Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo IV del Tomo II de “El Capital” (IX)

¿Por qué se halla determinada la demanda de fuerza de trabajo del capitalista?

En realidad, la producción capitalista es la producción de mercancías como forma general de la producción, pero lo es exclusivamente, y cada vez más a medida que se desarrolla, porque aquí el propio trabajo aparece como mercancía, porque el obrero vende el trabajo, es decir, la función de su fuerza de trabajo, y la vende además, según nuestra hipótesis, por el valor determinado por su costo de producción. A medida que el trabajo se convierte en trabajo asalariado, el productor se convierte en capitalista industrial; de aquí que la producción capitalista (y, por tanto, la producción de mercancías) sólo cobre su expresión completa allí donde queda incluido también en la categoría de los obreros asalariados el productor agrícola directo. En la relación entre el capitalista y el obrero asalariado, la relación pecuniaria, la relación entre comprador y vendedor, se convierte en una relación inmanente a la misma producción. Pero esta relación descansa, fundamentalmente, en el carácter social de la producción, no en el del tráfico: éste obedece, por el contrario, a aquél. Por lo demás, es lógico que la mentalidad burguesa, que sólo ve lo que se refiere al negocio, no comprenda que es el carácter del régimen de producción lo que sirve de base al régimen de tráfico correspondiente, y no a la inversa.

El capitalista lanza, a la circulación, en forma de dinero, menos valor del que saca de ella, porque hace circular más valor en forma de mercancía del que bajo la misma forma retira de la circulación. Cuando actúa simplemente como personificación del capital, como capitalista industrial, su oferta de valor en forma de mercancías es siempre mayor que su demanda de valor en idéntica forma. Si la oferta y la demanda coinciden, en este plano, no podría valorizarse su capital; éste no funcionaría como capital productivo; el capital productivo se convertiría en simple capital-mercancías, que no lleva adherida, plusvalía alguna; de ser así, no habría arrancado a la fuerza de trabajo, durante el proceso de producción, la menor plusvalía en forma de mercancías, lo que vale tanto como decir que no habría funcionado como capital; tiene, indudablemente, que "vender más caro que compró", pero sí logra esto es precisamente porque, gracias al proceso capitalista de producción, puede convertir la mercancía más barata, por ser de menos valor, comprada por él, en otra más cara, por ser. de mayor valor. Si vende más caro, no es porque recargue el valor de su mercancía, sino porque vende una mercancía de valor superior a la suma de valor de sus ingredientes de producción.

La cuota de valorización de su capital conseguida por el capitalista será tanto mayor cuanto mayor sea la diferencia entre su oferta y su demanda, es decir, cuanto mayor sea el remanente del valor de la mercancía que ofrece en venta sobre el valor de la mercancía que busca. Por tanto, su meta, lejos de ser la coincidencia de la oferta y la demanda es, por el contrario, el mayor desnivel posible entre una y otra.

Y lo que decimos del capitalista individual es aplicable a toda la clase capitalista.

Cuando el capitalista personifica simplemente el capital industrial, su propia demanda se reduce a la demanda, de medios de producción y fuerza de trabajo. Su demanda de Mp es, considerada en cuanto a su valor, menor que su capital desembolsado; compra medios de producción por menos valor que el de su capital y, por tanto, de menos valor también que el capital-mercancías que lanza al mercado. .

Por lo que se refiere a su demanda de fuerza de trabajo, ésta se halla determinada, en cuanto a su valor, por la relación entre su capital variable y su capital global, es, por tanto, = v/C, por cuya razón, dentro de la producción capitalista y desde el punto de vista de su producción, ésta tiende a ser cada vez más pequeña que su demanda de medios de producción que va en constante aumento, mayor comprador de Mp que de T.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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