Siguiendo la extensa obra emancipatoria de Boaventura de Sousa Santos con el aporte de la Universidad de las Islas Baleares, pondremos al tapete la necesidad de promover la interculturalidad de los saberes a lo Santos llama ecología de saberes, considerado uno de los aportes más importantes de la epistemología del Sur. La ecología está referida a la creación de saberes, convergencias, experiencias y prácticas compartidas a partir de un consenso solidario, dialógico y democrático en contraposición a las universidades de la ceguera en donde se plasman exclusiones y reificaciones, de una razón indolente, reduccionista y uniformadora.
La ecología de saberes presupone la multiplicidad apostando a relaciones no destructivas y en virtud de lo anterior, incluye a los silenciados por la monocultura. La ecología de los saberes busca ser una fuerza contrahegemónica dándole legitimación a formas de saberes marginados por una modernidad que debe hacerse cargo de los problemas que reproduce en los centros de saber, llámese a este Universidad.
La ecología de los saberes se refiere a un espacio dialógico entre las diferencias epistémicas viendo en el papel del investigador un facilitador que, urgido de la cuestión social, orienta las discusiones ejerciendo la ecología de los saberes siendo capaz de articular su saber particular con el resto de saberes y prácticas discusivas que la episteme del Sur ha creado. Es por ello que además de los centros de saberes se incluyen los saberes que la vida cotidiana va generando. Lo cotidiano tiene importancia epistémica puesto que es el lugar donde se dan las relaciones sociales y producciones de conocimiento y sentido.
La incorporación de la Universidad de la ecología de los saberes promueve la reforma para una Universidad Solidaria que se convierta en eco de la lucha contrahegemónica, incorporando los saberes subalternizados pudiéndose dar así diálogo interepistémicos. En pocas palabras es hacer un uso contrahegemónico de la ciencia hegemónica.
La Universidad del siglo XXI si quiere seguir siendo referencia para crear conocimientos alternativos y socialmente productivos, tiene la responsabilidad de hacer visibles a los que han sido callados por un proyecto monocultural, hegemónico y con eso contribuir a la descolonización del conocimiento. Es una lucha democrática solidaria. A ecología de los saberes en su sentido prioritario de corresponsabilidad, relación de respeto y complementariedad tiene un sentido ético y a la vez, una dimensión política que dan sentido a los proyectos de transformación social. En consecuencia prioriza la igualdad real de oportunidades.
La universidad puede y debe contribuir a extirpar la colonialidad del saber y promover un conocimiento enmancipador con efectos transformadores en el que la docencia y la investigación no estén al servicio de políticas epistémicas y socioculturales de signo colonial, sino comprometidas con el conocimiento prudente para una vida decente, capaz de evitar el desperdicio de la experiencia humana y el empobrecimiento de la realidad. No obstante, mientras la lucha de la justicia cognitiva siga adelante, los males sociales de la ceguera y la discriminación epistémica podrán ser combatidos.
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