Desde el surgimiento de las primeras formas de organización basadas en el dominio del más fuerte y en el derecho "natural" de los hombres a apropiarse de la tierra y los recursos de las mujeres y los vencidos, las sociedades humanas no han cambiado mucho. El patriarcado incipiente en ese entonces continuó manifestándose a lo largo de la historia a través de distintos modos de organización económica, política, tecnológica y social, validados por "paquetes culturales" justificadores de la supuesta superioridad de grupos masculinas explotadores de la naturaleza, de los trabajadores y de las mujeres solo por serlo.
Posición privilegiada sostenida a través de una astuta combinación de las omnipresentes confrontaciones disuasivas y bélicas, con "armas" más sutiles y efectivas, concebidas para controlar emocional, intelectual y espiritualmente a las mayorías exprimidas y oprimidas. Armas hábilmente administradas en estructuras jerárquicas creadas por capos seculares y religiosos con el fin de regular la vida familiar, las propiedades, las aspiraciones, los deseos, el pensar y el actuar del común.
Y así, dando continuidad a conveniencia a las tradiciones y el acontecer humano durante los siglos precedentes, entraron en escena las élites responsables de idear y difundir el dudoso bagaje de antivalores y mitos - mercado regulador, libertad individual, democracia, igualdad ante la ley, cientificismo, etc.- soporte cultural del sistema capitalista y la civilización occidental.
Sin embargo, pese a los muchos medios a su disposición, a los amos del gran capital les ha resultado cada vez más difícil encubrir la podredumbre del sistema. Sus crisis, las guerras provocadas para defender el statu quo, las relaciones desiguales inter e intra naciones, la concentración de la riqueza y la creciente pobreza de la gran mayoría de la población. Entorno incierto del proceso bolivariano que, además de los ataques del imperio decadente, enfrenta hoy una pandemia de alcances y consecuencias desconocidos. Azote mundial que nos ha obligado a refugiarnos en nuestros hogares. Circunstancia que debemos aprovechar para reflexionar, liberarnos y sobre todo liberar a infantes y jóvenes de falacias y fantasías "naturalizadas" por el enemigo. Lo cual, obviamente, nos está costando bastante a mayorcitos y mayores.
Con todo y nuestras limitaciones. Padres, maestros y comunicadores tenemos una oportunidad de oro para darle un vuelco a la educación. Para deslastrarla de contenidos que se pueden encontrar en otros medios y convertirla en un sistema ágil y entretenido orientado a ayudar a los menores a pensar y a disfrutar del conocimiento. A plantearse inquietudes e interrogantes que les permitan ir entendiendo progresivamente el contexto del proceso independentista cuya dirección tendrán que asumir más adelante. No podemos desperdiciarla.