Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en:

El capítulo II del Tomo II de “El Capital” (VII)

¿Cómo se manifiestan las crisis capitalistas?

La conversión del capital-dinero en capital productivo es compra de mercancías para la producción de mercancías. El consumo sólo entra dentro de la órbita del propio capital mientras se trata de este consumo productivo; su condición es que, por medio de las mercancías consumidas de este modo, se cree plusvalía. Y esto es algo muy distinto de la producción, e incluso de la producción de mercancías, cuya finalidad es asegurar la existencia de los productos; un cambio de una mercancía por otra, condicionado así por la producción de plusvalía, es algo completamente distinto de lo que es de por sí el cambio de productos —en el que no interviene más mediador que el dinero—. Pero así es como enfocan la cosa los economistas, para probar que no cabe superproducción.

Además del consumo productivo de D, que se convierte en T y Mp, el ciclo encierra el primer eslabón de D — T, que es para el obrero T — D — M — D. De la circulación del obrero T — D — M, que incluye su consumo, sólo el primer eslabón, como resultado de D — T, entra en el ciclo del capital. El segundo acto, a saber: D — M, no entra en la circulación del capital individual, a pesar de brotar de ella. Pero la clase capitalista necesita de la existencia constante de la clase obrera y también, por consiguiente, del consumo del obrero, a que sirve de medio la operación D — M.

El acto M' — D' sólo presupone, tanto para la continuación del ciclo del valor capital como para el consumo de la plusvalía por el capitalista, que M' se convierta en dinero, se venda. Si se compra, sólo es, naturalmente, porque el artículo es un valor de uso, apto por tanto para un consumo de cualquier clase, sea productivo o individual. Pero si M' sigue circulando, por ejemplo, en manos del comerciante que ha comprado el hilo, esto, por el momento, no afecta para nada a la continuación del ciclo del capital individual que ha producido el hilo y se lo ha vendido al comerciante. El proceso sigue su curso en su totalidad, y con él el consumo individual de capitalista y obrero por él condicionado. Este punto es importante para el estudio de las crisis.

En efecto, tan pronto como M' se vende, se convierte en dinero, puede revertir a los factores reales del proceso de trabajo, y, por tanto, del proceso de reproducción. Por consiguiente, el hecho de que M' sea comprada por el consumidor definitivo o por el comerciante que pretende vendería de nuevo, no hace cambiar para nada, directamente, el asunto. El volumen de las masas de mercancías creadas por la producción capitalista lo determina la escala de la producción y la necesidad de que ésta se extienda constantemente, y no un círculo predestinado de oferta y demanda, de necesidades que se trata de satisfacer. La producción en masa sólo puede tener como comprador directo, aparte de otros capitalistas industriales, al comerciante al por mayor. Dentro de ciertos límites, el proceso de reproducción puede desarrollarse sobre la misma escala o sobre una escala ampliada, aunque las mercancías creadas por él no entren realmente en la órbita del consumo individual ni en la del consumo productivo. El consumo de las mercancías no va implícito en el ciclo del capital del que brotan. Así por ejemplo, tan pronto como se vende el hilo, el ciclo del valor del capital que el hilo representa puede iniciarse de nuevo, cualquiera que sea la suerte que corra, por el momento, el hilo vendido. Mientras el producto se venda, desde el punto de vista del productor capitalista todo se desarrolla normalmente. El ciclo del valor del capital, representado por él, no se interrumpe. Y si este proceso se amplía —lo que supone que se amplíe también el consumo productivo de los medios de producción—, esta reproducción del capital puede ir acompañada por un consumo (y, consiguientemente, por una demanda) individual ampliado por parte de los obreros, puesto que el consumo productivo le sirve de introducción y de medio. De este modo, la producción de plusvalía, y con ella el consumo individual del capitalista, pueden crecer y hallarse en el estado más floreciente todo el proceso de reproducción, y, sin embargo, existir una gran parte de mercancías que sólo aparentemente entran en la órbita del consumo y que en realidad quedan invendidas en manos de los intermediarios, es decir, que, de hecho, se hallan todavía en el mercado. Una oleada de mercancías sigue a la otra, hasta que por último se comprueba que la oleada anterior no ha sido absorbida por el consumo más que en apariencia. Los capitales en mercancías se disputan unos a otros el lugar que ocupan en el mercado. Los rezagados, para vender, venden por debajo del precio. Aún no se han liquidado las oleadas anteriores de mercancías, cuando vencen los plazos para pagarlas. Los que las tienen en su poder se ven obligados a declararse insolventes o a venderlas a cualquier precio para poder pagar. Estas ventas no tienen absolutamente nada que ver con el verdadero estado de la demanda. Tienen que ver únicamente con la demanda de pago, con la necesidad absoluta de convertir las mercancías en dinero. Es entonces cuando estalla la crisis. Esta se manifiesta, no en el descenso inmediato de la demanda de tipo consuntivo, de la demanda para el consumo individual, sino en el descenso del intercambio de unos capitales por otros, del proceso de reproducción del capital.

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Nicolás Urdaneta Núñez


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