¿Y ahora qué?

Como la palabra cabrón es muy ofensiva (aunque los que matan son los drones) quiero comenzar con un ejemplo imaginario que hasta un diputado de derecha pueda comprender: me invitan a un grupo de "Defensa de la Gran Sabana" (loable iniciativa) y en la primera reunión un loco propone emboscar y asesinar a los turistas que, con sus 4x4, se salen de la carretera y arruinan la delicada capa vegetal. ¡No somos asesinos! protestan los presentes. Tranquilos, dice el loco, de matar me encargo yo, mientras ustedes hacen lucha mediática y legal. Y para mi sorpresa, todos aceptan la propuesta.

El problema, decía un gran hombre, es que "el asesino define al grupo" porque, como el que calla otorga, los demás, por muy pacíficos que sean, si no lo critican o denuncian, se vuelven cómplices del criminal que los define. Cabrones que, por interés o convicción, apoyan, encubren, justifican, minimizan, fingen ignorar, y no se desligan de los crímenes horrendos que se comenten en su nombre. Esta es la historia del antichavismo en Venezuela.

Obnubilados por su urgencia de derrocar a Chávez o a Maduro, nunca se opusieron o diferenciaron de las acciones extremistas de los suyos, por más crueles o estúpidas, monstruosas o ridículas que fueran. El golpe de 2002, el sabotaje petrolero, los intentos de magnicidio, la estafa de Mezerhane, los delitos de Zuloaga, las agresiones de Colombia, el plan para bombardear Caracas, los degollados, quemados vivos o asesinados por francotiradores en las guarimbas, DollarToday, el ataque aéreo contra el TSJ, los sabotajes eléctricos, las sanciones internacionales, la ejecución, por sicarios, de políticos, activistas y campesinos chavistas, etc. etc. …hasta el reciente intento de magnicidio contra Nicolás Maduro.

Es el ejemplo más aberrante de solidaridad automática que registra la historia, y su resultado político está a la vista. Una oposición que, en los primeros tiempos cuando el gobierno tenía todos los dólares del mundo, reunía medio millón de personas de un día para el otro, hoy que atravesamos una crisis económica sin precedentes, fallas graves en los servicios y mucho descontento, apenas si logra juntar algunos cientos de fieles y está más dividida de nunca. Muerta la oposición y sus posibilidades de llegar a cualquier lado, ahora pulula su fauna cadavérica operando franquicias del paramilitarismo colombiano.

El grave intento de magnicidio contra Nicolás Maduro, ejecutado por un comando buchipluma de ineptos aficionados que parecen sacados de una película del Gordo y el Flaco, es la guinda de la torta que viene poniendo la oposición venezolana desde hace unas dos décadas. Pero ni la criminal intención antidemocrática de los autores, ni el fracaso estrepitoso de su plan, logran sacar al antichavismo del agujero negro de su cabronería imperturbable. Unos niegan la existencia del atentado, otros se atribuyen la autoría, todos comulgan en el deterioro mental de negar la realidad del terrorismo, aferrados como están a la realidad virtual de su país inexistente.

Mientras tanto, un supuesto Tribunal Supremo en el exilio, no se pronuncia sobre el intento de magnicidio y finge juzgar a Nicolás Maduro en la sede del parlamento colombiano, una aberración que la oposición se traga sin esfuerzo, fiel a su consigna del todo vale, así como se traga la colección de siniestros personajes que integran su museo del horror del todos caben. Nadie es lo suficientemente corrupto, ladrón o asesino para ser expulsado de su seno, con la deshonrosa excepción de Juan Carlos Caldera, botado de Primero Justicia cuando, en septiembre de 2012, se publicó un video donde recibía dinero de un asistente del empresario Wilmer Ruperti. Pero a los tres meses fue reincorporado a la directiva del partido…

Cierto, muchas veces la pasión nos impide ver lo que realmente está pasando, y la pasión antichavista ha cegado a los opositores sobre la realidad de Venezuela, una realidad que ignoran olímpicamente por seguir las consignas dictadas en Miami y Bogotá. Pero su ignorancia más grave y terminal es desconocer el nivel de conciencia alcanzado por el pueblo y por su Fuerza Armada, nivel de conciencia que ya no está para drones ni cabrones, sino cada vez más claro, por m[as cr[iticas que tenga, en la defensa de la paz y la Constitución.

Y es por eso que, hagan lo que hagan y pase lo que pase, no nos van a llevar al caos y la guerra civil…Venezuela es y será una democracia, donde gobiernan los electos por el pueblo, obedeciendo al pueblo. Porque, como dice la calle, con Chávez nacimos para vencer y no para ser vencidos.



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Gustavo Corma


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