Las desastrosas circunstancias de las que estamos siendo espectadores y víctimas hoy en el mercado petrolero mundial, enfrentado a las consecuencias de la ruptura de los compromisos adquiridos por los países miembros de la OPEP y sus recientes asociados en la OPEP Plus, particularmente Rusia, acentuadas por la pandemia del COVID-19, nos han colocado, también, frente al el insólito espectáculo de un Donald Trump, que había prometido el combate a las prácticas cartelizadas de esa Organización en el primer documento político de su gestión "An America First Energy Plan", amén de anunciar su propósito de aislar y combatir a los países forajidos, Irán, Rusia y Venezuela, convertido en supremo intermediario, una especie de Super-Secretario General de la Organización, conminando al Presidente Putin y al Príncipe Mohamed Bin Salman a ponerse de acuerdo, ofreciendo ayuda a México para que cumpliera con los recortes pautados y finalmente, felicitando en mayo a esos líderes por los acuerdos de extensión de ese pacto.
Todo, desde luego, para salvar de la bancarrota a sus productores domésticos, tanto a los independientes de las envejecidas cuencas tradicionales de Texas, Oklahoma y otros estados, como a los nuevos emprendimientos del "shale oil" de los campos de lutitas.
Nuevamente, como desde hace 60 años, cuando fue fundada la OPEP, los detractores de los mecanismos de defensa de los precios tienen que tragarse sus palabras.
Esos detractores, por cierto, no han estado solamente en los principales países consumidores y las corporaciones internacionales, los cuales pretendían seguir disfrutando de las indefensión de los productores, aislados hasta entonces, sino también dentro de cada uno de los países miembros de la Organización, donde los sectores "modernos y competitivos", siempre la han enfrentado como un mecanismo al cual se le deja un pedazo de la soberanía: la voluntad de producir lo que nos venga en gana al precio que sea.
Son históricas las filípicas competitivas venezolanas contra el "poder de captura de nuestros mercados naturales" que han ejercido nuestros fementidos socios-competidores en la OPEP, como histórico fue el debate al respecto entre Pérez Alfonzo y Uslar Pietri.
Iguales fuerzas centrífugas se manifiestan en cada uno de los otros miembros y en más de una oportunidad se han registrado trampas de cada uno de ellos en el cumplimiento de las cuotas acordadas –que no impuestas como se acostumbra a decir en el lenguaje corporativo y de sus palangristas criollos.
Para algunos venezolanos productivistas a ultranza, "la OPEP es una merienda de árabes donde los venezolanos estamos de pepa asomada" y para algunos de los países miembros del Medio Oriente, sería "el invento de un venezolano loco".
Sobre este conflicto del "cartel that it’s not", como refiriera un autor iraní, muchas veces citado por mí, Abbas Al Nasrawi, he escrito desde hace décadas varios trabajos. Revisándolos y comparando aquellas circunstancias con las actuales, se puede percibir que la resiliencia de los argumentos anti-OPEP es eterna.
Valga el ejemplo contemporáneo:
En un foro de discusiones en el que participo, se planteó recientemente el análisis de las sanciones norteamericanas contra Venezuela y quiénes estarían, dentro y fuera de los Estados Unidos a favor de esas medidas agresivas… Pues bien, si no hubiera estado presente, el consenso habría sido el de que los demás miembros de la OPEP estaban en primera fila de los interesados en el mantenimiento de las sanciones para "cogerse" la cuota venezolana.
Volviendo al pasado, para ubicarnos en el contexto de la discusión de hace 22 años y explicar el tono satírico del trabajo que inserto después de estos párrafos, debo aclarar que en ese momento el debate era álgido y los términos del mismo eran bastante agresivos, hasta el punto de que la Gerencia de PDVSA llegara a considerar que "una dictadura modernizante garantizaría el cumplimento pleno de los objetivos de la corporación". Una muestra previa, de mi propia cosecha:
Es así como Luis Giusti se atreve, desde la Presidencia de la empresa petrolera pública, a plantear la conveniencia de "privatizar" a esa empresa; una privatización que, por su magnitud, no puede ser asumida sino por los grandes capitales transnacionales; es decir, que se trataría de una simple desnacionalización.
Es así como el 21 de junio de 1997 se inserta un millonario aviso en la Revista "Time" ponderando la tarea fundamental en la que están inmersos estos gerentes-cónsules: ablandar a una opinión pública todavía "demasiado nacionalista para aceptar lo inevitable: la completa privatización de PDVSA"
"Una dictadura modernizante garantizaría el cumplimento pleno de los objetivos de la corporación", textualmente: "Se elimina el VFE. Se modifica el esquema tributario para promover la inversión. Apertura amplia a capitales privados nacionales y extranjeros en todas las actividades petroleras. Promoción efectiva de la industrialización de los hidrocarburos. Precios del mercado interno competitivos... Venezuela se sale de la OPEP" (PDVSA, Coordinación de Planificación Estratégica, "Escenarios Nacionales a Mediano y Largo Plazo", Caracas junio de 1993. Luis Giusti, Coordinador).
"Venezuela ha venido sobreproduciendo desde hace unos diez años". Luis Giusti, El Nacional, 21 de Febrero de 1998. Pág. E-1. (Traducción: PDVSA viene violando las cuotas de la OPEP desde hace 10 años)
"Compensaremos la caída de los precios con más producción". Giusti, Graff y Arrieta. Etc., etc., etc.
Magia, esoterismo y chapucería
En la política petrolera venezolana
Lunes 23 de marzo de 1998, Fundapatria y Reporte de la Economía
Reproducido en
"Política Petrolera Contemporánea: Crónicas disidentes sobre la apertura y el poder petrolero 1996-1999" /Carlos Mendoza Pottellá / FACES-UCV, págs. 117-120, Caracas, 2000.
Venezuela fue colocada, en materia de política petrolera, al borde del abismo. Pero como los abismos producen vértigo, los dirigentes políticos y económicos del país tratan de no ver hacia abajo y siguen aferrados a la cornisa de su voluntaria ignorancia en la materia. Cierran los ojos y rezan.
Rezan porque sea verdad que PDVSA compensará la caída de los precios con más producción. Que los costos de producción de Venezuela sean, en verdad, de los más bajos del mundo (a pesar de producir por 14.000 pozos a una tasa promedio de 250 barriles diarios, 20 veces menor que el promedio en el Medio Oriente) Que un milagro nos permita competir de tú a tú con Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, -países donde no hay una gota de crudos extra-pesados- para mantener e incrementar nuestra participación en el mercado mundial al precio que sea. Que Irak nunca se incorpore al mercado. Que se produzcan retardos en la construcción de los oleoductos de Kazajastán. Que la guerrilla vuele los pozos petroleros colombianos. Que no sean reparadas las obsoletas instalaciones del campo petrolero gigante de Romashkino en Rusia. Que... en fin, son tantas las cosas por la que habría que rezar, que para algunos se hizo ineludible tomar el atajo de pactar con el diablo.
Y es así como esa dirigencia nacional ha vendido su alma a los expertos y gerentes de vocación transnacional, quienes continúan produciendo "análisis" que buscan la paja en el ojo ajeno, "demuestran" el carácter coyuntural de la crisis, dejan de lado todos los factores negativos y sólo ven las tendencias positivas para así producir unos bonitos escenarios donde Venezuela gana, la OPEP pierde y nuestros rubios clientes nos compensan con el primer premio al "suministrador seguro y barato" estampado en un bello certificado con derecho a un viaje al mundo de las fantasías de Disney.
Debo pedir perdón a los lectores por insistir con las comparaciones esotéricas, pero es que sólo en estos términos es posible responder a un discurso ayuno de seriedad y argumentos como el del Ministro Arrieta el pasado domingo 22 de marzo, en el diario El Universal, presentado bajo el curioso título de "La OPEP está anacrónica" (sic)
Allí, el Ministro hace gala de un arte que cada día se populariza más entre nuestros dirigentes petroleros: el de hacer afirmaciones sin demostrarlas, amparados en la irrebatible autoridad que les da su experticia técnica: Lo digo yo, que soy ingeniero petrolero y sé de eso más que ustedes que nunca han visto un barril de petróleo. Y punto. ¿Cómo es posible que estos legos se atrevan a discutirle a los miles de técnicos de PDVSA?
Eluden con ello el hecho de que se trata de un problema político-económico. Y que son las decisiones políticas de los gerentes de PDVSA y de su cómplice Ministro las que violentan los criterios de los técnicos anónimos y muy capaces que están al frente de las operaciones diarias, y que no tienen nada que ver con esas decisiones.
El Ministro insiste en que la anacrónica OPEP se reúne para discutir siempre las mismas cosas, ahora que los tiempos han cambiado. Repite –como siempre- lo dicho con extrema ligereza por Luis Giusti al afirmar que la OPEP tiene una "agendita" pasada de moda.
Esta invocación de la modernidad, representada por ellos, los partidarios de la expansión petrolera a como dé lugar, frente al anacronismo atávico de quienes sostienen posiciones diferentes –como la defensa de los precios y la participación fiscal- es la clásica posición de quienes quieren convencer sin tener reales argumentos para ello. ¡Ah! ¿Es que tú no sabes que después que Einstein formuló la teoría de la relatividad se acabó con el mecanicismo atávico ese de que dos más dos son cuatro?
Una Organización de Exportadores Netos de Petróleo es una antigualla. El propio atavismo. Rezago de tiempos de confrontación, cuando "creíamos" que nuestros clientes desarrollados nos querían esquilmar. Lo moderno es vender más y más barato. Total, tenemos petróleo para 400 años. Y si no es así, que el que venga atrás que arree. La OPEP debe modernizarse, abandonar eso de estar "monitoreando" precios y producciones y dedicarse ahora a combatir a los ecologistas que pretenden culpar al petróleo por las emisiones de gases carbónicos, responsables del acentuamiento del efecto invernadero. Debemos hacer campañas contra los autos eléctricos e inscribirnos –en este caso sí- en los movimientos ecologistas antinucleares. Retomemos las viejas consignas de nuestros maestros transnacionales: Muera el ferrocarril, vivan las gandolas y las autopistas.
Tenemos que hacer "lobby" en el Congreso de los Estados Unidos para lograr la derogación de leyes anti-petroleras como la del "Aire Limpio". Y... en cuanto al valor del petróleo, bueno... lo moderno, lo chic, en estos tiempos de globalización y apertura, es dejar esas cosas complicadas al "mercado", es decir, a los cultos y desarrollados compradores, quienes fijarán los precios con sus sistemas cibernéticos, de acuerdo a sus mejores conveniencias. Y nosotros, los salvajes y subdesarrollados poseedores de "apenas" un poco más del 80% de las reservas mundiales (porcentaje que no nos dá ningún derecho a tener voz en un "mercado" donde sólo tienen voz los compradores), nos contentaremos con vender todo lo que podamos al precio que ellos quieran. (Cumpliremos así con la beatífica admonición presidencial, hecha desde Miraflores el pasado 11 de febrero, de contribuir al "equilibrio universal", dándole al "mercado" lo que el "mercado" quiere). Vamos a competir, que es lo moderno y dejemos atrás a los carteles decimonónicos que restringían la oferta. (Por cierto que este argumento increíble es también usado para promover la desnacionalización total de PDVSA; hay que acabar con los monopolios –estatales- para que vuelvan los monopolios transnacionales).
Repito algo dicho en oportunidades anteriores: podríamos reirnos de los malabarismos argumentales de los gerentes petroleros y su Ministro, pero debemos contener las carcajadas, porque se trata de algo demasiado serio y de graves consecuencias para el país y, sobre todo, para sus sectores de más bajos recursos, sobre cuyas espaldas recaerá todo el peso de los huecos fiscales y de los recortes presupuestarios.
Concluidos los párrafos anteriores, nos enteramos que finalmente, contra la voluntad del Ministro y sus jefes de PDVSA, -quienes en cualquier país serio ya habrían sido destituídos- Venezuela fue llevada a una mesa de negociaciones en Arabia Saudita, donde se impuso la realidad de la conveniencia de los productores en lo tocante a la restricción de la oferta, decidiéndose un recorte de los suministros de crudo.
Después de desbordarse, hasta el último día y tal como lo reseña la prensa del domingo 22 de marzo que venimos comentando, en argumentos demostrativos de que la OPEP y las políticas restrictivas de la oferta son algo pasado de moda... los genios de PDVSA y su Ministro títere han doblado la cerviz ante la evidencia del desastre que estaban provocando.
Pero, como quienes no hubieran roto un plato, los departamentos de asuntos públicos comenzaron a funcionar inmediatamente, para remendar el capote, distorsionando la realidad. Según el diario El Nacional de este lunes 23 de marzo, voceros de PDVSA informan que "triunfó una vez más la diplomacia petrolera de Venezuela". ¡Válgame Dios! Ahora nos van a decir que todo lo dicho en contra de la OPEP y su incapacidad para influir en los precios era "una estrategia" ¡Hay que ser bien descarados!
Nos íbamos a preguntar hasta qué punto puede llegar el cinismo de nuestros dirigentes petroleros, pero la respuesta nos llegó en el mismo pensamiento: es evidente que no tendrá límites, como tampoco los tiene la voluntad de aferrarse al poder y a los innumerables negocios particulares que se pueden generar desde esas posiciones. Pero la paciencia nacional sí debería tener límites y, hoy más que nunca, sigue vigente la necesidad de apartar a estos chapuceros de los puestos de comando de la industria petrolera, cuyas incompetentes ejecutorias, movidas por los intereses privados nacionales y extranjeros que los controlan, han producido tantos daños patrimoniales y de soberanía al país y a la inmensa mayoría de sus habitantes.
CMP / lunes 23 de marzo de 1998
NOTA BENE
Como suele suceder, la historia se repite. En aquélla oportunidad, como ahora, 22 años después, un acicate de ese acuerdo, suscrito inicialmente por Arabia Saudita, Noruega, México y Venezuela… a regañadientes, y ratificado posteriormente por toda la OPEP, fueron los intereses de los productores domésticos norteamericanos, los cuales ya no soportaban un precio de 10 dólares el barril.
La Texas Rairoad Commission y el Secretario de Energía norteamericano de entonces, Bill Richardson, fueron los agentes impulsores trascorrales de este acuerdo entre productores netos internacionales.
De lo cual se colige que Trump no fue el primer dirigente norteamericano en apelar a la OPEP ante los panoramas de desastre que se ciernen de vez en cuando sobre su industria petrolera doméstica.
En este sentido, no se puede dejar de mencionar la participación activa y subterránea de Henry Kissinger en el proceso de "lobby", ante el Shah de Irán y el Jeque Yamani, que condujo a la multiplicación los precios de referencia del petróleo pactada por la OPEP en diciembre de 1973.