Lo que vi con mis propios ojos

Yo, ví con mis propios ojos (como por costumbre decimos para enfatizar lo realmente vivido), cómo en las dos últimas décadas del siglo XX, los que se llaman clase media se las arreglaban comprando los residuos del queso y el jamón que les vendían como cortes los comerciantes especuladores, y una que otra vez, con la carne de tercera, haciendo maromas para montar la olla y sin chistar. Y no era por desabastecimiento provocado por el acaparamiento de los alimentos por parte de los grandes productores; era por que no tenía acceso al vital billete para adquirirlos. Los quince y últimos, siempre fallaban, no había presupuesto. Al final de cada año, el aguinaldo paupérrimo de quince días, había que estirarlo -así decían-, hasta que se discutiera en aquel congreso el nuevo presupuesto, que tardaba de 3 a 4 meses; y entre vales y vales, préstamos a algún amigo, etc., cobraban sus asignaciones casi a mitad del año y cuando las recibían, ya lo debían todo.

Mi pueblo pobre, se alimentaba en ese entonces con perrarina, agua de borra de café y así enviaba a sus hijos a la paupérrima escuelita de su barrio. Fueron los tiempos de bonanza de unos pocos. Los mismos, que ahora siguen jodiendo, pero que NO VOLVERÁN NUNCA JAMÁS.

Yo ví con mis propios ojos, cómo se iban nutriendo los cerros de la gran capital con gente desesperada, desplazadas por la fuerza del hambre y necesidad de rebuscarse como fuera, la oportunidad de subsistir aunque fuera con atol de espaguetis.

Las mejores tierras del país en poder de los afortunados acomodados del país más rico del mundo en petróleo, no permitían que sus habitantes tuvieran la oportunidad de medio metro para sembrar ni una cebolla. Así se vinieron y se concentraron, creando una superpoblación hacinada; producto de ello, el auge de la inseguridad, la falta de higiene y una vida indigna para el ser humano. Aplicaron su paquete neoliberal y así vino el reventón del 27 de febrero de 1989. ¡Los masacraron!

¡Viva la Revolución Bolivariana! Hoy , la clase media, bien olvidadiza por cierto, egoísta e indiferente, sale de los mercados con los carritos full de comida, con la seguridad de que jamás serán sometidos a los desahucios europeos y con las ya prohibidas cuotas balón, tienen sus casas aseguradas. Aún así, vemos con estupor cómo muchos de ellos, vociferan en contra del gobierno que les ha devuelto la seguridad de su acomodaticio status.

Pero, también mi pueblo pobre tiene la oportunidad de vivir dignamente, de alimentarse, educarse y cuentan con centros de salud con la más alta tecnología, gratuitos, que los aleja de morir como otrora, a las puertas de un hospital desvencijado.


monicahernandez007@hotmail.com


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Mónica Hernández


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