Nada más pueril y erróneo que el creer que las doctrinas económicas y sociológicas de éstos o aquellos teorizantes han producido el actual movimiento del pueblo venezolano hacia el socialismo. Abríase este producido de todos modos, si bien es una necesidad el que en casos tales siga la doctrina al hecho porque no hay proceso alguno vigoroso y fuerte que no llegue a conciencia. Creer que el socialismo, es decir, una doctrina científica, hace el movimiento del pueblo, es como creer que las teologías hacen las religiones o que la astronomía es la que mueve los astros. Una idea no puede decirse en rigor que sea verdadera sino en aquel espíritu que está en consonancia y acuerdo con las demás ideas, en que forma con éstas un todo orgánico y coherente, en aquel espíritu en que ha brotado como en mundo propio o a que se ha asimilado. En todo otro caso, la idea más exacta y verdadera puede llevar a un semillero de errores hasta tanto que modifique el conjunto todo de las ideas del pueblo.
El socialismo —dicen algunos, y lo repiten el infinito número de los tontos— tiende a destruir la propiedad, la religión y la familia, ¡entendiendo claro está!, por propiedad, la del capitalismo burgués; por religión, la irreligión ortodoxa y puramente formal y oficial, la enderezada a refrenar a las masas, según se dice; y por familia, la poligamia vergonzante y la esclavitud real y efectiva de la mujer.
Otra de las tonterías corrientes es la de decir que el socialismo destruye la religión, siendo así que va camino de convertirse en religión el mismo. No poca culpa de esta creencia tienen algunos socialistas que erigiendo su personal criterio en norma general, sostienen muy serios que el socialismo es ateo. El socialismo no es ateo ni deísta.
Respecto a la otra tontería, la de que el socialismo tiende a destruir la familia, tiene mucha gracia oírla de labios de señorones que mantienen, además de su mujer, dos o tres queridas. Y tiene mucha más gracia que repitan semejante estupidez los que defienden un sistema de economía social en que se separa al trabajador de su mujer e hijos, en que estos y aquella son sus más terribles competidores, los que le quitan el pan de la boca.
El progreso capitalista exige que unos piensen y otros ejecuten; que unos hagan de cabeza, de estomago otros y otros de brazo. ¡Sí se mete el brazo a discurrir, cosa perdida! La cosa se pone muy seria.
Dice muy bien Stuart Mill cuando dijo que: “aun admitiendo que un estado socialista presentara todas las dificultades e inconvenientes que señalan sus impugnadores de todos los campos, desde el clerical al de la “democracia social” o “neo adeco”, todo ello es un grano de arena junto a la montaña de injusticias y sufrimientos que caracteriza al régimen capitalista”.
No es eso; el socialismo no es reaccionario, el socialismo pide respeto y libertad para todos, libertad económica y libertad política, porque, con la tiranía económica, la libertad política es una palabra vana. La soberanía del pueblo es un sarcasmo, mientras el pueblo viva por la misericordia de los que todo lo han acaparado.
A los sesudos oposicionistas, a los que invocan a toda hora el principio de autoridad, de la libertad individual amenazada, para horrorizar a las gentes, haciéndolas creer que el régimen socialista es algo así como una correccional; les diremos que el socialismo no es otra cosa que orden armonía y paz; que el socialismo quiere respeto y libertad para todos, que no sean cursis; que no hablen de ridículos repartos; que se enteren de una vez. Lo mismo los clericales que los reaccionarios “social demócratas” que miran al socialismo con el lente de sus prejuicios opuestos y, claro, unos creen que se tuerce a la izquierda y otros a la derecha; pero, no, señores, va erguido.
¡Pobrecitos los seudos revolución y los burgueses! ¡Honrradotes todos ellos!, los vamos a pervertir. Por qué ellos, los infelices, son unos “pacíficos demócratas” que no piensan más que vivir en paz y en gracia de Dios, con los reales saqueados al erario público y reducir a la esclavitud y a la miseria al 80% del pueblo venezolano.
¿A la esclavitud?, ¿a la esclavitud han dicho? Después de trescientos años de colonialismo y doscientos de dominación de la oligarquía y el imperialismo. Sí, señores, sí, esclavitud. No la quieren declarar formalmente, porque, ¿a dónde íbamos a parar?, ¿cómo había de consentirla nuestra Santa Madre Iglesia Católica y la “culta oligarquía? De mil modos se las ingeniaron estos farsantes, para mantener la dominación, ¡es claro! Mientras ésta les era económicamente provechosa.
Aquí si tenemos que aprender de nuestros oligarcas. Un impuesto a todo pobre que no esté al servicio de sus bastardos intereses.
Un mundo nuevo necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni la represión de la “inteligencia libre” mediante las medidas tomadas por hombres con intereses creados. Necesita un criterio sin temores; necesita la esperanza del futuro, no el mirar para un pasado muerto, que confiamos será superado por el futuro que nuestra inteligencia pueda crear a través del socialismo.
¡Pa’lante Comandante, estamos contigo! Lucharemos, Viviremos y Venceremos.
Hasta la victoria siempre y Patria socialista.
manueltaibo1936@gmail.com