El fanatismo, de un bando y del otro, es decir, de la derecha y de la izquierda, no acepta la crítica, cierra los ojos para no leer a los que sí saben sobre educación, taponan sus oídos para no escuchar las sabias palabras y consejos de quienes están considerados como verdaderos estudiosos de la educación en Venezuela. En más de una oportunidad he escuchado a camaradas, por ejemplo, denigrar del doctor Luis Fuenmayor Toro porque lo consideran un opositor al PSUV y un articulista al servicio del imperialismo y no del Proceso Bolivariano. Equivocados están más allá que de aquí a Pekín. Precisamente, entre las voces más autorizadas para hablar de la educación, está sin duda alguna el doctor Fuenmayor Toro, guste o no le guste a los fanáticos. Y si no lo leen, si no lo estudian, si no lo analizan y terminan por rechazarlo bajo argumentos incompatibles con la necesidad de formación o adquisición de conocimientos, daremos la espalda, especialmente, a los niños y niñas que deben recibir sus primeras lecciones de aprendizaje y de educación entre los preescolar y las escuelas primarias. El fanatismo, el dogmatismo y el sectarismo le cortan y le desangran la yugular a cualquier revolución si no les ponen freno definitivo.
Voy a ser muy conciso en este artículo porque no soy experto en nada y, mucho menos, en educación. Los grandes maestros de la educación en este país son archiconocidos y la mayoría ya pasó a otra forma de vida, donde el silencio y la oscuridad se juntan en un solo abrazo para conservar por el mayor tiempo posible la armonía de los huesos -debajo de la tierra- con el espíritu vivo del ideal de quien abandona este mundo dejando un rico legado de conocimientos a las generaciones futuras.
Antes de opinar sobre el elemento que deseo, simplemente, voy a poner un ejemplo de la educación primaria hace más de 55 años atrás. Me tocó estudiar la primaria cuando gobernaba el país el general Marcos Pérez Jiménez. Este le exigía a las empresas que debían no sólo crear las escuelas sino equiparlas para que a los estudiantes no les faltase absolutamente ninguno de los textos que eran obligados estudiar por año. A comienzo del año la dirección del plantel le entregaba a cada alumno el material de estudio, lo cual debía ser devuelto al concluir el año escolar. Pero nadie se educa bien limitándose exclusivamente a los textos de estudios.
Aquí viene el detalle dijo Cantinflas del por qué antes era una excelente educación primaria y por qué ahora no lo es, es decir, la actual es sumamente deficiente cuando se requiere situarla a nivel de las exigencias de una época que nos está poniendo a la orden del día el sueño que debe salir airoso de la transición del capitalismo al socialismo: la fase uno del comunismo que no es otra -valga la redundancia- que socialismo. Para que exista una excelencia en la educación o preparación de alumnos en la escuela primaria debe producirse una armonía dialéctica entre el maestro, los textos y los estudiantes y, además, una excelente relación de intercambio de opiniones entre la comunidad de la escuela y la comunidad vecinal que le rodea. La preparación del maestro es fundamental para la enseñanza. Lo cierto es que antes, por lo menos cuando gobernaba el general Pérez Jiménez y los primeros años de la democracia burguesa, existían en el país las escuelas normales, es decir, centros de preparación donde se impartían conocimientos y pedagogías a los maestros y maestras para que pudieran capacitarse integralmente y dictar clases en las escuelas primerias que eran asimiladas sin mayores inconvenientes por los alumnos y alumnas de primaria. Eran cuatro años de estudios continuados, de preparación intensiva para poder optar por el título honorable de maestro. Bueno, eso lo eliminaron y no crearon nada, ninguna institución educativa profesional que sustituyera a las escuelas normales. No sé, no estoy seguro, habría que consultarlo con los especialistas, pero pienso, sólo lo pienso, que los pedagógicos no son los más adecuados para graduar maestros de escuelas primarias sino para dictar clases y formar alumnos y alumnas en liceos.
Recuerdo, para ir finalizando, que en tercer grado ya los alumnos de las escuelas primarias sabían no sólo las cuatro elementales reglas de las matemáticas sino, también, quebrados y regla de tres; en cuarto y quinto grado ya se conocía algo importante de geografía, de historia de Venezuela como igualmente normas definidas del idioma o de la escritura y lectura y, también, regla de tres compuesta. En verdad, se preparaba bien a los alumnos para que pudieran entrar bien al liceo, porque quienes vayan a éste sin tener fundamentales conocimientos de los programas de formación y aprendizaje en las escuelas primarias fallarán en la interpretación de los programas que corresponden a los liceos. Y de la formación en los liceos depende la adquisición de conocimientos en las universidades.
Bueno, no propongo nada porque, repito, no soy experto en nada y menos en educación, pero allí dejo la idea porque creo que la eliminación de las escuelas normales le ha causado un grave daño a las escuelas primarias como la eliminación de las escuelas técnicas industriales a la capacitación de técnicos lo cual se traduce en perjuicio para las producción en el país y para la formación de tecnólogos.
Tal vez, mi opinión carezca de los argumentos necesarios o indispensables para hacerla irrebatible. Eso no me atrevo a expresarlo. Los expertos en educación y, especialmente, primaria tienen la primera palabra por el bien de los niños y niñas del país, por el bien de los liceístas y por el bien de los universitarios.