Tenía 61 años y le faltaban aún 16 más para despedirse, en octubre de 1978, cuando mi viejo, el dirigente sindical comunista Cruz Villegas, escribió un poema con el título que encabeza estas líneas: “Cuando llegue la muerte aborrecida”, que forma parte de su poemario Cárcel, amor, selva y libertad (Fondo Editorial Carlos Aponte, 1980).
Ahora que acaba de morir mi vieja, Maja Poljak, en medio de una seguidilla de bajas revolucionarias, entre las cuales se cuentan Alberto Müller Rojas, Luis Tascón, Willian Lara, Luis Ceballos y Guillermo García Ponce, me permito, con el permiso de las lectoras y lectores, traer al presente aquellos versos cargados de amor y convicción política:
I
Cuando ya todo esté consumado
Llegada la hora última de mi ciclo vital
Cuando deba comenzar la horizontalidad eterna
Cuando se vaya la vida
Cuando llegue la muerte aborrecida
La odiada vieja de guadaña infalible
De signo inexorable y fatal
Ofrendaré los últimos recuerdos
A los seres amados
Reandaré el largo camino de mi existencia
Y de la existencia de los hombres
El camino milenario de la humanidad
Abrevaré de nuevo
En los manantiales cristalinos
Y puros de los más puros ideales
II
Serán nobles mis últimos pensamientos
Reafirmación de la ruta escogida
La que escogimos tú y yo
La que siguen nuestros hijos
III
Mis últimos pensamientos serán para ti
Yo sé que tú cerrarás mis ojos
Conozco tu fortaleza
Y de seguro que no llorarás
Quizá sobre la tumba
Caiga una lágrima
Exprimida al corazón de roble
Por el dolor contenido será una lágrima gigante
Ella regará la tierra fértil
Y el surco universal se poblará de rosas purpurinas
Se proyectará más allá de la tumba
El rojo de nuestro amor sublime
Y el rojo de ese noble ideal
Que uniera nuestras vidas
¡Rojo eterno! ¡Rojo de perennidad!
¡Rojo de infinita inmensidad!
¡Comba roja del cielo futuro de la humanidad!
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