Hace unos días estuve de visita en el centro de salud donde hasta ayer Luis Tascón luchaba por su vida. Allí me enteré del doble drama que afrontó el paciente y su familia. A la dura batalla contra la muerte, los Tascón vieron sumado el peso de la intolerancia de algunas personas que les prodigaron desplantes y agravios. Por fortuna, amor y solidaridad privaron a su alrededor.
Del fenómeno que les tocó enfrentar nadie está vacunado. Ni como víctimas ni como verdugos. Quien esto escribe tampoco. Su caso debe servir a todos para revisarnos y expulsar del alma aquello que se nos haya podido contaminar en la batalla. Vaya mi desagravio personal a la memoria de Luis Tascón y mi palabra de respeto y solidaridad con su familia.
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