De los innumerables disparates que se suelta la burguesía a cuenta del Socialismo Bolivariano, es uno de los más garrafales el de decir que no es más que una universalización del proteccionismo. Esto suelen decirlo los que aspiran a que no quede más protección legal que la de su propiedad, sea ésta como fuere, bajo el especioso raciocinio de que ésta es la justicia.
Confundir el socialismo Bolivariano con todos esos pseudosocialismos de Estado que inventó la “Internacional Socialista”, (adecos y sus derivados) grandes terratenientes, banqueros e industriales para proteger sus intereses es la confusión más lamentable. Ha ya tiempo que los socialistas bolivarianos han demostrado lo sofístico de esas argumentaciones en que tratan de justificar que la especulación es beneficiosa al pueblo en general, ha tiempo que piden no derechos protectivos, sino movilización de los obreros, Bolsas del trabajo y no Ligas de productores (que no producen nada los más de ellos). Ha ya tiempo que se ha mostrado cómo con todas esas declamaciones en favor de la competencia extranjera, lo único que se hace es echar tierra a los ojos de los incautos para que no vean el verdadero origen del mal.
No, el Socialismo Bolivariano no es la universalización del proteccionismo, ni la de la centralización tampoco. La protección que hace falta no es la del Estado, es la social, la mutua, la libre, la de cooperación, no la dispensada por un poder superior a los gobernados. Suprímanse las protecciones oficiales todas, incluso la de proteger la apropiación de la tierra y de los medios de producción, y surgirá la protección espontánea y viva, la que hace brotar las comunas cooperativas. Fuera de esta nadie podrá vivir.
Esta última afirmación exige algún desarrollo. Los que hoy más combaten todo proteccionismo, los que rechazan toda protección oficial y aseguran bastarse en libre concurrencia, no luchan en tal concurrencia libre, no, no es libre. Después de rechazar teóricamente toda protección, se quedan con una, la honda, la positiva protección oficial, disfrazada de derecho, con la protección que la ley ejerce sobre su propiedad privada de medios de producción. Las leyes que protegen la propiedad de la tierra y de los medios de producción no se diferencian esencialmente en nada de los derechos individuales, son leyes proteccionistas del mismo género.
Destrúyase ese último baluarte del proteccionismo, desde el cual se combate el resto del sistema, y entrando en el régimen verdaderamente individualista, en el socialismo, tendrán que buscar los pulperos la cooperación y la asociación, la protección social, porque fuera de ella les será imposible desarrollarse como hoy se desarrollan a expensas de la explotación del pueblo. Y viviendo así, en un régimen en que sea una verdad lo de que la libertad de uno sólo está limitada por la de otro, el pueblo desarrollará mejor que hoy su individualidad toda. Porque hoy el desheredado tiende a convertirse en máquina y el rico en parásito.
El pueblo es renovación. Pero la burguesía que quieren detenerlo, caen perseguidos por los viejos errores. No podemos aspirar a la rendición de los venideros sino teniendo la maldición de los contemporáneos. La mayor parte de las gentes cree que, al arrancarles una preocupación o un error, a cuya sombra sus padres han vivido siglos, le arrancamos su alma y su dios.
La idea de Venezuela va indisolublemente unida a la idea de La Revolución Bolivariana. No hay derecho para alegar escrúpulos constitucionales. Las revoluciones se hacen revolucionariamente o no se hacen de ningún modo. Los parlamentos sirven para consagrarla, más no para hacerlas. En un régimen social sano nadie puede desear la producción que hoy llaman individualista, por ser en contra de los intereses mismos del pueblo.
¡Sigamos Siempre Juntos con el Legado del Comandante Chávez!
¡Gringos ahora son cuatro!
¡Bolívar Vive!
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