La diputada Marelis Pérez Marcano, Presidenta de la Comisión Permanente de Familia, Mujer y Juventud de la Asamblea Nacional, debe estar muy contenta en estos días porque la Conferencia Episcopal Venezolana se pronunció en contra del aborto y del reconocimiento legal de parejas del mismo sexo. Ya no se siente sola ni es la única que tiene que dar la cara en la defensa pública de sus prejuicios más enraizados. Ahora está muy bien acompañada por los obispos de la iglesia católica y los pastores de las distintas iglesias evangélicas.
Bien hecho diputada, pero todavía le falta un pasito más para ser coherente. Sea valiente, deje de pensar de manera pragmática, haga lo que, por lo general no hace ningún diputado, haga historia: diga públicamente lo que piensa. No siga saliendo por la tangente diciendo que en el Proyecto de Ley de Equidad e Igualdad de Género no se ha planteado el tema del aborto y el de las uniones legales de parejas del mismo sexo. Escupa abiertamente sus prejuicios, su intolerancia, su ignorancia, tal como lo hace sin ningún tipo de vergüenza la extrema derecha en otros países.
Hay varias verdades que tiene que decir, aunque aquí, entre nos, ya las sabemos. Imagine los beneficios que le traerá decir lo que piensa y siente: recibirá la aprobación de esas personas tan respetables del Opus Dei, de la jerarquía de la iglesia católica, de los guías espirituales de las distintas denominaciones religiosas y de los hombres y mujeres que han dedicado su vida a aparentar que viven según las normas sociales.
Diga a todo pulmón que usted es una persona a quien le asquean las lesbianas, los homosexuales, los transgéneros y los transexuales. Posiblemente piensa que somos unos enfermos, pervertidos o que somos una manifestación más del desviacionismo pequeño burgués propio de las sociedades capitalistas. Piensa que nuestras prácticas sexuales están contra las leyes naturales. Por eso no puede ni vernos, no puede dejarnos entrar completamente en la sociedad, hará lo posible para seguir manteniéndonos al margen. Debe sospechar que si se reconocen nuestros derechos, detrás vendrán las prostitutas, los pederastas y otras lacras sociales a pedir su pedazo del pastel democrático. Le aseguro que no es la única en pensar así, mucha gente ha estado y está de acuerdo con usted: Adolfo Hitler, Francisco Franco, Benito Mussolini, José María Escrivá de Balaguer, Ronald Reagan, George Bush, el cardenal Joseph Ratzinger y Roberto Lückert, por nombrar sólo a unos pocos.
Lamentablemente, le tengo malas noticias, no sirve de nada estar acompañada de figuras tan ilustres y poderosas, las cosas ya no son igual que antes (el pasado siempre fue mejor, ¿verdad?). Los cambios sociales pueden ser retrasados pero no pueden ser contenidos. Si no lo sabremos nosotras las comunistas, las feministas y las feministas lesbianas radicales, que hemos tenido que luchar duramente contra el capitalismo, contra el androcentrismo, el sexismo, la misoginia y contra la heterosexualidad obligatoria. Nada nos ha podido detener ni nos detendrá. Tenemos una tradición histórica de lucha, mucha experiencia y sólidas propuestas teóricas. Nosotras tampoco estamos solas, nos han acompañado Flora Tristán, Alejandra Kollontai, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Emma Goldman, Simone de Beauvoir, Kate Millet, Shulamith Firestone, Monique Wittig, Gloria Anzaldúa, Francesca Gargallo, por sólo mencionar unas cuantas entre millones.
Nada ni nadie nos va a inmovilizar, mucho menos sus triquiñuelas políticas. Estamos acostumbradas a lidiar con mujeres como usted: retrógradas, reaccionarias, conservadoras, prejuiciosas, incoherentes, anticomunistas y antifeministas. Usted es tan reaccionaria que si estuviéramos en el período de gobierno de Medina Angarita, se habría aliado inmediatamente con aquellos que denigraban y atacaban a las mujeres que luchaban por conquistar el voto femenino.
Existen momentos en la historia en donde, debido al lugar que tenemos dentro de la sociedad, se nos pone en una encrucijada: podemos ser elementos de avance o de atraso social. Ya sabemos cuál fue el sendero que usted tomó. El problema es que usted dice ser socialista, dice ser revolucionaria ¿Una revolucionaria cuyas ideas coinciden con las defendidas por la iglesia católica y cristiana? ¿Una revolucionaria que no quiere abordar los temas que Lenin resolvió en los primeros años de la revolución soviética? ¿Una revolucionaria que desconoce que estos temas forman parte de la agenda política de los grupos de izquierda en otras partes del mundo? ¿Una revolucionaria que desconoce el feminismo? ¿Una revolucionaria que desconoce los postulados fundamentales del socialismo? ¿Una revolucionaria que desconoce los principios de la Ilustración?
Usted no es una ciudadana común y corriente, que puede guiar su vida en base a sus prejuicios. Usted es una diputada de la República Bolivariana de Venezuela, que se debe a sus electores. Usted es una representante temporal del pueblo, del cual, para su desgracia, también nosotras formamos parte. Sí, nosotras mismas, las lesbianas, homosexuales, transgéneros, transexuales y demás bichos raros. Le digo algo peor, muchas de nosotras votamos por ustedes, diputadas “socialistas” de la Asamblea Nacional. Gracias a nuestro voto y a la herencia de la lucha feminista de mujeres que nunca se acobardaron ni en dictaduras ni bajo amenazas de excomunión, ustedes lograron ser diputadas y tener poder político.
Usted debe, como jefa de la mencionada comisión, defender los derechos de todas las mujeres sin distinción, debe proponer una legislación que evite que sigan muriendo las mujeres más pobres como resultado de abortos hechos en condiciones de clandestinidad, debe asegurarse de que todas tengamos los mismos derechos y los mismos deberes ante la sociedad. Como diputada del PSUV debe asegurarse de que nadie quede excluida y que nadie sea discriminada en el socialismo del siglo veintiuno. Es más, si en verdad se llama socialista, debe estar muy preocupada por el hecho de que la derecha y, sobre todo, la Conferencia Episcopal, esté de acuerdo con usted. Por cierto, ¿no habrá olvidado que el Estado venezolano es laico?
La verdad es que no podemos seguir hablando de la construcción de la mujer y del hombre nuevo, si seguimos arrastrando los prejuicios propios de un sistema y un tipo de sociedad que pretendemos dejar atrás. La revolución pasa, sobre todo, por una revolución cultural, por un cuestionamiento permanente de nuestras concepciones más arraigadas, sobre todo aquellas que tienen que ver con nuestras nociones acerca del cuerpo, el sexo y la sexualidad.
Si no hacemos esto, si no rectificamos, estaremos repitiendo una larga historia de errores e injusticias que a estas alturas no tienen ninguna justificación. Todo esto se lo digo como lesbiana, como comunista, como feminista y como atea. Nunca he militado ni pienso militar en las filas de la derecha. Ni siquiera la incoherencia y el oportunismo de muchos de los líderes de este proceso de cambios me hará saltar la talanquera.
Lo que pienso seguir haciendo, junto con otras personas, es continuar denunciando a las personas incongruentes, oportunistas y anacrónicas como usted. Seguiremos fastidiándola, seguiremos incomodándola, seguiremos perturbándola, seguiremos luchando por nuestros derechos. Disfrute este breve momento de alegría, ya que no va a durar mucho, porque continuaremos más fuertes y en pie de lucha. Recuerde, usted no es más que un obstáculo pasajero en nuestro largo camino por la construcción de una sociedad socialista.
Marianela Tovar
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Publicado originalmente en www.ContraNatura.org.ve