Profesión de Fe Socialista

Juramento de la Liga de los Justos, febrero 1847: (Por qué no adoptar este juramento en el PSUV).

Camaradas: Deberemos proceder a redactar una breve profesión de Fe Socialista que se imprima y se difunda por todo el país. Este es un punto muy importante y rogamos que se discuta con la mayor atención las preguntas que, relacionadas con esto, para que de una vez podamos saber claramente qué es lo que queremos. Deberán nombrarse delegados que se pongan en camino a todas partes, para intervenir en la organización. Deberemos, pues, dar a nuestros representantes todas las direcciones de aquellos camaradas que se encuentren en las distintas ciudades y regiones y que hasta la fecha no hayan dado noticia ninguna de su actuación. Deliberemos acerca de éste y otros puntos que se sometan al Congreso y dar a nuestros diputados, gobernadores y alcaldes las instrucciones necesarias.

—Sugerimos poner a discusión cuatro preguntas:

—1º: ¿Qué es socialismo y que pretendemos los socialistas?

—2º: ¿De qué modo puede instaurarse el socialismo lo más rápida y fácilmente posible?

—3º: ¿Cuál es la actitud que guardamos entre sí el proletariado y la alta y baja burguesía? ¿Es     aconsejable que lleguemos a un acuerdo con la baja burguesía o burguesía radical, y en caso afirmativo, de qué modo podría lograrse ese acuerdo del modo más fácil y seguro?

—4º: ¿Cuál debe ser la actitud de los socialistas frente a los diversos partidos oposicionistas? ¿Es posible y aconsejable un acuerdo con algunos de estos partidos, y, caso afirmativo, de qué modo podría conseguirse ese acuerdo del modo más fácil y seguro?

—Rogamos que, ante todo, meditemos mesuradamente estas cuatro preguntas…, para que la    mesa de las comunas pueda encauzar debidamente la discusión que se haga acerca de las mismas.

Por lo que se refiere a la situación actual, podemos decir que, aunque el número de militantes es muy grande, hay que reconocer, desdichadamente, que entre nosotros no existe una cohesión firme ni una colaboración enérgica, sin las cuales jamás llegaremos a influir real y verdaderamente en la marcha de la Revolución. Los socialistas no formamos todavía, desafortunadamente un partido firme, no tenemos todavía bases firmes y concretas, no hay consistencia en el PSUV, tenemos demasiadas ausencias o deserciones (existe mucho oportunista o cuanto hay pa’eso) y eso hace que propendan con harta frecuencia, allí donde no somos fuertes, a confundirse con otros partidos, movidos del pensamiento de que también éstos “laboran por el progreso” y de que no tenemos que ser exclusivistas. Es necesario que esto cambie. Nosotros, que vamos hoy a la cabeza del movimiento de liberación político y social en el país, debemos tener una bandera propia en torno a la cual podamos agruparnos y no marchar a la zaga de los partidos oposicionistas. Cuando el pueblo nos vea avanzar resueltos y decididos, en filas cerradas, ya nos seguirán; pero si nos dividimos entre los más diversos grupos, jamás seremos nada. Sigamos el ejemplo de los oposicionistas, que van a la cabeza del movimiento guerrerista. Los oposicionistas han proclamado los puntos de su Agenda, y declarado: o con nosotros o contra nosotros, y aunque al principio toda la banda de los filisteos echaba pestes contra ellos, posteriormente empezaron a sumárseles, cada vez más abiertamente. También nosotros debemos proclamar lo que queremos, nuestros puntos de vista sobre el socialismo, no apartándonos ni un punto de ellos y discutiendo solamente en cuanto a los medios para conseguir lo más fácil y más rápidamente nuestras pretensiones; ya veremos cómo, si avanzamos, nos sigue el ejército de los indecisos. Por mucho que la burguesía y los obispos se revuelvan contra nosotros, todo redunda en ventaja nuestra; ¡adelante, pues, y no cejemos! Confiamos en que Caracas, que ha venido siendo hasta ahora nuestro centro de operaciones, lo siga siendo también en lo sucesivo. Y esperamos y exigimos de los camaradas del Zulia y el resto del país que, en adelante cumplan estrictamente con su deber y creen una escuela de militantes de la que salgan elementos que difundan nuestros principios socialistas por todos los rincones de Venezuela. Los curas no hacen más que vomitar pestes contra nosotros desde los púlpitos, y no saben que con eso lo que consiguen es favorecer nuestra causa. Fuera de eso, se mantienen tranquilos dentro de sus asociaciones de manitos blancas, medio adormiladas; esto proviene, sin duda, de que los piadosos obispos, absorbidos como están por la labor de cohonestar ante el State Departament y los medios de comunicación comerciales. Los manejos tramposos e infames de la diplomacia Gringa. A modo de introducción, planteamos lo que sigue: La tierra es de quien la trabaja. Como sabemos, el socialismo es un sistema según el cual la tierra y todos los medios de producción deben ser propiedad común de todos los hombres y mujeres, y todos debemos trabajar, “producir”, con arreglo a nuestras capacidades y disfrutar, “consumir”, con arreglo a nuestras necesidades, a nuestras fuerzas; los socialistas pretendemos, por tanto, echar a tierra toda la organización capitalista y levantar sobre sus ruinas la nueva organización socialista. Somos todos iguales, ¿verdad? ¿Queremos además la igualdad de derechos? A nadie que sepa razonar puede ocultársele que el entretenerse en remendar y repintar el sistema capitalista totalmente podrido es perder lastimosamente el tiempo. Es necesario, pues, que nos aferremos a la palabra socialismo y la inscribamos audazmente en nuestras banderas, contando luego los militantes que se congreguen en torno a ella; no podemos callar cuando oímos, como tantas veces se oye en la actualidad, que el socialismo y comunismo son en el fondo lo mismo, cuando se nos invita a cambiar el nombre de comunistas, que todavía asusta a tantos espíritus medrosos, contra semejante disparate.

Con esto creemos haber encauzado suficientemente nuestras discusiones, y terminamos haciéndonos el requerimiento ya en nuestra pregunta anterior: que en todas partes donde dé señales de vida el capitalismo, cuyo fin no es otro que mantener en pie bajo una forma más endulzada la esclavitud de los trabajadores, aboguemos vigorosamente por nuestros principios. Asimismo los invitamos a que luchemos contra esa vacua filantropía sentimental que desafortunadamente, parece haberse desatado entre los socialistas de una serie de grupos o quinta columna. Los tiempos son cada vez más duros; necesitamos de hombres y mujeres fuertes y no de lunáticos, oportunistas y soñadores, de esos que, en vez de maldecir de la miseria del pueblo y empuñar la espada, no saben más que derramar lágrimas de cocodrilo; nuestros enemigos se desvivirán por provocar revueltas callejeras, guarimbas, etc., y de ahí pretexto para una represión encaminada a restablecer, como ellos dicen, el orden y a poner por obra de sus planes demoníacos. Una actitud seria y serena obligará a los tiranos a quitarse la careta, y entonces ¡a vencer o morir!

Cuando se habla hoy de democracia, de igualdad, de fraternización del pueblo, no se trata de concepciones políticas, sino de realidades sociales. La Revolución no es, como se imaginan muchos demasiadas veces, una lucha por tal o cual forma de Estado, sino un movimiento social; y, después de ella, una democracia política pura. En nuestros días la democracia se confunde con el capitalismo. Cualquier otra democracia no puede existir más que dentro de la cabeza de los politiqueros o visionarios que no se preocupan de los acontecimientos reales y para quienes los principios se desarrollan por si mismos sin ser determinados por el pueblo y las circunstancias. La democracia ha pasado a ser un principio proletario, el principio de las masas, y entre las fuerzas socialistas se pueden contar las masas democráticas. Sólo los proletarios somos capaces de fraternizar bajo la bandera de la democracia socialista, puesto que la burguesía tiene que defender sus intereses particulares, y como el interés es, para ella, el elemento determinante, no puede elevarse por encima del nacionalismo. Si nos fijamos en la situación actual del mundo capitalista, y especialmente de los Estados Unidos, no podremos dudar un momento que las ideas socialistas consiguen los progresos más satisfactorios y que los capitalistas no pueden encontrar eco si no hacen más o menos hincapié en la transformación  de la sociedad actual. Nuestra misión debe ser espolear el grandioso Movimiento Socialista y encauzarlo en la medida de nuestras fuerzas, pues sólo de ese modo lograremos formar un partido potente y dar la batalla victoriosamente a nuestros enemigos. Desafortunadamente, hasta hoy no ha ocurrido así; unidos en la aspiración de combatir el desorden actual, no lo estamos en cambio en cuanto al modo cómo hemos de combatirlo. El contenido del socialismo analiza con mucha sagacidad las contradicciones inherentes a las modernas relaciones de producción. Pone al desnudo las hipócritas apologías de los economistas burgueses. Demuestra de una manera irrefutable los efectos mortíferos de la división del trabajo, la concentración de los capitales y la propiedad territorial, las crisis, la fatal decadencia del capitalismo, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, la clamante desigualdad en la distribución de la riqueza, la exterminadora guerra globalizadora, la descomposición de las añejas costumbres, de las antiguas relaciones de familia, de la vieja oligarquía. El socialismo debe ser a la vez utópico y reaccionario contra el capitalismo. Gringos ¡Go Home!

¡Libertad para Gerardo!

¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!

Hasta la Victoria Siempre.

Patria Socialistas o Muerte. ¡Venceremos!  



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Manuel Taibo


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