Obviamente la irrupción del referido fenómeno en nuestro medio no significa que posee orígenes análogos ni sus manifestaciones se correspondan exactamente al fascismo que se desarrolló en Europa en el periodo comprendido entre las dos conflagraciones conocidas como “guerras mundiales”. Habiendo sido poco severos para nuestro país –hasta el presente- los efectos de la profunda crisis del sistema capitalista iniciada a finales de 2007, tanto por el incremento de la renta petrolera al mantener el barril de petróleo por encima de 100 dólares en toda esta etapa, como por la política social progresiva aplicada por el gobierno bolivariano, para nada existe la pauperización de los sectores asalariados tal como fue el caso de la Alemania donde crece el nazismo a raíz de la crisis del 29, ni mucho menos se da en nuestro medio actual un empobrecimiento de la pequeña burguesía. Todo lo contrario, este sector social no sólo ha mejorado sus ingresos en los últimos años, sino que ha crecido numéricamente; no podría entonces atribuírsele a causas económicas el comportamiento fascista de elementos del referido sector social como se lo asigna la literatura marxista que estudia los orígenes del fascismo. Tampoco vive nuestra sociedad los niveles de represión sexual que Wilhelm Reich asocia a la postura fascista; pero el fenómeno ha surgido y habrá que explorar en la intromisión de valores culturales de la decadente sociedad burguesa su ya notoria presencia.
No se trata solo de las opiniones de la vocería de “Voluntad Popular” o de los “Manitas Blancas”; ni de los pasos dados por ellos en alianza con militares retirados de la ultraderecha, para acciones no precisamente electorales, en caso que les fuera adverso el resultado del 7 de Octubre y que por cierto, no pudieron ejecutar, entre otras cosas, por haber quedado aislados del resto de la oposición que no los acompañó en tales aventuras; sino que también observamos la conducta fascista en el día a día de algunas personas de la pequeña burguesía, e incluso de sectores populares desclasados cuyas expresiones cargadas de un odio racial y de un desprecio a quienes consideran inferiores sociales, particularmente expuestas a través de las llamadas “redes sociales”.
La impaciencia que caracteriza a una dirigencia ultraderechista aliada a los planes de recomposición hegemónica del capital transnacional intentará seguramente explotar la existencia de una embrionaria masa fascista –en buena medida no orgánica- para emprender acciones de desestabilización política en un futuro no muy lejano.