Cuando uno tiene sed de autenticidad, a veces le provoca leer libros como el que lleva el título de este artículo, uno de los poemarios de Ludovico Silva. Es una bocanada de aire… Un día como ayer, Ludovico hubiese cumplido 75 años. Me sorprendió ver que murió tan sólo a los 51 años, nunca lo había notado… Iba a escribir sobre las interesantes reflexiones recientes de Javier Biardeau y Vladimir Acosta que todos deberíamos analizar, pero decidí dejarlas para los próximos artículos. Ya habrá tiempo… Ahora Ludovico es una necesidad, otra necesidad.
Habla de “envenenados sacerdotes”, que bien pudieran ser envenenados políticos, que no llevan la cruz como Cristo la llevó, sino que “la venden”: “Ellos hablan de Cristo todo el día, / pero si Cristo los viese / les daría látigo, les diría: / “¡Ay de mi Iglesia, / llena está toda de mercenarios!”.
Habla de su hígado, bien se sabe de su relación con el alcohol, de un órgano que no suele estar en la pluma de poetas, aunque sí en sus vidas y sus muertes, y dice de él: “El ha preferido morirse de sí mismo / antes que morir de los otros. / Los otros, ya sabes quienes son: / poetas miserables, poetas revolucionarios / que hacen su revolución en la capilla del Ministro, / en la soledad del Director, en la Compañía, / en las botas charoladas del General. / Prefiero a mi hígado. Es mas sano”. Sólo quiero citarlo, sin comentarios, o sin comentarios inútiles ya que sus versos son muy elocuentes o hablan por sí mismos. El anhelo de futuro subyace…
Habla de una necesidad vital que mucho se asemeja a la autenticidad, habla de esa “vida extrema” que era la única que conocía: “… nunca un término medio, / nunca la ebria mesura, ni el calor suave de la arena, / sino este andar bajo lluvia y relámpagos, / este ir a quebrantarme en peñascos oscuros. “
Y le pido al lector, la atención de estos últimos versos que transcribo, en recuerdo de Ludovico, inmenso y acucioso estudioso de la obra de Marx, que no habla de Marx en este poemario, pero que es como si lo hiciese o como si lo tradujera en otras palabras: “El día que yo pacte conmigo mismo, muero… / Yo no he muerto, yo vivo – y esa es mi diferencia − / de estructuras y verdades, y nunca de apariencias.” Desde Ludovico, pensemos en la Revolución Bolivariana… En nuestro presente y nuestro futuro…
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