Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo I del Tomo II de “El Capital” (IV)

¿Qué presupone la fórmula en que se expresa el ciclo del capital-dinero?

Al estudiar el concepto del capital-dinero (por el momento, sólo nos interesa este concepto en relación con la función concreta que le vemos desempeñar aquí), suelen emparejarse o mezclarse dos errores. En primer lugar, las funciones que el valor capital desempeña como capital-dinero, y que puede desempeñar, precisamente, por revestir la forma-dinero, se atribuyen erróneamente a su carácter de capital, siendo así que se deben exclusivamente a la forma-dinero que el valor capital reviste, a su modalidad de dinero. En segundo lugar (a la inversa), el contenido específico de la función del dinero, que la convierte al mismo tiempo en una función de capital, se atribuye a la naturaleza del dinero (confundiéndose, por tanto, el dinero con el capital), cuando en realidad presupone condiciones sociales inherentes a la operación D — T y que no van implícitas, ni mucho menos, en la simple circulación de mercancías ni en la correspondiente circulación del dinero.

La compra y venta de esclavos es también, en cuanto a su forma, compra y venta de mercancías. Pero el dinero no podría ejercer esta función si no existiese la esclavitud. Hay que partir de la existencia de la esclavitud, para que el dinero pueda invertirse en comprar esclavos. En cambio, para hacer posible la esclavitud no basta con que el comprador disponga de dinero.

El hecho de que la venta dé la propia fuerza de trabajo (bajo la forma de venta del propio trabajo o del salario) no aparezca como un fenómeno aislado, sino como la premisa socialmente decisiva sobre que descansa la producción de mercancías y de que, por tanto, el capital-dinero cumpla en una escala social la función D — M(T+Mp) estudiada aquí, presupone ciertos procesos históricos que vienen a romper la asociación primitiva de los medios de producción con la fuerza de trabajo; procesos históricos por efecto de los cuales se enfrentan la masa del pueblo, los obreros, como no propietarios, y los no obreros como propietarios de estos medios de producción. Nada interesa, para estos efectos, saber qué forma revestía aquella asociación antes de romperse: si el propio obrero figuraba, como un medio de producción entre tantos otros o era, por el contrario, propietario de ellos.

Por tanto, el hecho que sirve de base, aquí, al acto D — M(T+Mp) es la distribución; no la distribución en sentido corriente, la distribución de medios de consumo, sino la distribución de los elementos de la misma producción, por medio, de la cual los factores materiales se concentran en un lado, mientras que la fuerza de trabajo, aislada de ellos, se concentra en el otro.

Por consiguiente, los medios de producción, la parte material del capital productivo, tienen que existir ya como capital frente al obrero para que el acto D — T pueda convertirse en un acto social de carácter general.

Ya hemos visto más arriba que la producción capitalista, una vez instaurada, no se limita, en su desarrollo, a reproducir esta separación, sino que la va ampliando en proporciones cada vez mayores, hasta convertirla en el régimen social imperante. Pero el problema presenta, además, otro aspecto. Para que el capital pueda formarse y apoderarse de la producción, el comercio y, por tanto, la circulación de mercancías, necesitan alcanzar cierto grado de desarrollo, el cual supone, al mismo tiempo, un cierto grado de desarrollo de su producción, pues no se pueden lanzar a la circulación, como mercancías, estos o aquellos artículos a menos que se produzcan ya como tales mercancías, es decir, con destino a la venta. Y la producción de mercancías no aparece como el carácter normal, predominante, de la producción hasta que no se establece sobre la base de la producción capitalista.

Los terratenientes rusos, que hoy, a consecuencia de la llamada emancipación de los campesinos, tienen que explotar su agricultura mediante obreros asalariados en vez de explotarla a base de siervos sujetos a trabajos forzados, se quejan de dos cosas. En primer lugar, de falta de capital-dinero. Dicen, por ejemplo, que antes de vender la cosecha, necesitan pagar a una gran masa de jornaleros, lo cual hace que escasee el elemento primordial: el dinero contante. Para explotar la producción sobre una base capitalista, hay que disponer constantemente de un capital en forma de dinero, destinado precisamente al pago de los salarios. Pero éste es un mal que tiene, para los terratenientes, fácil remedio. Con el tiempo maduran las uvas. Con el tiempo, el capitalista industrial dispone no sólo de su dinero, sino también del dinero de los demás.

Pero aún es más elocuente la segunda queja: la de que, aun disponiendo de dinero, no es posible disponer en cantidad suficiente y en el momento apetecido de las fuerzas de trabajo necesarias, ya que el régimen de propiedad comunal de los pueblos sobre la tierra hace que el bracero ruso no se halle todavía plenamente divorciado de sus medios de producción y no sea, por tanto, un "jornalero libre" en el pleno sentido de la palabra. Y la existencia de "jornaleros libres" en una escala social es condición indispensable para que la operación D — M, transformación del dinero en mercancía, pueda concebirse como transformación del capital-dinero en capital productivo.

Se comprende, pues, por sí mismo, que la fórmula en que se expresa el ciclo del capital-dinero: D — M ... P ... M'—D' presupone la existencia del capital en forma de capital productivo, y, por tanto, la forma del ciclo de este tipo de capital.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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