantan de todo−, los legisladores venezolanos i los hombres de leyes, garrapatearan una modificación deplorable o chucuta del Código Penal o no se atrevieran a hacer una lei que despenalice el aborto? ¿No sería, siguiendo la mentalidad medieval de la iglesia i su influencia nefasta en mentes que no se atreven a pensar con libertad i conocimientos científicos i filosóficos, el horror o el absurdo de seguir humillando a la mujer i desconociéndole sus derechos humanos más propios de su personalidad, en pleno siglo XXI? ¿Seguiremos, acaso, con la misma línea religiosa de siglos i siglos, de creer a la mujer un ser inferior, esclava sumisa del hombre, como lo expone la Biblia i todas la religiones absurdas del mundo? ¿Hasta cuándo tanta ignorancia disfrazada e hipocresía escondida? Señores legisladores; señores abogados i juristas; señores políticos, por favor estudien mucho o al menos lean. Para un profesional universitario, es un deber, tener cultura inmaterial o del intelecto. Están quedados no en el siglo pasado; están quedados detrás de los tiempos del Renacimiento i tal parece, no que ignoran la ciencia i la filosofía de hoi, sino que todavía no han llegado a Descartes, Bacon, ni a Voltaire i Nietzsche; muchísimo menos a Russell i otros contemporáneos; en cambio se prestan a programas retrógrados como el televisivo que comenté en estos días. El miedo al pecado (la idea o mentira más absurda que haya inventado la iglesia) los ha llevado a lo que algunos llaman la “misoginia eclesiástica” que solamente está en algunos, porque la mayoría no tienen continencia sexual i cuando un sacerdote embaraza a “una hija de María”, el primer remedio que se le ocurre es el aborto. El mito de Eva, se desarrolla para empezar a presentar a la mujer, no solamente como realizada de una costilla (que por cierto no falta en el hombre) sino también como la traidora en los Jardines del Edén. Si examinan los “textos sagrados” la encontrarán siempre considerada como pecadora i vil, i a las “adúlteras” (donde nunca hubo adúlteros) se le condenaba i asesinaba hasta con lapidación. Ni siquiera a la “Madre de Dios”, los evangelios prestan la palabra casi nunca, i hai autores que señalan que eso fue solamente en cuatro ocasiones i hasta con expresiones con respecto a Jesús, que no es nunca un diálogo o relación de madre e hijo, porque no la trata de “madre” sino de mujer. I naturalmente, siendo muchos “pecados” obra del hombre i no de la mujer, sin embargo las primeras sociedades humanas tuvieron que ser matriarcales porque los hijos sabían ciertamente quien fue su madre, pero no su padre. Por eso, cuando vino a Europa aquella corriente ha indoeuropea que cruzó los Urales, las sociedades eran todavía matriarcales, hasta que el hombre se impuso como el amo i señor, aunque no tuviesen seguridad de su paternidad. Por eso hai una anécdota de Sócrates quien, viendo que un niño lanzaba piedras a la multitud en el ágora, le dijo ─Cuidado y no le des a tu padre.

Esta especie de preámbulo a este tercer artículo, me ha parecido necesario para comprender la irracional posición de la iglesia i la mala influencia que ejerce sobre mentes débiles; iglesia que no permitía a la mujer ni siquiera conocer, pues cuando salió Lot con su mujer, de su ciudad natal i hogar, Sara, por mirar hacia atrás, para ver el genocidio que hacía Dios con fuego i azufre sobre Sodoma i Gomorra (antecesoras de Hiroshima i Nagasaki) la convirtió en una estatua de sal. De esa posición absurda desde el inicio de las leyendas bíblicas, viene hasta lo que algunos llaman “la aversión al embarazo”. Jesús creía que el fin de los tiempos estaba cerca i próximo como estaba el Reino celestial, “no había que hundirse en la carne pecaminosa para procrear”. Otro título otorgado a la mujer: carne pecaminosa. Por eso, veamos que pretensión la que tenemos, quienes luchamos por los DERECHOS HUMANOS DE LA MUJER, por ser hijos –como todos sin excepción− de una madre hecha de carne pecaminosa.

Ya hemos visto de la manera tan clara que con la ayuda de Gert Kummarov, hemos resaltado los derechos absolutos de la mujer sobre su cuerpo. Entonces examinemos nuestras leyes i con qué visión de atraso, hacemos nuestras leyes. La misma Sonia Sgambatti, en su obra EL ABORTO (dos ediciones) en plena IV República i tomando las citas de la segunda edición ampliada i corregida, dice que el código de 1926 i desde entonces en materia penal, lo que se realiza son meras reformas i que es preciso “modernizarse” porque ese Código es una copia del Código Penal de 1897 que tuvo su inspiración en el Código Italiano de Zanardelli, del cual toma la mayoría de sus disposiciones. Por ello agrega textualmente: “En consecuencia, nadie debe ofenderse si hablamos que en él existen anacronismos, tal como de su normativa se observa y al referirse al aborto se ocupan únicamente de la sanción” o s sea, de la penalización que todavía existe i que apenas quieren agregar otra tímida, anticientífica e inhumana reforma, manteniéndose en el pasado i desconociendo la realidad de nuestro tiempo. Las leyes, los códigos o las enciclopedias, nacen viejas ante la dinámica del cambio social i, si el legislador poco culto en otras facetas de la compleja vida de los pueblos, está prejuiciado por las presiones irracionales como, las anacrónicas posiciones de la Iglesia Católica, hablando de la concepción, de la “vida” humana, del “alma” i otras invenciones de falsos moralista i desconocedores de cómo se hacen juicios éticos, a partir del Principia Ethica de George E. Moore, obra traducida en México por quien fue mi maestro, mi formador en el aula i fuera de ella, el eminente mexicano Adolfo García Díaz; obra de Moore difícil de conseguir, pero al menos pueden leer la estupenda obra de Francisco Bravo, Ética y Razón, publicada por Monte Ávila en 1990.

El común de los profesionales, creen que Moral i Ética son la misma cosa i que eso se conoce o aprende por ósmosis, opinando sobre estas cosas sin conocimiento alguno. Por eso opinan tan estúpidamente sobre el aborto.

Por ello desatienden correctas i razonadas opiniones, como la que expresa la autora Leticia Bonifaz A., entre las muchas que recoge Sonia Sgambatti en su obra. Dice Leticia: “El Derecho debe dejar el problema de decidir sobre el aborto a la moral individual, no castigando a quien decida abortar y tampoco obligando a hacerlo a quien no lo desee”. Nadie más que la embarazada tiene potestad de decidir; ni puede existir el embarazo obligado, ni el aborto obligado. Supongan que una de aquellas monjitas violadas en el Congo Belga (hoi República del Zaire) como ya he dicho otras veces, hubiese querido continuar su embarazo i desechar su compromiso con la religión o con Cristo; pues, no lo pudo hacer, porque la iglesia belga decidió hacerles abortos a todas. Sonia Sgambatti, cuando da la opinión suya (la autora, dice), apenas aprueba la interrupción del embarazo, cuando se comprueba que proviene de violación o que el niño ha de nacer con incurables anomalías. Se queda en el aparato, como dicen los hípicos. No se moderniza, agrega estas dos cosas mal deslindadas, al Código Penal que solamente contempla el peligro de muerte para la madre. ¿Es esta la “reforma” que pretenden hacer? ¿Cuáles son los razonamientos científicos, humanísticos, filosóficos, éticos i económico sociales para introducir normas legales que, realmente, respeten todos los derechos humanos de la mujer?





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Roberto Jiménez Maggiolo


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