Debo comenzar estos “Apuntes…” agradeciendo al Dr. Mazhar Al Shereidah por ofrecerme una ventana en este portal, Petroanalysis, para ventilar mis reflexiones en materia de política y economía petrolera.
Ya entrando en el tema, aprovecho para reiterar la prédica que por años y de manera angustiosa hemos sostenido muchos colegas y que Petroanalysisha venido cumpliendo de manera destacada:
La primera tarea de un investigador social venezolano en materia de política petrolera es el combate a la ignorancia generalizada, sostenida y promovida históricamente por los sectores internos e internacionales que se han apropiado privilegiadamente de la riqueza generada por la explotación de los hidrocarburos nacionales.
Para ello es preciso masificar la información sobre el tema para que sea realmente democrática la toma de decisiones y poder combatir todos los mitos y falacias imperantes que se han instalado en la mente de los venezolanos como verdades irrefutables.
Justamente, uno de esos mitos, al que pretendo referirme en estos primeros “Apuntes” es el de que somos una potencia petrolera y que nuestro destino será siempre ese, extractor de un material precioso y generador de una inmensa y eterna renta.
Al respecto, es indispensable el estudio de la estructura y relaciones de la industria petrolera mundial, su génesis histórica y sus perspectivas presentes y futuras. La posición de nuestro país en esa historia y en el desenvolvimiento futuro de una industria condenada a minimizarse en el largo plazo, por los cambios tecnológicos en curso universalmente y por su propio papel en la generación de gases responsables del efecto invernadero.
Las política de producción y desarrollo de la industria petrolera venezolana tiene que formularse dentro de un panorama global en donde se enfrentan los intereses de muchos centros de poder y en especial el del capital financiero internacional, máxima expresión del capitalismo contemporáneo y determinante de los nuevos rumbos del desarrollo industrial, que exprimirán, mientras sea posible, los yacimientos petroleros más eficaces.
Precisamente, los yacimientos petroleros venezolanos no se encuentran entre ellos. Las perspectivas, a mediano plazo, son de un difícil estancamiento de los niveles de producción y una tendencia indetenible a su disminución, tanto por la declinación de los campos convencionales que ubicaron al país como fuente principal de petróleo a nivel global desde 1925 hasta nuestros días, como por la inviabilidad en el mediano plazo, en términos de precios y costos, de un relevo garantizado por la expansión de los campos de la Faja de Orinoco.
Aunque esta pueda ser una visión pesimista, si se consideran los delirios extractivistas, tales son los retos que debe enfrentar una política económica que pretenda construir un país realmente productivo, creador de valor y no beneficiario o parasitario de una renta producto de la fertilidad petrolera del suelo venezolano.
En definitiva, no se trata de una simple política petrolera, de expansión a todo trapo de la producción, independientemente de las restricciones que imponen los mercados, entre las cuales la principal es la de renuncia a nuestra soberanía sobre los recursos minerales del país, sino, precisamente de cómo afrontar las realidades contemporáneas en esta materia y, sobre todo, cómo construir las bases de una Venezuela post-petrolera y no extractivista.
En ese camino, es urgente deslastrar a la propia planificación petrolera de la mitología expansiva y centrarla en proyectos viables y rentables en el corto y mediano plazo, que se constituyan en los puentes indispensables hacia una economía más diversificada.
Concluyo, por ahora, con una pequeña muestra, dentro del conjunto de proyectos y aspectos específicos que, a mi manera de ver, debe encarar nuestra industria petrolera:
Es vital la consideración como prioridad nacional el desarrollo de los yacimientos de gas natural, asociado y no asociado. Su extracción es urgente, paradójicamente, para ayudar a la producción petrolera en los envejecidos campos convencionales, enfrentados ya a su fase de declinación y que plantean requerimientos de estímulo energético para extender su vida productiva.
En general, el destino prioritario del gas natural deberá ser el mercado interno, para los proyectos de gasificación directa de los hogares, para la alimentación plantas de generación eléctrica que todavía consumen costosos hidrocarburos líquidos, sustitución de gasolina en vehículos y, desde luego para usos petroquímicos. En segundo lugar, para el suministro hacia nuestro entorno caribeño.
Es importante lo que se ha hecho, hasta ahora y a un altísimo costo, en la Faja Petrolífera del Orinoco, pero en las condiciones actuales son inviables nuevos proyectos de “mejoramiento” en los bloques asignados, cuya actividad ha quedado estancada sine die en la “producción temprana”.
Mientras tanto y desde ya, es primordial mantener e incrementar la producción de crudos livianos y medianos en las regiones tradicionales, entre otras cosas, para hacer comercializable, vía mezclas, a la mencionada “producción temprana” extrapesada, que hoy obtiene sus diluentes de la importación, lo cual, como es obvio, reduce significativamente su rendimiento económico.
Esta historia continuará..