A veces, el optimismo rebasa las condiciones objetivas necesarias para consumar los hechos. Y empiezo así esta tercera breve interacción sobre este tema, porque se propone invitar de modo realista, a que veamos parte del panorama petrolero mundial y establezcamos las implicaciones que creamos pertinentes. Pues son muchas las reuniones, cónclaves, cumbres… que vaticinan la mejora en los precios del petróleo y ya sabemos cuáles han sido los resultados.
Es por eso que a propósito del acuerdo suscrito la semana pasada por Qatar, Arabia Saudita, Rusia y Venezuela, sobre la congelación de la producción petrolera, oportuno es respondernos algunas preguntas generadoras como estas: ¿En cuánto tiempo la congelación de la producción de petróleo incidirá en el alza sustancial de los precios del petróleo? ¿Cuáles intereses prevalecieron en los saudíes para sumarse a ese acuerdo?
Aspiremos que las respuestas resultantes nos permitan aproximarnos a la comprensión de la coyuntura del mercado actual, signada por la fugacidad temporal que conspira contra las esperanzas del crecimiento económico de nuestras naciones, que siguen dispuestas en bandeja de plata al vai ven de las correlaciones de poderes que dominan el espectro geopolítico.
La suma de la producción de las cuatro naciones que suscribieron el referido acuerdo alcanza 24 millones de barriles por día, 8 millones menos de la producción OPEP. Si tomamos en cuenta que esa cantidad a congelar representa sólo un poco más del 25% de la producción mundial, y que Estados Unidos sigue al garete produciendo y almacenando, debe concluirse que tal medida afectaría muy poco la sobreproducción planetaria y en consecuencia la permanencia de los actuales precios. Y de afectarlo en mínimas proporciones, dicho comportamiento se sentiría en el segundo semestre como lo expresaron representantes de las naciones firmantes. Otra cosa sería, si la totalidad de los productores OPEP se hubiesen sumado a mencionado acuerdo, pero evidentemente, no soplan los mismos vientos de otrora cuando la prenombrada organización velaba por los intereses soberanos de sus miembros.
Una consideración especial entre los firmantes del acuerdo, merece Arabia Saudita. Es el mayor productor de la OPEP, pero a su vez el que vende el petróleo más barato del mundo. O sea, el que ha utilizado su capacidad productora para demoler los precios de sus socios. Se le reconoce por bajar o aumentar los precios a su conveniencia, negándose casi siempre a la disminución de la producción.
Además, con su política de precios bajos, se ha apropiado de los mercados de Irak y Libia, entre otros, luego de que Estados Unidos y sus aliados defenestraran los gobiernos de esas naciones. Hechos muy curiosos que nos hace vincular a los saudíes con los altos intereses imperialistas. Pero a su vez, dudar de la convicción que pudieran tener para llevar hasta sus últimas consecuencias la defensa de los precios justo del petróleo en esta coyuntura y en las que de seguro, seguirán viniendo mientras exista el oro negro.