“Todo ser humano es el producto involuntario de un medio natural y social en el seno del cual ha nacido, donde él vive y se desarrolla del cual sigue soportando la influencia. Las tres grandes causas de la inmoralidad humana son: la desigualdad, lo mismo política como económica y social; la ignorancia, que es el resultado natural, y la esclavitud, que es su consecuencia necesaria”.
La organización de los pueblos ha sido siempre y en todas partes la única causa de los crímenes cometidos por la burguesía dueños del poder, es hipocresía o absurdidad evidente si la sociedad burguesa castiga a los criminales, ya que todo castigo supone la culpabilidad y los criminales no son nunca culpables. La teoría de la culpabilidad y del castigo ha salido de la teología, es decir del casamiento de lo absurdo con la hipocresía religiosa.
El único derecho que se puede reconocer a la sociedad burguesa en su estado actual de transición al socialismo es el derecho natural de asesinar los criminales producidos por ella misma en el interés de su propia defensa, y no es el de juzgarlos y condenarlos. Ese derecho, incluso dentro de la acepción estricta de la palabra, será más bien un hecho natural, triste pero inevitable, signo y producto de la impotencia y de la estupidez de la actual sociedad burguesa, y cuanto más la sociedad burguesa sepa evitar la utilización de ese derecho tanto más se acercará a su emancipación real. Todos los revolucionarios, los oprimidos, las sufridas víctimas de la actual organización de la sociedad burguesa y cuyos corazones están, naturalmente, plenos de venganza y de odio, deben recordar bien que los opresores, los explotadores de toda suerte son tan culpables como los criminales salidos de la masa popular; son malhechores, porque ellos son también, como los criminales ordinarios, productos involuntarios de la actual organización de la sociedad burguesa.
No hay que extrañarse si, en el primer momento, el pueblo sublevado mata. Será una desgracia inevitable, tal vez tan fútil como los destrozos que causa una tormenta.
Más ese hecho natural no será ni moral ni siquiera útil. Sobre ese punto la historia está llena de enseñanzas: la terrible guillotina de 1793, que no podrá ser acusada ni de pereza ni de lentitud, no ha llegado a destruir la clase nobiliaria en Francia. La aristocracia, si no ha sido completamente destruida, por lo menos fue profundamente debilitada, aunque no por la guillotina, sino por la confiscación y la venta de sus bienes.
En general, se puede decir que las matanzas políticas no han aniquilado jamás a los banqueros y patronos; las revoluciones se han mostrado sobre todo impotentes contra las clases privilegiadas, puesto que la fuerza reside mucho menos en los pueblos que en las posiciones que da a los hombres privilegiados de la organización de la sociedad burguesa, es decir, la institución del Estado y, su consecuencia, su base natural, la propiedad individual.
Para hacer una revolución radical hace falta, por lo tanto, atacar a las posiciones de la burguesía, destruir la propiedad y el Estado burgués; entonces no habrá necesidad de destruir al pueblo ni de condenarse a la reacción infalible e inevitable, que nunca ha fallado y no falta jamás, de producir en cada sociedad la masacre de los pueblos.
Más, para tener el derecho de actuar humanamente para con el pueblo, sin peligro para la revolución, será necesario no tener piedad para las posiciones de la burguesía; será necesario destruirlo todo, sobre todo y ante todo la propiedad y su corolario inevitable: He ahí todo el secreto de la revolución.
No hay que extrañarse de la actitud de los burgueses rojo-rojitos, de los camaleones, de los chavistas sin Chávez que se han hecho socialistas más bien por ambición que por condición y porque el socialismo es un medio para enriquecerse, no el objetivo de estos bandidos, puesto que ellos quieren la dictadura, es decir, la centralización del Estado y no transferirla al pueblo; el Estado les conduciría por una necesidad lógica e inevitable a la reconstitución de la propiedad. Por eso, es natural, decimos nosotros, que no quieran hacer una revolución radical contra la burguesía, ellos sueñan una revolución sanguinaria más bien contra el pueblo.
Pero esta revolución, antichavista, sanguinaria, fundada sobre la construcción de un Estado burgués, de antirrevolucionarios, centralizado, tendría por resultado inevitable, la dictadura militar de un nuevo amo. Por lo tanto, el triunfo de los rojo-rojitos y chavistas sin Chávez sería la muerte de la revolución.
Todos nosotros los socialistas somos los enemigos naturales de esos seudo “revolucionarios”, futuros dictadores, reglamentadores y “tutores de la revolución” que, antes que los puntofijistas, aristocráticos, social demócratas y burgueses sean destruidos por el pueblo, sueñan ya con la creación del Estado nuevo “revolucionario” tan centralizados y más despóticos que las anteriores dictaduras, que tienen un gran hábito del orden creado por una autoridad cualquiera desde arriba y un gran horror a eso que les parece el desorden y que no es otra cosa que la franca y natural expresión de la vida popular que, antes mismo que un bueno y saludable desorden sea producido por la revolución, se sueña ya con poder amordazar por la acción de una autoridad cualquiera que no tendrá de revolución más que el nombre, pero que, en efecto, será una nueva condenación de las masas populares, gobernadas por decretos, a la obediencia, a la inmovilidad, a la muerte, es decir, a la esclavitud y a la explotación por una nueva aristocracia “casi revolucionaria”.
Nosotros comprendemos y entendemos esa tal “revolución, anti-revolución” en el sentido del desencadenamiento de eso que se llama hoy día las malas pasiones y de la destrucción de eso que en el mismo lenguaje se llama “el orden público.”
Nosotros no tememos, nosotros invocamos al socialismo, convencidos de que de esta manera, es decir, de la manifestación completa de la vida popular, debe salir la libertad, la igualdad, la justicia social, el orden nuevo y la fuerza misma de la revolución contra la reacción. Esta vida nueva —La Revolución Bolivariana— no tardará sin duda en organizarse apoyada masivamente por el pueblo, pero ella creará su organización revolucionaria de abajo arriba y de la periferia al centro, conforme al principio de la libertad, y no de arriba abajo, ni del centro a la periferia, según el modo de toda autoridad, porque nos importa poco que esta autoridad se llame democracia representativa, delegada, burguesía, Iglesia, Estado constitucional, o igualmente dictadura “revolucionaria”. Nosotros las detestamos y las rechazamos todas, a titulo igual, como fuentes infalibles de explotación y de despotismo.
¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.
Hasta la victoria siempre y Patria socialista.
¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco cubanos héroes de la Humanidad.
manueltaibo1936@gmail.com