Tal vez pocos maestros y maestras no hayan visto o por lo menos, no hayan tenido referencia de aquella película protagonizada por Sidney Poitier, cuyo nombre tomo prestado para titular este artículo, sin pretensiones de hacer un análisis del mencionado largometraje. Y es que a propósito de celebrarse la semana del magisterio hay que recordar que a sus miembros y al sistema educativo en general, debe tratárseles con cariño.
La historia magisterial ha estado colmada por la lucha en la búsqueda de mejoras en el nivel de vida de los docentes y por establecer propuestas pedagógicas en beneficio de los educandos, para así impulsar el desarrollo de nuestra sociedad. Ese fue el propósito fundamental de aquella organización magisterial que nació bajo las ideas ductoras del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. No obstante, con el transcurrir del tiempo al instaurarse un sistema de valores en la sociedad aupado por el neoliberalismo, las solicitudes implícitas en las premisas de Prieto fueron mediatizadas, subsumiéndolas el sistema como un elemento más que le garantizaría su equilibrio. Por ello nacen tantos sindicatos de maestros como colores partidistas existían en el espectro político nacional cuyos propósitos eran drenar las quejas y reclamos del magisterio y reducir sus luchas, erigiéndose ellos como intermediadores en las negociaciones contractuales para luego obtener como beneficio, aparte de las cuotas ordinarias que quincenalmente aún deducen a los docentes por afiliación, una extraordinaria por la firma del contrato que consistía en debitar la primera quincena o mes de aumento, como retribución a su “plausible trabajo”; por fortuna, esto último ya es parte de la historia,
Esa visión mercantilista de la lucha sindical educativa sin acento en la búsqueda del desarrollo humano del educador, contribuyó en gran medida a la complejidad estructural que tenemos en la actualidad, donde se conjugan elementos políticos, culturales y éticos que dilatan alcanzar los beneficios que se ajusten a la altura de la elevada misión del docente. Rasgos de esa herencia que perviven con nosotros en la madeja institucional educativa que ronda setecientas mil personas, están expresados en las denuncias de “venta-compra cargos”, así como en la “facilitación“ de reposos remunerados, porque es que la educación todavía es vista por muchos, entre ellos funcionario medios, como una mercancía, siendo el ministerio de educación una gran casa de comercio. Nada más perverso en una sociedad donde queremos construir el socialismo.
En el contexto de tal complejidad juega un papel importantísimo la formación en valores del magisterio, que no es nada fácil ni sencillo puesto que no se trata de leer, recitar ni memorizar frases bonitas. Se trata de articular políticas desde el ministerio con las diferentes instituciones del Estado y la sociedad en general para minimizar los efectos perversos de los antivalores que inoculan los medios de comunicación y los hacedores de marketing. Ello, junto a la construcción de un currículo que reimpulse y profundice la educación como “desarrollo del continuo humano”, retomando así los logros cualitativos de la educación bolivariana para incidir ciertamente en el cambio social.
Por tales motivos, es necesario desmontar los males estructurales que aquejan la educación y amenazan con retrogradarla. En ello tienen gran responsabilidad los dirigentes sindicales, directores educativos en todos los niveles, lo movimientos sociales y demás instituciones de la sociedad, los cuales deberá diseñar los métodos en el contexto de la búsqueda de la transformación social para llevar a cabo tal cometido. Es una de las vías para tratar AL MAESTRO CON CARIÑO, lo demás vendrá por añadidura.