No es para nadie un secreto, incluso, se ha hecho “digno de elogios”, las profundas relaciones políticas, comerciales y militares que existen entre el gobierno de Colombia y el sub-imperio ilegal y genocida que ocupa a Palestina y que llaman Israel. “Relaciones entre semejantes para los mismos propósitos”, dirían muchos.
Lo cierto, es que, además, de las recientes compras de equipos militares (24 aviones de guerra del tipo KAFIR, -copia del Mirage francés-), y otros tipos de armas de guerra, como también, del entrenamiento recibido por oficiales del Ejercito Colombiano y grupos paramilitares de las Auto Defensas Unidas de Colombia (AUC) del mismo país por las fuerzas israelíes en las tierras ocupadas de palestina; la realidad del pueblo colombiano corre por la misma suerte del pueblo palestino.
Es en el vecino país (Colombia) en donde podemos ver simplificado y esclarecido los verdaderos enemigos que, en el Medio Oriente (en Palestina), se esconden tras una religión y una historia tergiversada para asesinar, expropiar y lucrase del pueblo palestino, esta vez, del pueblo colombiano.
Afirmar que Colombia ha sido “israelizada”, no es una exageración, ni mucho menos, una invención; es una verdad dolorosa y peligrosa. La realidad y la historia del pueblo hermano nos dan la razón. Veamos.
Obviando los pretextos religiosos, como ese de la supuesta “tierra prometida” esgrimida por los jazares sionistas y así poder influir en la comunidad internacional cristiana y justificar (por bajo el “derecho divino”) la usurpación de las tierras palestinas. Los otros pretextos utilizados, esta vez, por sus semejantes: la oligarquía colombiana y las transnacionales norteamericanas en Colombia, para el desplazamiento y la usurpación de tierras al pueblo campesino colombiano, no podrían ser de carácter religioso, ni mucho menos de parafrasear el absurdo: “Una tierra sin pueblo, para oligarcas y transnacionales sin tierras”. No, esta vez, los justificativos son distintos pero los métodos siguen siendo los mismos. Veamos.
El infame “Plan de Seguridad Democrática” del capo lacayo Uribe, se inscribe como la aplicación, concreta, del Plan Colombia. En ella, el desplazamiento del campesinado colombiano -junto a las “cercas que caminan” y lo linderos que se agrandan- es una política justificada por el gobierno colombiano en la supuesta razón de “evitar las bajas civiles en los enfrentamientos con la guerrilla”.
Estas tierras han sido tomadas por las grandes transnacionales norteamericanas (bananeras como la “Chiquita Brands” y las petroleras como la ExxonMobil) y los terratenientes (la oligarquía colombiana) para sus fines usureros, a costa, del terror y la miseria de las grandes mayorías. Para ello son utilizados los paramilitares, quienes, empleando los métodos del terror han logrado expulsar al campesinado de sus tierras.
Estos métodos son originarios de un gran mentor: el sionismo. Fueron el Irgún y el Hagana, entre otras organizaciones terroristas israelíes, los grandes inspiradores y padres de los grupos paramilitares colombianos. Los métodos que estas fuerzas mercenarias emplearon en el pasado, y que siguen empleando en el presente por el ejercito sionista, para expulsar de sus tierras al pueblo palestino, por medio del terror y la muerte, hoy sirven a sus buenos alumnos mercenarios colombianos. Así lo confiesa el mejor de todos sus discípulos Carlos Castaño. (continúa...)
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