Sin duda alguna, haber tenido un gasoducto de 8.000 kilómetros que cruzara desde Venezuela hasta Argentina, beneficiando a su paso también a Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay, además de otros países sudamericanos que quisieran formar parte del mismo- hubiese sido un hito de soberanía e integración energética de América del Sur.
Pero una obra de esa envergadura, que ameritaba una inversión que podía llegar a los 25 mil millones de dólares, -y según los ecologistas hasta el doble si se cumplía con todas las exigencias de protección de medio ambiente- necesitaba más que una visión política común, asegurada en ese momento por Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula Da Silva y el promotor de la iniciativa, Hugo Chávez. Había muchas más aristas que los promotores no tenían claro en aquel anuncio del 19 de enero de 2006 (ver sección ECOVIDA de mi blog).
El gasoducto significaría un alivio para Brasil y Argentina, que precisaban importar gas para suplir la demanda local, y un mercado seguro para el gas venezolano. Pero sobre todo, representaba la independencia y soberanía de los países del sur en relación a sus reservas energéticas.
Eso lo tenía claro Hugo Chávez, el gran promotor de la idea: "Nosotros nunca venderíamos a América del Sur al precio que tiene el gas en países desarrollados (…) El gasoducto tiene que ir acompañado con polos de desarrollo en todos los países".
Pdvsa describía la iniciativa como el proyecto de interconexión gasífera que evaluaban los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina con la finalidad de disponer de energía limpia, a un precio justo y razonable, para impulsar el desarrollo de los pueblos de América del Sur y sustituir volúmenes de combustibles líquidos mucho más costosos
La geopolítica da un paso atrás
Aunque el memorando de entendimiento rezaba que la construcción del gasoducto se llevaría a cabo una vez certificada la viabilidad técnica, ambiental y económica del proyecto y para eso se necesitarían, al menos, cuatro años, muchas fueron las criticas técnicas, ambientales, económicas y hasta políticas hacia el Gran Gasoducto del Sur apenas de realizó su anuncio.
Antes de presentarse el primer documento técnico, Brasil expresó, en el 2009, sus grandes limitantes para seguir con el proyecto: económicas, atravesaban por una crisis y recortes internos; ecológicas, el impacto en la Amazonia y sobre todo, se apalancaba en los recientes descubrimientos de de yacimientos petroleros en las costas de Río y Sao Paulo.
Los ecologistas también hicieron su parte, dándole poco peso a la ratificación del compromiso social en las áreas de influencia del proyecto, según el memorando de entendimiento. En ese sentido, "la obra deberá situarse lo más próxima posible a regiones ya tocadas por el hombre, tales como carreteras ya existentes, para preservar el medio ambiente".
Ya lo preveía Hugo Chávez en julio de 2007: Bueno, no podemos obligar a nadie. No podemos nosotros hacer un gasoducto obligado para el Sur.
Sin embargo, Chávez quiso adaptarse a una realidad vigente y en el 2008 anunció un proyecto alternativo, vía marítima, para distribuir gas a la región del sur, las necesidades de los mercados y el producto aún estaban sobre el tablero de juego.
En su momento, varios expertos opinaron que creían que el proyecto se adelantó a su tiempo. Tal vez, en un futuro, confluyan las aristas técnica, económica, social, ecológica y, quien sabe, hasta la política, aquella que pone el ser humano como centro y aboga por una integración y soberanía de los países del sur frente a las grandes potencias que intentan gobernar al mundo.
