A pesar de que, como hemos visto, una gran parte del dinero que refluye para la reposición del desgaste del capital fijo revierte anualmente o incluso en períodos de tiempo más cortos a su forma natural, todo capitalista aislado necesita disponer de un fondo de amortización para aquella parte del capital fijo que sólo llega a su término de reproducción de una vez y a la vuelta de varios años, debiendo entonces reponerse en bloque. Una parte considerable del capital fijo excluye, por su propia naturaleza, la posibilidad de una reproducción gradual. Además, allí donde la reproducción se efectúa gradualmente, de tal modo que las partes depreciadas son sustituidas por otras nuevas, se hace necesaria, según el carácter específico de cada rama de producción una acumulación previa en dinero de mayor o menor volumen, la cual no ha de producirse para que pueda tener lugar esa reposición. Para ello no basta una suma cualquiera de dinero, sino que se requiere una cantidad de dinero de determinada magnitud.
Si enfocamos todo esto simplemente desde el punto de vista de la simple circulación del dinero, sin fijarnos para nada en el sistema del crédito, de que trataremos más adelante, el mecanismo del movimiento es el siguiente:, en el libro I (cap. III, 3, [pp.] 94-99]) se puso de manifiesto que si una parte del dinero existente en una sociedad se inmoviliza siempre en forma de tesoro, mientras que otra parte funciona como medio de circulación o bien como fondo inmediato de reserva del dinero directamente circulante, cambia constantemente la proporción en que la masa total del dinero se distribuye como tesoro y como medio de circulación. En nuestro -caso, el dinero que necesita acumularse en gran volumen como tesoro en manos de un gran capitalista se lanza de una vez a la circulación mediante la compra del capital fijo. Este dinero vuelve a repartirse en la sociedad como medio de circulación y como tesoro. Mediante el fondo de amortización, en que, en la medida del desgaste del capital fijo, el valor de éste revierte a su punto de partida, una parte del capital circulante vuelve a erigirse —por un período de tiempo más o menos largo— en tesoro en manos del mismo capitalista cuyo tesoro se convirtió en medio de circulación y se alejó de él al comprar el capital fijo. Es una distribución constantemente cambiante del tesoro existente en la sociedad, que unas veces funciona como medio de circulación y otras veces vuelve a separarse de la masa del dinero circulante para inmovilizarse como tesoro. Al desarrollarse el sistema del crédito, siguiendo un curso forzosamente paralelo al desarrollo de la gran industria y de la producción capitalista, este dinero deja de actuar como tesoro y empieza a funcionar como capital, pero no en manos de su propietario, sino de otros capitalistas que pueden disponer de él.
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