La reciente alocución del Ministro de Hacienda Jorge Giordani y del Presidente del Banco Central De Venezuela, Nelson Merentes, informando la ineludible y necesaria devaluación del bolívar en un cuarenta y siete por ciento (47%) de 4,30 a 6,30 bolívares por dólar, automáticamente produce un rechazo espontaneo en la población. Ello debe interpretarse no solo como un problema de números, cantidades, sumas y restas, sino más que eso. Es la decepción subjetiva y objetiva, catalizada por las contradicciones de un sistemático y permanente discurso de estabilidad económica, economía saludable, crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), un precio del barril de petróleo por encima de los 100 dólares, que genera expectativas positivas.
Indudablemente, que el discurso, es una herramienta de liderazgo y poder. Aún más, cuando se emiten afirmaciones públicas desde instituciones de gran influencia en la marcha de la sociedad, donde se adquieren posiciones de autoridad. Esa condición hace que lo que se exprese a la población, adquiere una dimensión superlativa, creando algún tipo de conducta o reacción social a favor o en contra.
¿Cuál ha sido la explicación para justificar tales medidas?
Pues muy semejantes a las anteriores devaluaciones, se busca estabilidad económica y el desarrollo.
En el 2010, se devalúa el bolívar en un cien por ciento (100%) de 2,10 paso el dólar a 4,30 bolívares de aumento. En el discurso de 1983, hace treinta años, cuando el gobierno de Luis Herrera Campins devaluó el bolívar en un setenta y cuatro por ciento (74%) respecto al dólar, los precios del petróleo venían en picada, la deuda aumentaba geométricamente y era un fenómeno de todo el continente, la fuga de divisas en Venezuela era insoportable para la economía interna y se calcularon veintidós mil millones de dólares arrancados del país y llevados al exterior, la producción interna estaba por los suelos.
Por esa razón se hace casi incomprensible esta medida de devaluación anunciada el viernes 8 de febrero, cuando las condiciones dadas a conocer por los organismos de las finanzas públicas indican que Venezuela goza de buena salud.
¿Quiénes serán los que llevarán la carga de una inflación que ya supera el veintidós por ciento anual? Lógicamente los más débiles, los asalariados, los que perciben salario mínimo y no tan mínimos, a los trabajadores y pequeños comerciantes.
¿Afectará a los directores del CNE? ¿Cómo afecta esta medida a los diputados que se suben el sueldo cuando les viene en gana? ¿Será muy afectada la directiva de PDVSA? ¿Gobernadores? ¿Alcaldes? Hay un silencio profundo en todos estos funcionarios. Deben ellos salir con un discurso, dar a conocer sus puntos de vista, demostrar que están con su pueblo, enfrentar la corrupción galopante, no subestimar al pueblo.
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