Ha sido una frecuente en todas las revoluciones (soviética, cubana, chilena, nicaragüense, entre otras) el asesinato de líderes y personas de importancia moral e incidencia en las masas a objeto de desmoralizar y desmovilizar a los pueblos seguidores de estas revoluciones.
La Revolución Bolivariana no ha quedado exenta de esas amenazas, desde su inicio vimos muchos intentos para destruir el proceso de construcción socialista que hoy se aplica en Venezuela, como los francotiradores del golpe de estado, asesinatos durante el golpe petrolero, terrorismo contra Danilo Anderson y sedes diplomáticas, explosiones que causaron muertes en centros petroleros, magnicidio, asesinatos durante el llamado al desconocimiento electoral, guarimbas terroristas degolladoras, asesinatos a líderes sindicales y campesinos, y ahora , más a lo concreto, los asesinatos de figuras de la Revolución como Eliezer Otaiza y Robert Serra.
En el caso de Robert Serra, somos conscientes de las intenciones de su asesinato, aterrorizarnos, desmoralizarnos y desmovilizarnos, mas sin embargo estos fascistas se han encontrado con una nueva frustración, ya que lo acontecido fortalece nuestra convicción de que estamos en lo correcto y que el camino en el que andamos es el único capaz de salvarnos de semejante maldad y forma de concebir la vida que solo el capitalismo es capaz de permitir.
Ahora bien, si hay algo en lo que debemos culparnos es en subestimar al enemigo. Nosotros los revolucionarios debemos tener la capacidad y conciencia suficiente para internalizar que la derecha no dará tregua y a cualquier precio intentará recobrar lo que cree que le pertenece, y a medida que sus intenciones se vean frustradas intentarán golpearnos aún más fuerte.
La experiencia con Serra, Otaiza y otros líderes sindicales y campesinos asesinados nos lleva a verificar los criterios que aplicamos para protegernos y realizar los correctivos necesarios, resulta importante adoptar medidas para neutralizar los planes de la derecha fascista, de seguridad propia y colectiva, trabajando de la mano con los cuerpos de seguridad del Estado, pero además debemos mantenernos movilizados para hacer frente a esta y otras amenazas que se nos presenten. Cada arremetida de la derecha debemos responderla con mayor profundización de la Revolución, ese es el golpe más grande que le podemos dar a estos inhumanos.
Lo que si queda bien claro es que nosotros los revolucionarios no tememos a la muerte pero sí al hecho de terminar nuestras vidas de rodillas y subordinados a los poderes que nos oprimen. Robert Serra hoy es un símbolo de fuerza para seguir nuestra lucha por la verdadera emancipación de los pueblos.
Patria o muerte, Venceremos!