“El Genio se va convirtiendo de individual en colectivo”
José Martí
Bien tenía razón quien dijo que el huracán no se siente en su centro ó que cuando vemos los árboles no podemos ver el bosque ó que la realidad es superior a todo lo que la mente humana puede imaginar y por eso aquella nos rebasa cien veces. Mucho más si los aparatos perceptuales con que contamos no nos ayudan por aquello de que lo que recibimos a través de nuestras sensaciones son datos fragmentados de un mundo que se interrelaciona de una manera veloz, sutil, y profunda, donde la distancia no importa y por tanto se le escapa a la razón de una conciencia estructurada alrededor de mundos pequeños e individualizados.
Eso es lo que está pasando con nuestra Revolución Bolivariana. Más allá de todo perfeccionismo, cuando hoy vi en la pantalla de la televisión los miles de rostros de parte de los graduandos de la Misión Sucre en Margarita y en el estado Miranda, pertenecientes a hombres y mujeres en los cuales resaltaban sus rostros mestizos y edades que oscilaban entre los 20 y 60 años, todos sonrientes, frescos, felices, en su acto de graduación de educadores integrales, deportivos, de educación inicial y educación especial, recordé el inmenso valor que todos los clásicos de la Revolución Socialista le han dado al peso del pueblo, de la masa, entendida no como una suerte de conglomerado sin rostro sino como la expresión acumulada de identidades muy concretas, con sus historias vividas, esa masa que a Vallejo le inspirara aquel poema donde son todos los hombres de la tierra los que unidos logran que un cadáver triste, emocionado, se incorpore, abrace al primer hombre y eche andar.
Y fue precisamente una de ellos, de edad avanzada, o como el Presidente Chávez conversando con ellos, bautizara en la tercera juventud, quien le diera las gracias por sus ideas locas de haber creado la Misión Sucre, luego del éxito obtenido por la Misión Ribas y la Misión Robinson. Quienes estuvimos muy cerca de su fundación a través de nuestra participación en la Universidad Bolivariana de Venezuela sabemos de las vicisitudes y las dificultades que estos estudiantes y sus profesores pasaron y cómo perseveraron hasta llegar a la tan anhelada meta. Fuimos aprendiendo que la municipalización era y es la única vía de universalizar la enseñanza y de acabar con los estereotipos del conocimiento encasillados en cuatro paredes, a los cuales sólo puede acceder un grupo selecto.
Aunque soy profesora en la sede Caracas, tuve la oportunidad de dar clases nocturnas en Ciudad Guayana en lo que conocemos como las Aldeas Universitarias donde estudian fundamentalmente los estudiantes de la Misión Sucre, gracias precisamente a esta municipalización de la enseñanza, y pude ser testiga de esas dificultades pero también de la decisión de esos estudiantes de sobreponerse. Recuerdo que en algunas escuelas tenían que comprar los bombillos haciendo vacas sin que hubieran quejas de por medio ó acompañarse a altas horas de la noche para que quienes todavía creen que deben delinquir no les hicieran daño. Lo que más me emocionaba era ver en tanto trabajador el deseo de superarse.
Y lo más importante de toda esta experiencia de cinco años, donde cientos de miles de personas participaron y participan en un proceso de enseñanza-aprendizaje donde docente y alumno se unen para aprender, está precisamente en eso que no podemos observar, en lo que todavía no nos damos cuenta, en lo que se está construyendo. En ese impacto extracurricular, en el entorno familiar y de la comunidad. En el futuro impacto en la sociedad. Quizás por eso la intervención que hicieran los graduados fue tan sencilla, inclusive la de los Ministros y la nueva Presidenta de la Fundación Misión Sucre. No podemos vernos a nosotros mismos. La grandeza de las pequeñas cosas nos encandila. Con razón decía el Ché: “Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano es que hay Revolución”.